Ideas

“Primeros recuerdos”

No sé bien si hay algunos recuerdos que inventé, si tuvieron alguna base de existencia o han sido una falsa creación de mi memoria, ya que reconozco que cuando menos la mía se niega a quedarse vacía y crea sus propias realidades.

Uno de estos recuerdos que son autogenerados y que ya lo he constatado, es el de la casa de mi tío Carlos Villaseñor, pintor que me era conocido porque, entre otros muchos, pintó a mi bisabuelo Antíoco Villaseñor, su primo, cuadro que se encontraba en casa de mi abuela. Pues cuando yo fui a su casa, ésta ya pertenecía a mi tío Ignacio Villaseñor, pero yo siempre me quedé con la impresión de haber conocido al pintor, que falleció a principios del siglo XX, por lo que no pude haberlo conocido, pero mi memoria no lo sabía. Por eso aclaro que mi memoria trata de engañarme de nuevo y como la historia me gusta, pues la mantengo ahí.

Otro recuerdo es sobre la primera concepción de la muerte: siendo muy niño, mi nana nos llevó al parque de San Rafael -donde ella visitaba a una sobrina que estaba en un internado por ahí-  y entonces vimos una carroza funeraria de caballos (que no recuerdo se usaran ya), pero ésta estaba en una cantina. En realidad, no sé si esto fue cierto o siempre me lo he imaginado, pero así me gusta, esa idea casi arcaica de una carroza de caballos real.

Y reconocerá mi solitario lector que en la infancia uno guarda falsas imágenes que son las que le dan sentido a la vida. En casa de mis abuelos había unos arbustos de zarzamoras que formaban una especie de cueva (el escultor Jorge de la Peña se acuerda bien de este plantío, aunque él era más pequeño en edad que el suscrito), y que nos producía una especie de secreto reservado a nosotros los niños y, desde luego, a la familia, que después tenía que limpiar la ropa que las frutas nos manchaban.

A veces pienso que estos recuerdos son fantasmales, una especie de ánimas que me llevan a historias que a nadie le importan más que a mí, pero me imagino que necesitamos de ese tipo de historias para saber que la vida tenía un sentido más amplio de lo que después nos han hecho creer. Y he decidido platicárselas a ustedes para que, a su vez, me indiquen cuáles son sus propios fantasmas.

Guardada la distancia, Thomas de Quincey escribió que, antes de la imprenta, algunos escritos se hacían en rollos, que después -raspándolos o con otros procedimientos- se borraban para escribir un nuevo texto en ellos, de modo que en distintos tiempos de la historia, estos manuscritos, llamados palimpsestos, podían albergar -superpuestos en capas- una tragedia griega, una leyenda monástica y un poema caballeresco. Habla el británico de que nuestro cerebro funciona de manera análoga, siendo un palimpsesto natural. Y pienso yo, mi solitario lector, que es de ese modo como nuestra memoria guarda, junto con otros hechos, algunos recuerdos como los que les he narrado.

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