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- Su villano favorito

Queda claro: el villano favorito; el primero en la lista -extensa por lo demás- de sus “adversarios” (algunos reales, muchos más imaginarios); la pluma de vomitar del actual “Muchacho (oficial) de la Película” -según él y sus partiquinos-, tiene nombre y apellido: Felipe Calderón...

-II-

El aludido, supuestamente por haberse “robado” las elecciones de 2006 -en que el actual Presidente también fue candidato-, impidió que se hubieran tomado, desde entonces, las decisiones pertinentes para enfrentar el grave problema social, de salud y de seguridad que actualmente es dolor de cabeza y motivo de temor de los mexicanos: el narcotráfico... o delincuencia organizada, como prefiera denominarse.

El aludido tomó la decisión de declarar abiertamente “la guerra” a ese flagelo. Lo hizo, quizá, menospreciando la talla y los recursos -humanos, logísticos y financieros- del enemigo..., y sobreestimando sus propias fuerzas. “Agitó el avispero” -como se dijo coloquialmente desde entonces- con las consecuencias que están a la vista: el enemigo se fortaleció, creció, y desde entonces domina ostensiblemente la partida: se ha vuelto punto menos que intocable, y ha merecido, por parte de la “h.” autoridad, expresiones que pretenden ser respetuosas (“se portaron bien...” durante las pasadas elecciones intermedias), paternales (“pórtense bien; piensen en sus mamacitas...”) y hasta cordiales (“abrazos, no balazos...”).

Todas ellas, en último análisis, sintomáticas de que, más que respeto o afecto, se le tiene miedo.

-III-

Calderón, como Presidente -según la generalidad de los analistas... y de la totalidad de los que hablan “a toro pasado”-, metió el choclo. Hay consenso en ello... Faltaría puntualizar, primero, qué debió haber hecho; especular, después, sobre lo que habría hecho López Obrador (o cualquier otro candidato), de haber ganado él -o habérselas “robado”- las elecciones; ponderar, en seguida, si aún es factible enmendar aquel error..., y decidir, finalmente, qué procede hacer actualmente, a la vista de las dimensiones mayúsculas y la metástasis de corrupción que ha alcanzado ese tumor canceroso, y a partir, también, de las experiencias que supuestamente debieron dejar los errores del pasado, independientemente de la torpeza o la buena fe de quienes, al final de cuentas, hicieron en su momento, tuerto o derecho, lo que tiene que hacer un gobernante, y lo que supuestamente deberían hacer quienes actualmente tienen la sartén por el mando: tomar decisiones.

Ya decidirá la historia, llegado el momento, si tales decisiones fueron erróneas o acertadas... y si remite al limbo o al infierno a los irresolutos y pusilánimes que, en situaciones críticas, optan por lavarse las manos.

jagelias@gmail.com

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