Motivos para el ánimo: tres salvamentos de Pedro Castellanos
No son frecuentes, para el patrimonio edificado de Guadalajara, los motivos de celebración. En particular, la obra del gran arquitecto y presbítero Pedro Castellanos Lambley ha sufrido considerablemente en su indispensable integridad. Egresado de la Escuela Libre de Ingenieros hacia 1924, Castellanos fue uno de los más prolíficos autores de la Escuela Tapatía de Arquitectura. Su carrera se divide en dos etapas, igualmente notables. De 1925 a 1938, ejerciendo intensamente en el ámbito civil; y de 1938 a 1962 -año de su muerte- cuando su trabajo se centró sobre todo en la arquitectura religiosa.
Para mencionar las últimas graves bajas en su obra: la privada de seis casas que estaba ubicada sobre Bosque/Zuno media cuadra al oriente de Lafayette/Chapultepec, banqueta sur. Esta muy valiosa edificación fue criminalmente demolida para hacer un estacionamiento. Hace menos tiempo una casa de su conjunto ubicado sobre Vallarta, Pedro Moreno y Marsella fue imperdonablemente destruida. Ambos casos en las narices de las autoridades. Mencionemos, ya que viene al caso, la pérdida también reciente de dos muy relevantes construcciones del discípulo directo de Castellanos, Julio de la Peña: la casa que estaba al oriente de la parroquia de La Paz y el estupendo edificio de departamentos situado en la esquina nororiente de Lafayette/Chapultepec y Vidrio. En todos estos casos las autoridades deben hacer valer su nombre y su función, cumplir la ley, y ordenar la reedificación de lo ahora perdido.
La etapa de la arquitectura religiosa del Padre Castellanos ha sido repetidamente mutilada por el propio clero. Dos ejemplos entre decenas: la destrucción del muy notable altar mayor y baldaquino de la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón; y la desfiguración total de la parroquia de Zapoltictic. El catálogo sería muy largo.
Pero, entre tanto destrozo, hay ahora un motivo de (casi) celebración: el trío de casas situadas media cuadra al poniente de Lafayette/Chapultepec, sobre la banqueta norte de la calle de Lerdo de Tejada. La pieza central está, quizás, entre las diez casas más importantes de la ciudad: la casa Rébora. A su lado poniente existe una casa más chica, ahora integrada al conjunto que se restaura estos días estupendamente para fines hoteleros.
Está aún pendiente la consolidación del indivisible conjunto mediante la casa que está al oriente de la Casa Rébora. Sobre ella penden ahora pretensiones de demolición para levantar una torre de más de diez pisos. Sería gravísimo, sería una oportunidad imperdonablemente perdida de conformar uno de los conjuntos patrimoniales más destacables de Guadalajara. La hipotética solución: que las autoridades ejerzan puntualmente su autoridad y prohíban terminantemente cualquier demolición, total o parcial. Y que, deseablemente, la compañía hotelera que ha demostrado su esmero en el respeto por las otras dos casas integre esta tercera al conjunto.
Sería un señalado triunfo para el patrimonio tapatío. Estemos pendientes.
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