* Ilusiones... y desencantos
Si alguien decide dedicar sus ocios a hurgar en la esfera de cristal para anticipar el desenlace de la historia que México y Brasil protagonizarán el lunes próximo en el Mundial de Rusia, muy su gusto; si alguien más quiere hurgar en los arcones de la historia o sacar de los de la imaginación, con fórceps, los argumentos que alimentarían la esperanza de que el “Tri” cruce airosamente la aduana del cuarto y llegue al tan largamente esperado quinto partido, que le aproveche. Uno y otro, obvia decirlo, en todo su derecho…
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De sobra se sabe que el mundo del futbol se mueve bajo el gobierno de la lógica… aunque esa regla se ve burlada en el futbol con más frecuencia que en otros órdenes de la vida. Los ejemplos más inmediatos correrían por cuenta de Alemania, con sus derrotas… y de Corea y México con las correspondientes victorias.
“México -se argumenta- puede vencer a Brasil, puesto que ya venció a Alemania…”.
Habría que añadir que para ello sería necesario que México jugara contra Brasil tan bien como jugó contra Alemania… y que Brasil jugara tan mal contra México como lo hizo Alemania. Y aunque es indiscutible, como todas las verdades de Perogrullo, que “en el futbol todo puede suceder”, alimentar ilusiones por esa vía puede desembocar en los desencantos en que los aficionados mexicanos tienen una dilatada experiencia.
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Nadie puede suponer que Juan Carlos Osorio, sus asesores y los jugadores de la Selección Mexicana destinen las horas que faltan para la cita, a deshojar margaritas o a tirar las cartas de la baraja en busca de una esperanza basada en el azar... Ellos conocen perfectamente las fortalezas de los brasileños. Si los ticos les resistieron 90 minutos (Philippe Coutinho les hizo el 1-0 en el minuto 90+1 y Neymar el segundo en el 90+7), por ahí tiene que pasar el 50% de su plan de trabajo; el resto dependerá de la capacidad que se tenga para explotar sus debilidades, como hicieron en los dos primeros partidos…, y como no supieron hacer, ni por asomo, en el tercero.
Por lo demás, será mejor que quede constancia, de antemano, que esta vez no existe la menor posibilidad de que Corea -ni nadie-, jugando en otra cancha, les regale lo que ellos mismos no acierten a ganar con su propio esfuerzo.