Ideas

Memo y Juan

“Hola Memo, ¿cómo estás? ¿Cómo ves al mundo?”, saluda Juan y agrega: “Fíjate que uno de nuestros lectores me comentó que no está de acuerdo con el nombre del café, que debemos sugerirle al propietario que lo cambie por el de ‘Aprovechando el Tiempo’, porque no estamos ‘Perdiendo el Tiempo’: nuestras sesudas reflexiones lo ayudan a formar su criterio. ¿Qué te parece?”.

“Pues, pensándolo bien”, comenta Memo, “puede que tenga razón: me vienen a la memoria algunos cafés famosos porque en ellos se reunían a platicar los intelectuales de la época, por ejemplo, el Procope, donde se fraguó la Revolución Francesa; el Habana en la Ciudad de México, en el que se planeó la Revolución Cubana, o el Pierre Loti, en Estambul, desde cuyas terrazas se domina el Bósforo y se encuentran Asia y Europa…”.

“¡No eches rollo!”, interrumpe Juan, “Ya sabemos que estás muy ‘leido’, pero ¡al grano!, y no hablo de café. Ya fueron las votaciones, ¿ahora qué vamos a hacer?”.

“Qué bueno que preguntas, porque ahora lo que sigue es ponerse a trabajar por nuestro país, y no es demagogia, ya estuvo bueno de que pasadas las elecciones, nos alejemos de los temas políticos… Tenemos que ponernos las pilas y, cuando menos, ayudar a formar opinión…”.

“Eso suena muy bien mi estimado Memo, pero ¿cómo?”, pregunta Juan.

“Primero, estando informados. No se puede hablar sin un mínimo de conocimiento y, segundo, compartiendo nuestros comentarios con la familia, vecinos, amigos, incluso con quienes ocasionalmente coincidimos... Debemos ser críticos, aplaudir y apoyar lo positivo, censurar lo que no está bien hecho por los gobiernos y aprender a decir las cosas sin ofender, respetando la opinión de los que no piensan igual y exponiendo con seriedad nuestros argumentos”.

“Pero, ¿cómo vamos a informarnos si no todos leemos el periódico o tenemos internet?”, argumenta Juan.

“¡Pues platicando! ¿Te acuerdas de los evangelistas?”, señala Memo.

“No manches… te pasaste. Aquellos fueron otros tiempos: no existían los medios de los que hoy disponemos”, comenta Juan.

“Sí, pero desde siempre, nuestra comunicación interpersonal ha sido cara a cara”, dice Memo, “debemos recuperar nuestros espacios sociales: la oficina, la escuela, el mercado, el bar, la tortillería, la carnicería…”.

“¡No te cuelgues!”, interrumpe Juan. “¡Nomás te faltan los lavaderos o la carbonería! ¡Ja, ja, ja!”.

“Ahora que dices ‘la Carbonería’, así se llamaba el bar en Sevilla en donde se reunían Felipe González, nuestro amigo Manolo del Valle y algunos de quienes participaron en la modernización de España en los setentas… Para que veas el valor de la palabra hablada y nos convenzamos de que sí podemos influir para cambiar las cosas”, concluye Memo.

“En algo estoy de acuerdo contigo”, expresa Juan, “en que no debemos hacernos de la vista gorda y luego quejarnos de que el gobierno fue corrupto, irresponsable u omiso…Tenemos obligación de censurar los actos y las acciones de los gobernantes. ¡Hay que perder nuestros miedos!”, señala Juan con emoción. En ese momento, Memo dice, “Se nos agotó el tiempo, así que hasta la próxima”.

eugeruo@hotmail.com

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