Suplementos

XXI Domingo Ordinario

Para los agobiados por el peso de enfermedades y dolores, Cristo siempre es bondad y sus manos taumaturgas sanan

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías (66,18-21):

“Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua”.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos (12,5-7.11-13):

“Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor”

EVANGELIO
Lectura del evangelio según san Lucas 13,22-30

“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán”.

Conciencia abierta a la Universalidad

GUADALAJARA, JALISCO (21/AGO/2016).- Todos los obispos, pastores del pueblo de Dios —convocados por el pastor de pastores, el Papa Juan XXIII—, se reunieron en el Concilio Vaticano II los cuatro otoños de 1962 a 1965.

Ya era hora de que la Iglesia abriera puertas y ventanas e hiciera uso de la escoba y el sacudidor, para dar un nuevo rostro al hombre del siglo XX.

Los obispos —un solo colegio, como los 12 apóstoles en el Siglo I— pidieron muchas veces, con fe y devoción, la luz del Espíritu Santo, y juntos marcaron nuevos rumbos en ese perpetuo caminar del pueblo de Dios.

Fruto del empeño de los obispos, numerosos documentos fueron siendo redactados para ser puestos a votación y promulgados solemnemente. La colegialidad de los obispos —padres conciliares— bajo la autoridad del Papa, entregó así al pueblo cristiano las líneas actualizadas para indicar un caminar nuevo del pueblo de Dios.

Dos documentos: “Lumen gentium” (Luz de las gentes), Constitución Dogmática sobre la Iglesia (Roma, 21 de noviembre de 1964), y “Gaudium et spes” (Gozo y esperanza), Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Roma, 7 de diciembre de 1965), abrieron dentro de la inalterable doctrina —el mensaje de Cristo—, nuevas perspectivas para entender y vivir el Evangelio.

El mandato de Cristo a sus discípulos en el día de su ascensión a los cielos: “Id por todo el mundo, predicad, bautizad”, toma nuevo impulso con la fuerza del Concilio: La universalidad del Evangelio. El llamamiento divino es para todos los hombres, gratuitamente llamados por él Padre a participar del misterio de Cristo. “Vendrán y verán mi gloria”, anunció el profeta Isaías.

Dios quiere la salvación de todos, no sólo del pueblo de Israel, el pueblo elegido. “Aclamad al Señor todas las naciones”, canta el salmista.

Y San Juan, en su libro Apocalipsis, en profética visión contempla una muchedumbre inmensa de bienaventurados de toda raza, lengua y condición, que cantan las alabanzas al Señor y participan de la victoria de Cristo.

El plan de Dios es la salvación universal. “Vendrán muchos del Oriente y del Poniente, del Norte y del Sur, y participarán en el banquete del Reino”.

Este mensaje de apertura, de universalidad, ha sido un signo del nuevo Pentecostés que fue el Concilio Vaticano II.

“Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”

Cristo, el divino Maestro, siempre rodeado de multitudes, escucha las súplicas de quienes le piden atienda las preguntas de los que le consultan.

Para los agobiados por el peso de enfermedades y dolores, siempre es bondad y sus manos taumaturgas sanan.

Para los confundidos y angustiados, es la luz y al momento disipa dudas e incertidumbres.

El Mesías ha sido ungido para abrir los ojos —del cuerpo y del alma— de los ciegos; a evangelizar a los pobres; a predicar la libertad a los cautivos; a liberar a los oprimidos, y anunciar el año de gracia del Señor. Así se manifestó como el Ungido, el Cristo, en la sinagoga de Nazaret.

Hasta las preguntas insidiosas de los fariseos han tenido sabia respuesta. Un día, cuando se encaminaba a Jerusalén alguien le preguntó: “Señor, es verdad que son pocos los que se salvan?”.

La pregunta, puede encerrar un deseo de saber “el día y la hora”, ante la certeza de la muerte, la incertidumbre de las circunstancias, el enigma del más allá y la propia salvación. Mas, si la voluntad de Dios es que todos se salven, está presente el misterio de la libertad del hombre.

José Rosario Ramírez M.

Cambio de ruta hacia la puerta estrecha…

Nuestra vida es a veces una contradicción. Nos quejamos de casi todo pero no queremos nada mejor.

Adormecemos nuestro corazón y nos tapamos los oídos para no escuchar llamada alguna que nos obligue a cambiar. Sería demasiado arriesgado. Todo antes que reflexionar en serio sobre nuestra vida.

Todo antes que meditar sobre el sentido de lo que estamos viviendo. Cada uno tiene sus propias excusas pero, en el fondo, las razones con que intentamos legitimar nuestra mediocridad son parecidas: todos hacen lo mismo, yo no puedo ser una excepción, me han enseñado a vivir así, es difícil vivir de otra manera, ¿qué puedo hacer?

Mientras tanto, cogidos por los afanes y preocupaciones de cada día, vamos alejándonos cada vez más de nuestro ser más hondo. Perdemos el sentido de lo que es importante y de lo que no es. Alimentamos lo que nos hace daño y no cuidamos lo que nos podría hacer vivir de manera digna y dichosa. Poco a poco, caemos en la resignación: “yo soy así, eso es todo”. Es verdad que sentimos un cierto malestar. No es sólo culpabilidad moral o conciencia de pecado. Es algo más profundo: infidelidad a nosotros mismos. Pero no nos atrevemos a pensar cómo podría ser nuestra vida si pudiéramos empezarla de nuevo. No queremos vivir con metas más elevadas.

Para iniciar un cambio de dirección en nuestra vida hemos de empezar por alimentar una sospecha santa: “Mi vida no ha terminado todavía, ¿por qué no puedo cambiar? Tal vez, me estoy perdiendo algo importante. Hay una felicidad que yo desconozco. Mi alma es más hermosa de lo que yo imagino. ¿Por qué no voy a saborear la vida de otra manera? Condicionados por una cultura que busca siempre el bienestar y la comodidad, no se nos hace fácil escuchar la invitación de Jesús a “entrar por la puerta estrecha”. Nos parece un camino tenebroso y absurdo que sólo puede llevarnos a la infelicidad y la muerte. No es así. Jesús nos está llamando a una vida más responsable y digna. Un estilo de vivir que muchos rechazan, pero que conduce a la plenitud de la existencia.

Temas

Sigue navegando