Ideas

El derecho a hacer ruido

Leo con preocupación que algunos religiosos y algunos empresarios están haciendo el ridículo nacional al defender su derecho a hacer ruido. Los primeros para venerar a la Virgen o algún santo y los segundos para vender comida y tragos.

Hay que explicar despacito y con manzanas que la llamada ley anti ruido no dicta nuevas normas de salud, pues esas son federales, ni disminuye la capacidad de las parroquias de usar petardos -en horas hábiles- ni le quita a los empresarios la facultad de romperle los tímpanos a los clientes que quieran gritar mientras cenan porque no se escuchan. La ley tampoco elimina la fiesta, ni los festivales, ni al mariachi en el Parián.

No, si el dueño de un bar quiere subirle y los parroquianos lo aguantan, allá ellos. Se le pide que informe (¡uy cuánta exigencia!) cuántos decibeles tiene adentro y se le sanciona si su ruido se sale y se mete al cuarto de una pareja, al estudio de un escritor, a la recámara de un niño. Igual que antes, que no se hacía. Básicamente lo que se hizo con la Cruzada y el impulso de Augusto Valencia en el Congreso, fue visibilizar un tema que no parecía de interés público y que es uno de los grandes problemas contemporáneos. Es un enorme paso simbólico para tener sociedades más sanas.

Es preocupante la actitud de los empresarios y su reclamo para violar la NOM (que ya estaba) y la ley estatal. No sólo la nueva, que piden vetar, sino la vigente, que relegan olímpicamente

Por eso es tan preocupante la actitud de los empresarios y su reclamo para violar la NOM (que ya estaba) y la ley estatal. No sólo la nueva, que piden vetar, sino la vigente, que relegan olímpicamente.

Y no sé quiénes son peores, si ellos que creen que el ruido trae dinero, o los representantes de iglesias que usan la fe de distorsionadas maneras.

A ello les importa un bledo si sus cuetes impiden el sueño a escolares, rompen la membrana timpánica de una señora o causan sordera traumática (pueden alcanzar hasta 160 decibelios). Creen que es por Dios, por la Virgen, por amor a un santo.

Pero eso es una tontería: la iglesia católica no se funda en esas tradiciones sino en una idea de trascendencia y conductas hacia el prójimo sancionadas por la existencia de un ser supremo. Por eso, sin ningún reparo, el propio Vaticano, en Italia, dejó de usar petardos. ¡Es que no tiene nada qué ver con dios! No sólo es ridículo que defiendan con esa idea su inexistente derecho a hacer ruido, sino que es una patanería cruel que los aleja de sus propias convicciones.

Afortunadamente el contexto les es adverso. No pueden presionar, ni empresarios ni religiosos, a un gobernador saliente.

Sexo y cárcel

Que una pareja empañe los cristales de su auto no es escandaloso. Lo escandaloso es que una sociedad encarcele a sus ciudadanos por tener sexo. Guadalupe Morfín, como siempre, está del lado de la libertad, y sabe que la libertad no implica tener sexo a la vista de todos, sino reducir la capacidad del Estado para poner la bota encima. Felicidades a la regidora por ello. 

(ivabelle@gmail.com / @ivabelle_a)

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