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¡Resucitó el Buen Pastor! ¡Aleluya!

Porque en todos los campos los ojos podían ver de ordinario al pastor al cuidado de su rebaño, el Señor Jesús tomó esta imagen

• Cuarto domingo de Pascua
• Dinámica pastoral UNIVA

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Hechos de los Apóstoles 4, 8-12

“Jesús es la piedra que desecharon ustedes, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”.

SEGUNDA LECTURA
Primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2

“Ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.

EVANGELIO
San Juan 10, 11-18

“Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor”.

En el lenguaje bíblico es ampliamente conocido el tema del pastor, el rebaño y el lobo. Abel era pastor y tenía la devoción de ofrecer una oveja limpia y bella en sacrificio a Yahveh, su Señor. David guardaba las ovejas de su padre Jesé, cuando el profeta Samuel derramó sobre su cabeza un cuenco de aceite y, ya ungido, le dijo: “En adelante serás el pastor de Israel”. Lo hizo rey.

Eran pastores los afortunados en recibir el mensaje del ángel: “No teman, les traigo una buena nueva, una gran alegría para todo el pueblo: Ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías Señor, en la ciudad de David. Esta será la señal: Encontrarán un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. (Luc. 2, 9).

Porque en todos los campos los ojos podían ver de ordinario al pastor al cuidado de su rebaño, el Señor Jesús tomó esta imagen, esta alegoría bella, clara, fecunda, antigua, y con toda propiedad se dio a sí mismo el nombre: “Yo soy el Buen Pastor”.

La relación tiene un principio: el conocimiento. Yo conozco a mis ovejas. Un gran consuelo, una gran alegría, es tener, mediante la fe, la certeza de que para Cristo no hay multitudes anónimas, sino que con su sabiduría infinita me conoce a mí, te conoce a ti, conoce a él; es decir, a cada uno, a cada persona, a cada individuo, desde el seno materno. Conoce no sólo la figura externa, como de quien ve una imagen; su conocimiento penetra hasta las entrañas del alma: temperamento, carácter, inteligencia, cualidades, limitaciones y carencias, y la historia íntima de cada uno desde el primer aliento del vivir.

Saberse conocido no es motivo de temor, sino de consuelo; los grandes santos nunca han sentido la angustia de la soledad, porque han sentido la invisible pero cercana presencia del pastor que los conoce mejor que ellos se han conocido a sí mismos.

El Buen Pastor quiere ser correspondido; quiere ser conocido por sus ovejas. Muchos cristianos del siglo XXI tienen un conocimiento vago, unipersonal, parcial, mutilado, de la persona de Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre para la salvación de los hombres. No son buenos creyentes, buenos cristianos, porque su conocimiento de Cristo no los mueve a serlo.

Conocer a Cristo es un largo proceso, es un continuo ir en ascenso por la senda de la santidad. Quienes han logrado ese conocimiento interno del Señor, ya no encuentran atracción, ni gozo, en los mil engaños del mundo y de la carne. Son las ovejas siempre en el gozo de ir, dóciles, tras el Buen Pastor. El las conoce, ellas lo conocen y del mutuo conocimiento brota el amor.

Así se autonombró, así lo dejó escrito el evangelista San Juan desde el capítulo décimo, y el Señor lo cumplió: dio la vida por sus ovejas. La Pascua es el recuerdo, la conmemoración, la alegre celebración de esa palabra cumplida: dio la vida por todos en el momento preciso, y la volvió a tomar tal como lo había anunciado. “Nos amó y se entregó por nosotros” (Efesios 2, 4).

Jesús entregó su vida, ejemplo único en la historia; ejemplo de amor para salvar a sus ovejas que habían caído en poder del enemigo.

El ejemplo es para ser imitado; ser cristiano es ser seguidor, ser imitador de Cristo y amar a Dios y al prójimo en la nueva ley. Es salir del egoísmo, es pensar en los demás. Lo que hace falta en el mundo de hoy son hombres que se ocupen de los demás, que amen a sus semejantes y que sin otros intereses les sirvan.

El Papa, pastor de la Iglesia Universal. La Iglesia, según la dejó su fundador el Señor Jesús, es el rebaño, y el Papa, los obispos y los sacerdotes a quienes se les ha encomendado el cuidado de las almas, son también pastores.

Hacen falta jóvenes que quieran entregarse, por amor a Cristo, al servicio de sus hermanos.

En este domingo, de modo especial y con fervor, se ha de pedir por la santificación de los sacerdotes, para que sean auténticos pastores y no mercenarios, y para que de los hogares más fervorosos surjan las vocaciones sacerdotales, alegría y esperanza del pueblo cristiano.

José Rosario Ramírez M.

Piedra angular

La piedra, a causa de su increíble abundancia en Palestina, se halla siempre presente en la mano y en la mente de los hebreos. Por otra parte, en la mentalidad primitiva y en la simbólica común a todos los hombres, la piedra, sólida, duradera y pesada, es signo de fuerza. Estos dos hechos reunidos explican el que la Biblia se sirviera de las imágenes proporcionadas por las piedras, bajo sus diversas formas, para aplicarlas a Jesús, el Mesías.

“La piedra desechada por los constructores se ha convertido en la piedra angular”, ya lo anunciaba el Salmo 118 y nos lo recuerda la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles. Cristo, desechado por los suyo, como lo predijo en la parábola de los viñadores homicidas, se convierte en la piedra angular, es decir el fundamento del edificio o más probablemente la piedra principal de la cúspide. Así asegura la cohesión de toda la construcción en Él, conformando la morada de Dios.

Según otra metáfora, Cristo es una piedra inquebrantable sobre la que uno puede apoyarse con fe, de modo que los fieles, como piedras vivas, son integrados en la construcción del edificio espiritual.

Con la revelación del amor y de la santidad de Dios obliga Cristo al hombre a escoger la luz o las tinieblas. Para los soberbios incrédulos se convierte en piedra de tropiezo, en roca de escándalo. Y los enemigos de Cristo quedan finalmente destrozados; en efecto, la imagen de la piedra desechada, que viene a ser piedra angular, se prolonga como lo dice el texto de Lucas: “Todo el que cayere sobre esa piedra se quebrantará y aquel sobre quien ella cayere quedará aplastado”. Aquí se hace quizás alusión a la piedra de Dan, que es símbolo del Mesías y de su reino, que triunfa de los poderes de este mundo, así es como podemos entender el pasaje que dice: “De repente se desprendió una piedra, no lanzada por mano, e hirió a la estatua en los pies de hierro y barro, destrozándola… y la piedra que había herido a la estatua se hizo una gran montaña que llenó toda la tierra”.

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