Suplementos
Velen pues y estén preparados, porque no saben qué día va a venir el Señor
La vigilancia es una actitud de precaución, de previsión, de planeación; mas la fe la vuelve una actitud de esperanza
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA:
Isaías 63, 16b-17.19b; 64, 2b-7
“Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.”
SEGUNDA LECTURA:
Primera carta de san Pablo a los Corintios 1, 3-9
“Dios nos llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!”
EVANGELIO:
San Marcos 13, 33-37
“Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”.
GUADALAJARA, JALISCO (30/NOV/2014).- Hoy es el primer domingo de adviento. El pueblo de Dios, la Iglesia, en cuatro semanas realiza los preparativos destinados a celebrar con Fe y alegría la primera venida de Cristo, el Verbo de Dios hecho hombre en el seno de María y nacido para salvar a todos los necesitados.
La liturgia del adviento tiene dos características: austeridad y esperanza. Son los preparativos, y por tanto no es el momento de ponerse los vestidos de fiesta, ni de celebrar anticipadamente el glorioso acontecimiento.
El Evangelio de este domingo es una llamada a estar preparados: “velen pues y estén preparados, porque no saben qué día va a venir el Señor”.
El cristiano ha de estar en oración y vigilante siempre. La vigilancia es una actitud de precaución, de previsión, de planeación.
Sólo la Fe compromete al cristiano a vigilar y le da libertad de escuchar a Dios y de obedecer en orden a un fin trascendente, el haber sido hecho a imagen y semejanza de su creador. Fácil es dejarse arrastrar, sin sentir, por el ambiente. Por lo mismo, ha de estar siempre, ahora, vigilante.
Luz y verdad, verdad y luz, son términos convertibles. Donde está la verdad está la luz. Cristo es la verdad, Él es la luz.
La senda de la luz es respuesta sencilla, dócil, a la palabra de Cristo. Es la vida cotidiana de actos sencillos; es el modo de vivir en la luz.
El hombre del siglo XXI busca llenar todas sus aspiraciones, impulso permanente de progreso, en la técnica, en las ciencias, en el desarrollo económico de los individuos y de los pueblos.
Mas la realización plena, según el plan de Dios, no es sólo la construcción de la ciudad terrestre, ya que el momento actual ofrece atractivos para permanecer. Pero el hombre siempre ha de tener presente su condición de itinerante, para no hacer posada permanente en ninguna estación en el tiempo, porque va de paso.
Es el adviento una peregrinación hacia Cristo.
José Rosario Ramírez M.
El árbol de Navidad
Los primeros documentos que nos hablan de la costumbre de colocar en Navidad árboles de abeto o de pino en las casas son del siglo XVII y mencionan a la región de Alsacia, tierra que se encuentra entre Alemania y Francia. Sin duda se alude al árbol de la vida, que debería nutrir a los primeros hombres, y al que, después de la caída, un querubín les impidió acercarse.
Por el nacimiento de Cristo, los hombres renacen y tienen acceso a la plenitud de la vida. Pero Cristo vino no únicamente a salvar a los hombres; vino como cabeza de una nueva creación, vino a renovar todo lo que estaba caído. En su epístola a los Romanos, san Pablo describe cómo toda la creación anhela ser liberada de la esclavitud y de la destrucción y cómo se queja y sufre, tal como una mujer en sus dolores de parto.
No sólo el asno y el buey están al lado del pesebre para reconocer y saludar a su Señor; también el árbol perennemente verde quiere saludar en nombre de la naturaleza renovada a su Señor. En la misa de medianoche de la Navidad entonamos el salmo 95, que nos hace exclamar: “Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo”.
En el año 1223, san Francisco de Asís montó un pesebre viviente entre los árboles de Greccio; con hombres y animales quiso llevar a los fieles el asombro del milagro navideño y a la gratitud. La noche fue iluminada con antorchas y lámparas de aceite. Los corazones se encendieron por un amor que vence a la rutina de la superficialidad. “Navidad, dijo san Francisco, es canto, es júbilo, pero ante todo es meditación y adoración de rodillas”. A esta actitud debe llevarnos la contemplación del árbol de Navidad, el humilde y silencioso compañero y representante de la naturaleza delante del pesebre.
El auténtico Adviento cristiano
Estamos iniciando hoy en la Iglesia, un nuevo año litúrgico, y con él, el tiempo denominado de Adviento, un tiempo que todo aquel que cree, sigue y obedece a Jesucristo, el Señor, debería distinguir muy bien en cuanto su significado, su vivencia y su trascendencia.
