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''Yo soy el camino, la verdad y la vida''

Cristo se define a sí mismo para despedirse de sus discípulos y fundamentar la era de la fe

GUADALAJARA, JALISCO (18/MAY/2014).- Es ya el quinto domingo de Pascua. El mensaje de la palabra del Señor es un discurso íntimo y tierno: es la despedida del Maestro. Les habla a sus discípulos, nada más a ellos. Los alienta, les revela con más hondura el motivo de su presencia y les promete algo que sólo Él puede prometer y cumplir.

La verdadera esencia de la caridad cristiana es una forma de devolver amor a quien dio y da amor, y dar amor y servicio a los necesitados, a los débiles, a los oprimidos, a los caídos, al ver en cada uno de ellos la imagen de Cristo. “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste…”.

Pronto, cercano ya, está el día de la despedida, a la vista de sus discípulos se irá elevando, hasta que una nube lo cubra, y los ojos de todos seguirán inútilmente mirando allí donde se ocultó.

Empezará la era de la fe: los seguidores de Cristo habrán de amarlo y seguirlo, pero sin verlo.

La fe ha sido la virtud teologal para proclamar que el Hijo de Dios murió, resucitó y vive en 21 siglos de cristianismo. La Iglesia, en su continuo caminar con la fe, siempre ha proclamado a Cristo vivo, resucitado, redentor, vencedor.

Ser creyente es un movimiento que arranca de la fe y en la fe termina.

La fe es la dimensión de la vida, del pensamiento, del culto, de la oración, de los actos del creyente.

El cristianismo es una relación de fe y amor en la persona de Cristo y hacia ella .

“Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Él se llama a sí mismo, se identifica, se define, con esos tres sustantivos.

Ser cristiano es estar en confiada esperanza de que por Cristo se ha de llegar a la vida eterna.

José Rosario Ramírez M.

LA PALABRA DE DIOS

• PRIMERA LECTURA:

Hechos de los Apóstoles 6, 1-7

“En Jerusalén se multiplicaba grandemente el número de los discípulos”.

• SEGUNDA LECTURA:

Primera carta de San Pedro 2, 4-9

“Acérquense al Señor Jesús, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios”.

• EVANGELIO:

San Juan 14, 1-12

“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.

• No pierdan la paz

Escuchar de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” supera y ayuda al hombre a superar los obstáculos del individualismo, del relativismo; no te dejes llevar por los fallos que pueden marcar a las comunidades cristianas. Esfuérzate en ver de cerca a la persona de Cristo.

Avanzar confiados en el camino de la nueva evangelización, en el servicio amoroso a los pobres y en el testimonio valiente en las distintas realidades sociales. Ser conscientes de que somos portadores de un mensaje que se debe actualizar en cada uno de nosotros; un mensaje de fe, esperanza y caridad. Finalmente, esta invitación está dirigida a todos.

Saber, siempre y en todas partes, dar razón de la esperanza que está en nosotros. La Iglesia necesita nuestros dones y nuestro entusiasmo. Saber decir “sí” a Cristo que nos llama a ser sus discípulos, a ser santos. Debemos recordar, otra vez, que la “santidad” no quiere decir hacer cosas extraordinarias, sino seguir todos los días la voluntad de Dios, vivir verdaderamente bien la propia vocación, con la ayuda de la oración, de la palabra de Dios, de los sacramentos y con el compromiso cotidiano de la coherencia. Son necesarios fieles laicos fascinados con el ideal de “santidad”, para construir una sociedad digna del hombre, una civilización de amor.

Reflexión

Cuando alguien ama a una persona y la ve en problemas, lo primero que le viene a la mente es: “No te preocupes, yo te ayudaré” ¿Cuánta alegría siente el corazón al escuchar estas palabras? Mucha paz da que el hombre sienta el apoyo de aquél que ama, además porque se nos presenta como una ayuda querida.

Cristo quiere que le pidamos la gracia de la paz del alma, de la tranquilidad de la vida, de la sencillez con la que viven los niños, despreocupados de todo, metidos sólo en lo que están haciendo en ese momento. Las dificultades se presentarán, pero si tenemos a Cristo, que es la paz, será más fácil sobrellevarlas.

Vivamos con la sencillez de quien sabe que todo lo recibe de Aquél a quien ama, y lo cuida en todo momento.

