Ideas

Predicadores de hoy

Una de las mejores escenas (y vaya que hay por kilos) de la película La vida de Brian, de Monty Python, es la de los predicadores. En la película, situada en los primeros años de la era cristiana, hay más predicadores que escuchas, todos están anunciando la catástrofe por venir, una más absurda que la anterior. Algo similar sucede en nuestros días, pero hoy los predicadores no están en la plaza pública sino en el éter de las redes sociales.
Cada vez encontramos más contenidos catastróficos y peor, más gente queriendo convencer a otra de sus nuevas verdades, sean veganos, ecologistas, evangélicos, católicos, pejistas o anayistas, todos predican con la intención y la esperanza de convencer a otro de que piense como él, que se sume a sus miedos, como si el hecho de que muchos compartiéramos el mismo miedo tuviera la fuerza para cambiar una situación específica.

El miedo es la madre de todas las prédicas. El mundo se va a acabar, a menos que hagamos esto o aquello. Y en todas, incluso en las prédicas religiosas o políticas hay algo de verdad, pero en cada una de ellas lo que hay es la lógica tramposa o lerda del dato extrapolado. En tal lugar hubo una catástrofe ecológica, por lo tanto, eso mismo sucederá en todo el mundo; un consumidor de carne murió de cáncer, ergo la carne es la madre de todos los cánceres; la Biblia dice que Yavéh destruyó una ciudad en la que habitaban pecadores, lo que significa que si ustedes siguen pecando (el predicador es, por lo general, una trásfuga del pecado) la ira de Dios caerá sobre nosotros; un colaborador de López Obrador dijo tal cosa, ergo, Andrés Manuel actuará con toda certeza con ese criterio, etcétera.

Los ciudadanos, los líderes de opinión y los mismos políticos han confundido el espacio público con la palestra para difundir su prédica

Los ciudadanos, los líderes de opinión y los mismos políticos han confundido el espacio público con la palestra para difundir su prédica. ¿Qué hace pensar a un predicador que su misión en la vida es convencer a los otros para que vean el mundo exactamente igual que él? ¿Por qué alguien se siente con la necesidad y capacidad de convencer a los demás de su verdad?

La lógica de la prédica es la misma para todos ellos y es en la extrapolación de situaciones particulares a universales convertidos en valores supremos. Para el predicador el mundo se divide en buenos y malos y él tiene el monopolio absoluto de los secretos de la salvación. Él y solo él sabe cómo y por dónde se puede escapar de la catástrofe. En su visión, no hay grises ni matices. La verdad es suya, solo suya y de quienes piensan como él y su verdad es total, nunca incompleta ni perfectible. El otro, el que piensa y actúa diferente, es el condenado al fracaso, el náufrago que hay que salvar y redimir, por eso la propia salvación depende de que salve a los demás.

Los predicadores de hoy, los fanáticos en las redes sociales, no tienen duda alguna, y esa es la verdadera tragedia. Ya lo dijo Bertrand Russell, “el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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