Jueves, 18 de Abril 2024

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* Resentimientos

Por: Jaime García Elías

* Resentimientos

* Resentimientos

Que los jugadores de un equipo de futbol -en México, muy particularmente- alimenten en su fuero interno resentimiento contra sus directivos por cuestiones de pesos y centavos, es el pan de cada día. Con bastante frecuencia se filtran informaciones al respecto: indiscreciones acerca de ciertas cantidades que los jugadores deberían haber recibido por concepto de premios, se transforman en deudas que se hacen añejas y dan pie a reclamaciones, incluso cuando los acreedores ya están retirados del deporte, no constituyen ninguna novedad.

El tema se vuelve conflictivo lo mismo si hay manera de probar que el adeudo existe, que si no. El origen del embrollo estriba en la facilidad con que los directivos de los equipos prometen determinados premios, e incluso con que incorporan en los contratos tales compromisos -los llamados “premios por objetivos”-, porque el deporte, para ellos, es un juguete caro: un vicio, estrechamente emparentado con la ludopatía, que ocasionalmente se vuelve impagable.

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Javier Vargas, cuyas declaraciones en el sentido de que los adeudos de los dirigentes -no quedó muy claro si los de la Federación Mexicana de Futbol (lo más probable), del Comité Olímpico Mexicano o del Comité Organizador de los Juegos de la XIX Olimpiada- desmotivaron a los integrantes de aquella Selección Olímpica de 1968 para los partidos de semifinales ante Bulgaria y por el tercer lugar ante Japón, vivió muchas experiencias de ese tipo. Las vivió porque jugó varios años en el Atlas, del que se decía que era “el club más puntual del mundo: paga los días 30, 60 y 90 de cada mes”.

El propio Javier, sin embargo, a la vista del escándalo -recalentado de medio siglo- ocasionado por sus declaraciones, intentó aclarar las cosas: una cosa es que los jugadores salieran desmotivados a jugar esos partidos, y otra muy diferente-como se publicó de manera torpe,  irresponsable... y tardía, además- que se hubieran dejado ganar.

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Esto último -no se necesita ser demasiado perspicaz para entenderlo- hubiera sido inadmisible entre deportistas que tenían la oportunidad de conquistar, tal vez, el galardón más importante de sus carreras, por una parte… y, sobre todo, que sabían -porque la mayoría, como Vargas, había vivido experiencias similares en sus equipos- que no era así, perdiendo deliberadamente partidos que por elementales amor propio y vergüenza deportiva les interesaba ganar, como iba a resolverse el problema de los pesos.

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