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Jesús Reyes Heroles y la reforma de 1977

El mayor político-intelectual de la segunda mitad del siglo XX mexicano, Jesús Reyes Heroles, fue un artífice clave de nuestra transición democrática. Reyes Heroles era partidario de una salida dialogada y pacífica al conflicto estudiantil en 1968. Pero perdió ante el ala dura del gabinete de Díaz Ordaz, liderada por Luis Echeverría, su antiguo compañero en la Facultad de Derecho de la UNAM.

Sin embargo, pocos años después, a Reyes Heroles le llegaría una oportunidad histórica para reformar al Estado mexicano, o al menos su sistema electoral y de partidos, y dar así una nueva base a la viabilidad política de la sociedad mexicana. Ante la creciente inestabilidad social de nuestro país (pugnas políticas, conflictos sindicales, guerrillas urbanas y campesinas...), y ante la bochornosa candidatura única en la elección presidencial de 1976, el sector ilustrado priista debió cumplir el viejo anhelo de las clases medias y los partidos de oposición: comenzar a abrir el sistema político mexicano.

Los tiempos eran propicios. Portugal había tenido su Revolución de los Claveles en abril de 1974; y, en noviembre del año siguiente, moriría el Generalísimo Franco, dictador de España. La propia transición española terminó por influir significativamente en el pensamiento de Reyes Heroles y en la transición mexicana.

Sólo un político-ideólogo e intelectual-historiador como don Jesús podía diseñar, consensuar e implementar la reforma política que México necesitaba. Con una gran habilidad para la política con elegancia, Reyes Heroles dialogó con todas las oposiciones: desde la izquierda comunista, hasta la derecha católica ligada a los sectores empresariales.

Fue así como, en su oficina de director del IMSS —es decir, antes de que fuera nombrado secretario de gobernación en 1976—, Reyes Heroles empezó a imaginar y pactar la Reforma política-electoral de 1977. No era poca cosa: una reforma, no impuesta verticalmente desde el poder, sino dialogada y consensuada con todas las fuerzas políticas minoritarias.

¿En qué consistió la reforma? En proveer un “registro condicionado” a partidos entonces ilegales y en cambiar la fórmula de integración de la Cámara de Diputados, a fin de darle verdadera pluralidad. Se pasó a un sistema mixto de trescientos diputados de mayoría relativa y cien de representación proporcional; esto permitió una auténtica representación política de fuerzas sociales vivas y legítimas pero marginadas por el sistema. Se otorgó además, y al igual que en España, amnistía a quienes habían participado en guerrillas o actos de violencia política.

Con la Reforma de 1977 empezó, formal e institucionalmente, nuestra transición a la democracia, la cual había nacido, social y culturalmente, con los movimientos contraculturales y estudiantiles de los años sesenta.

“Gracias a esas reformas [del 77] —escribe José Woldenberg—, que vistas en retrospectiva pueden parecer mínimas, se desató una auténtica espiral de transformaciones”. Hubo más reformas en 1986, 1989-1990, 1993 y 1997. Pero fue la primera, la bien llamada “reforma Reyes Heroles”, la que desencadenó el proceso de transición institucional al pluralismo democrático.

El autor de los tres tomos de El liberalismo mexicano contribuyó, pues, a liberalizar un sistema político dominado por el hiperpresidencialismo, un partido hegemónico y prácticas como el dedazo, los fraudes electorales “patrióticos”, la represión política, la censura periodística y un largo etcétera que, revestidas con ropajes de democracia popular, podrían volver.

“La unidad democrática —dijo Reyes Heroles en un discurso pronunciado en abril de 1977— supone que la mayoría prescinda de medios encaminados a constreñir a las minorías e impedirles que puedan convertirse en mayorías”. Ojalá que algún día haya una reforma que encarne un espíritu reyesheroliano y asuma a la democracia, no como el despotismo de la mayoría, sino como coexistencia dialogada, republicana y pacífica entre todos los actores políticos.

Mientras tanto, haremos bien en leer a uno de nuestros clásicos, orgullo del liberalismo y el pensamiento democrático mexicanos.

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