Ideas

Lo que más vale

Entre marchas y protestas transcurrió ayer el Tradicional “Día internacional de la Mujer”.

Si hoy reflexionamos seriamente, podemos llegar a conocer realidades muy sólidas y a veces demasiado evidentes, en cuanto se refiere a la grandeza y dignidad femenina.

Empezando por la superioridad que tiene la mujer respecto al varón, y que no siempre ha sido debidamente valorada, ni definitivamente reconocida.

Es un hecho, que la mujer posee una superioridad de intuición que muchos hombres quisieran tener, aún cuando éstos a veces le aventajen en conocimientos y sabiduría.

Es innegable que ella tiene mucha más capacidad para soportar el dolor físico e incluso moral o espiritual.

También se le reconoce la exclusiva potencialidad de colaborar con Dios en la trasmisión de la vida, y aunque todos los experimentos digan que no se la necesita, en definitva es imprescindible.

Por otra parte, la devaluación que constatamos proviene de la violencia, del abuso, de la manipulación de ideas –que de sobra conocemos- y todo esto sólo lleva a más y más dependencia y devaluación.

A más altos niveles

En realidad no pretendo en este espacio de reflexión hacer un análisis de fondo acerca de cuestiones femeninas tan batidas ya en todos los tonos.

Hoy sólo quiero retomar otro aspecto que anda zumbando en el ambiente y que toca muy de cerca al corazón de la mujer en el centro de la humanidad.

Se trata precisamente de la cuestión religiosa. Es la mujer la que mantiene vivo el fuego que calienta el hogar; la que enciende la luz en la casa y en el corazón de cada uno de aquellos que la habitan.

Aunque la civilización moderna nos ha llevado a oprimir un botón y ya lo tenemos todo, espiritualmente, fuego, luz y calor, proceden en familia, del corazón de la madre, o de quien hace las veces.

Es precisamente Ella la que abre las puertas a la posibilidad de escalar niveles superiores, y llegar a lo espiritual en su acepción más pura.

La religiosidad se aprende desde el temprano día en que mamá enseñó a su hijo a juntar sus manos para invocar al cielo. De allí en adelante todo lo grande, lo bello, lo bueno y lo santo, estarán a la vista y al alcance de cualquier persona, con tal que quiera cultivarlo.

Pero en la actualidad, los ataques a lo espiritual y a la religiosidad o a quienes la representan, están a la orden del día, y de esta forma, socavamos lo más valioso del ser humano.

Tenemos que tener presente que, en lo más profundo de nuestro adn ancestral o legendario, la relación con lo divino era básico y fundamental. Que si decimos hoy que era errático, sí, tan errático como a veces lo son nuestras expresiones de fe, o nuestro amor sin caridad.

El mexicano expresa su amor a lo divino a través de signos y símbolos muy precisos, pero no siempre sabe explicarlos con diáfana claridad.

Esto es lo que deberíamos entender y procurar explicar para hacer entender a nuestro pueblo, que muchas veces se pierde por intrincados atajos carentes de valores.

Cuando vuelvo la vista a esta historia, no tan lejana de nuestro país, me duele que tanta lucha en contra, haya llevado a la

revolución cristera, cuando podía haber sido aprovechada en dar contenido y fuerza a nuestra grandeza nacional.

Y que nuestros hoy legisladores y gobernantes se vuelvan atacantes de lo que sostiene nuestra más pura identidad nacional, es nada más y nada menos, que bajar escalones en ese proyecto de progreso y liberación de un pueblo que vive todavía soñando con la llegada de un “Quinto Sol” al mismo tiempo que se deja envolver en teorías existencialistas, comunistas o modernistas ya trasnochadas.

Sí, ciertamente necesitamos dar un paso al frente para ir adelante, pero en línea ascendente, y para esto necesitamos la intuición femenina bien entendida, bien organizada y bien trasmitida.

No importa que estemos un tanto al margen, haciendo creer a los varones que ellos llevan la batuta, porque lo interesante es estar en el coro.

Lo que sí es crucial es el respeto, ya que los hombres pueden hacer todo y cualquier cosa y todo se les perdona. A la mujer no, cuando ellos olvidan que precisamente nacieron de mujer.

Por eso hoy vamos a reflexionar seriamente cuál sería el camino de Salvación para un México que sufre males incontables, más crueles y fuertes que la pandemia, y podemos invocar a Dios, mirando a la Virgen María para que nos ayude a comprender qué es lo bueno y lo mejor en estas situaciones que tan dolorosamente vivimos.

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