Una vez que se decidió cerrar el paréntesis que se abrió para atender las prioridades derivadas del sismo de hace una semana, cabe el buen deseo de que el episodio constituya un saludable parteaguas en las campañas de los dos equipos tapatíos. * De hecho, ambos han vivido, en lo que va del Torneo de Apertura, un antes y un después… El Atlas, los buenos resultados, por demás esperanzadores, que coleccionó en las primeras jornadas del certamen: para empezar, victorias sobre León (3-0) y Pumas (2-1); después, en coincidencia con el problema legal en que se vio involucrado Rafael Márquez —ya luego se verá si hubo una relación de causa a efecto entre ese problema y los resultados adversos que llegaron a continuación—, las cinco derrotas (ante Toluca, América, Cruz Azul, Necaxa y Monterrey) a cambio de un empate (ante Lobos BUAP), más el partido suspendido, ante Tigres, por el armatoste colgado sobre la cancha. Lo más grave del caso —nadie lo ignora— es que los rojinegros ya se desplomaron en el tabulador de los cocientes. En consecuencia, el sueño de ser protagonistas del campeonato se transformó en la pesadilla de verse amenazados por el descenso. * El Guadalajara de las primeras jornadas pagó tributo al esfuerzo que requirió conquistar el título del precedente Torneo de Clausura, más las ausencias en los trabajos de pretemporada de los jugadores que aportó a las selecciones nacionales, más las lesiones que le diezmaron el plantel. Las consecuencias fueron los empates ante Toluca, Cruz Azul, Necaxa, Santos Laguna, Querétaro y Pumas, alternadas con una derrota (ante Monterrey) y una solitaria victoria (sobre Pachuca), para un balance deplorable —diez puntos retenidos de 27 disputados—… especialmente en un equipo cuyos dirigentes se pusieron el listón muy alto: la consigna de refrendar el título. * Vale recordar que el triunfo de las “Chivas” sobre el Pachuca se logró después de la Fecha FIFA en que México consiguió el boleto para el Mundial del año próximo. Fue tan claro en la cancha y tan rotundo en el marcador (3-1), que se interpretó, prematuramente, aquel resultado como supuesta prueba fehaciente de que la “campeonitis” estaba superada, y de que el suceso marcaría la plena reivindicación del monarca defensor con la fisonomía que le permitió reeditar el papel de “El Muchacho de la Película” que antaño fue suyo tantas veces. Y, venido a ver…