• Para exigir la paz

"La convivencia civil sólo puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad (...) Esto ocurrirá, ciertamente, cuando cada cual reconozca, en la debida forma, los derechos que le son propios y los deberes que tiene para con los demás (...) una comunidad humana será cual la hemos descrito cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones; cuando estén movidos por el amor de tal manera, que sientan como suyas las necesidades ajenas y hagan a los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en todo el mundo haya un intercambio universal de los valores más excelentes del espíritu humano. Ni basta esto sólo, porque la sociedad humana se va desarrollando conjuntamente con la libertad, es decir, con sistemas que se ajusten a la dignidad del ciudadano, ya que, siendo éste racional por naturaleza, resulta, por lo mismo, responsable de sus acciones" (San Juan Pablo II. Jornada Mundial por la Paz. Enero de 2003).

Por tanto, para exigir la paz, hemos de ser nosotros hacedores de la paz, trabajar por ella, como lo afirma la bienaventuranza dicha por Jesús: "Felices los que trabajan por la paz", quien además revela que aquellos que lo hagan con pureza de intención serán llamados hijos de Dios.

Recordando que la paz es, ante todo, un don de Dios; Jesús lo afirmó enfáticamente: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!” (Jn 14, 27). Es también un fruto de la acción del Espíritu Santo en nuestra vida: “El fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz…”, don que debemos pedir continuamente, y fruto que hemos de producir, a partir de la paz con Dios, con nosotros mismos y con nuestro prójimo, es decir, con los que nos rodean y convivimos cotidianamente; siendo dóciles a la acción del Espíritu y siguiendo los lineamientos del Magisterio de la Iglesia estaremos aportando grandemente para conseguir una auténtica y duradera paz.

¿De qué servirían todas las marchas del mundo pidiendo la paz, el fin de la violencia y hasta un cambio de estructuras y estrategias si quienes las prohíjan y realizan llevasen en su corazón rencor, odio, deseos de venganza y marcados intereses personales ausentes de toda pureza de intención, contrario a lo que nos enseña Aquél que es el Camino, la Verdad y la vida? Ciertamente de muy poco…

Francisco Javier Cruz Luna

• Jesucristo es el único Camino


La vida de los seres humanos está marcada por una inevitable necesidad de seguir modelos, lo cual lleva a una imitación a veces sin fundamento. Y cuando el modelo falla viene la decepción.

El Padre Miguel de la Mora fue fiel en su seguimiento a Jesús, y aunque al final le costó dar la vida humana, le valió entrar en la vida eterna.

Tal vez la pregunta surja espontánea: ¿A Dónde va el Padre Miguel?

A cumplir lo que Dios le pide: a vivir la plenitud de su sacerdocio: a celebrar la Santa Misa, a administrar los Sacramentos, a visitar a los enfermos, a llevar la Palabra de Dios a los pobres y a los más alejados…

Pero todo eso es un peligro, es lo que lo llevará a la muerte…

Y todo eso lo puede hacer desde la Catedral de Colima, sin necesidad de contrariar a las autoridades que persiguen a la Iglesia formando una secta autónoma, por su cuenta… sí, ciertamente, pero desobedeciendo a Jesucristo…

El camino de Jesucristo no es precisamente el más fácil, no es ir por donde sopla el viento, ni por donde te indican los demás, no es ir tras intereses y conveniencias.

Transitar por el camino de Jesucristo tiene sus inconvenientes y puede llevar hasta la muerte, pero a una muerte que es puerta segura a la gloria.

Por eso en los momentos más difíciles, el Padre Miguel de la Mora rechazó cuanto le ofrecían y decidió irse por la ruta peligrosa antes que apartarse de Jesucristo su Señor y Rey.

Y nosotros que vamos por el mundo, viendo y escuchando tantas voces, a veces preferimos imitar al cantante de moda, a algún artista o a un deportista famoso y olvidamos que el Señor Jesús es el Camino más seguro para esta vida y para la otra.

ORACION

Señor Jesús, en tus manos he puesto mi fe,

pero no puedo decir que haya llegado al corazón de la luz.

Muchas veces voy caminando en la penumbra

y hay momentos en que todo me parece difícil y oscuro;

la desolación me acompaña, como si Tú, en quien he puesto

toda mi confianza y mi amor, estuvieras tan ausente y tan lejano

que no alcanza mi vista a percibirte; hay momentos en que mi plegaria

pareciera resonar en el vacío, como si Tú, mi Dios, te hicieras sordo

a toda oración y súplica del misterio en mi vida.

Pero a pesar de todo: yo creo en tus Palabras

que me dicen: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida".

María Belén Sánchez, fsp

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