Ideas

“Plática divina”

No sé, pero a los que hemos perdido el pudor necesario del silencio y escribimos, hay veces que algunos temas que se nos traban y no salen como los pensamos, como nos los contaron o como los vivimos; y éste que les narraré ahora -tengo que reconocerlo- es uno de esos temas que sobre los mismos hechos he tratado muchas veces de escribir y hasta ahora no ha quedado bien, por no reflejar las cosas como sucedieron. Así que voy con mi hacha, esperando que ésta sea la buena, porque creo que los acontecimientos narrados son divertidos, por lo que la descripción que yo haga debe ser cuando menos igual de interesante.

En los gloriosos cincuentas, un día apareció armado un toldo en el cancel exterior de la casa de doña Francia Teissier, ubicada en la esquina sur-poniente de La Paz y Lafayette (hoy Chapultepec). En construcción muy tapatía, era una barda no más alta de un metro con un pequeño cancel, chaparro, de sesenta o setenta centímetros y para que no se viera la vivienda había un enrejado verde; pero por lo general esa y otras eran casas verdaderamente representativas de esa zona.

En dicho sitio y bajo el toldo estaba un sujeto joven, en actitud extraña y a Francisco mi hermano y a mí nos daba mucha curiosidad saber lo que andaba haciendo; en aquel entonces yo tendría como siete u ocho años, no más y temíamos, por ello tardamos como un par de días para animarnos a ir a ver de qué se trataba aquello.

Cuando perdimos el miedo de hacerlo y nos acercamos, el sujeto que lo había puesto nos invitó a pasar a la sombrita y nos dijo que él era Dios y como prueba nos enseñó un dibujo de una Biblia donde aparecía una figura que se suponía era Cristo en el sermón de la montaña; señalándolo, decía que ese era él. Y, de cierto, por nuestra expresión facial nos debe haber sorprendido su afirmación y le preguntamos admirados que qué andaba haciendo por acá.

-Pues vengo -nos dijo- a castigar a la humanidad, porque la otra vez que vine no me hicieron caso y por eso ahora, si desobedecen, les daré un castigo; para ese efecto, en las torres de Catedral tengo un par de cohetes astrales, con una malla en medio, que lanzaré y con esa malla atraparé el sol y lo guardaré, causando que haya oscuridad para todos.

-Pero -preguntamos, un poco preocupados-, ¿qué pasaría si la gente se portara bien?

-Pues entonces -nos respondió-, sacaré al sol para que lo gocen y permanecerá ahí mientras se porten bien; o sea que la exhibición y ocultamiento de el astro rey será determinado por la conducta de la humanidad.

Hasta donde recuerdo, nos retiramos muy consternados.

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