Para coadyuvar a esa distinción tan necesaria para todo cristiano, vamos a hacer una breve relación que manifieste la contraposición que hace el mundo y sus agentes, a los valores del Adviento cristiano.
En primer lugar, y estando de acuerdo en que el Adviento es para prepararse a la llegada de la Navidad, veamos lo esencial y preguntémonos qué significa la Navidad, y que no es otra cosa que la conmemoración y la actualización del misterio más grande de la humanidad, que es la encarnación y nacimiento de el niño Jesús, quien es Dios hecho hombre, enviado por el Padre para salvar al mundo de su condenación eterna.
Y resulta que el ‘adviento’ del mundo nos habla de un gran mercantilismo, y así aunque exista crisis económica y financiera mundial, muchos, aunque sean artículos menos costosos que en otras ocasiones, harán el gasto para regalar algo, no importando, incluso, si estos resultan útiles o del gusto de los beneficiarios. Ello significa ser presas del consumismo, es decir gastar por gastar, el cual bombardea las conciencias de las personas, a través de anuncios manipuladores por su mensaje.
El ‘adviento’ del mundo, incita, así mismo, a toda clase de abusos y desórdenes en su vida personal, familiar y social, influyendo para hacerles creer que mientras más se coma, más se beba –especialmente bebidas alcohólicas- y, como consecuencia, más se desaten las pasiones humanas, se vive y se disfruta más la Navidad.
En contraposición, el auténtico Adviento, el que celebramos o deberíamos de celebrar los cristianos significa un tiempo de preparación en todas las dimensiones, pero de manera especial la espiritual, ya que esperamos a un Dios, no que ya vino y se fue, sino que viene constantemente a nuestra vida y por ello nuestra actitud en esta espera debe ser, entonces, estar firmes, no dejarse llevar por las falsas ideologías y los errores del tiempo, no sucumbir a la tentación del paraíso en la tierra, no perder nunca de vista la patria definitiva, los ojos fijos en la eternidad.
Un ingrediente de la firmeza deberá ser la vigilancia, según nos lo recomienda el Señor en el Evangelio de hoy. Vigilar para que no pase inadvertido el momento de Dios. Vigilancia que debe unirse con la sobriedad: ser sobrio es no abusar de las cosas de este mundo, no echar raíces demasiado profundas en esta tierra, porque este mundo es finito.
Francisco Javier Cruz Luna
Ya estamos en Adviento
Cada año nos preparamos a la Navidad con mucha anticipación, pero por si se nos olvida, ya la publicidad se encarga de recordarlo; si bien, no siempre en forma muy acertada, ya que entre tantos mensajes comerciales se esfuma a veces lo principal. A veces ni se acuerdan de que la fiesta es precisamente por Jesús.
Mirando hacia nuestra realidad presente tenemos que percatarnos que estamos iniciando un tiempo muy importante que se llama ADVIENTO y quiere decir: “ya viene” ¿quién? Sin duda el Señor Jesús. Cuando esperamos una visita importante, es evidente que preparamos en la casa un lugar, y que estamos contando los días para recibirle en la forma más adecuada y hasta festiva.
Cuando se trata de la venida del Señor Jesús, sabemos en realidad que ya vino una vez, pero que su llegada se ha vuelto un eterno presente, para todos aquellos que quieren abrir el corazón y recibirlo. Por eso no se trata de esperarlo en el último día de nuestra vida, sino en cada momento de nuestro hoy, porque Él siempre está presente.
La liturgia nos invita a velar y a estar vigilantes, para que cuando llegue no nos encuentre distraídos… y son tantas cosas las que nos sacan de órbita, muchas apoyadas por la publicidad comercial que, en resumidas cuentas, nada tiene que ver con nuestra idiosincrasia, sino que la hemos adoptado por novelería, por moda o por imitación.
Sería bueno preguntarnos de verdad y sinceramente sobre el sentido profundo de nuestro Adviento, o sea de nuestra preparación a la Navidad para que no se nos esfume todo en un cansancio inútil y que no se nos escape un tiempo tan maravilloso como humo vano.
Ahora estamos a tiempo, hoy podemos hacer que nuestra Navidad sea algo verdaderamente hermoso, porque todo lo que viene de Dios es un auténtico milagro.
Oración
Señor Jesús, estamos iniciando un nuevo Adviento,
y en realidad no es que tan sólo esta época del año
sea cuando vienes a nosotros; aunque sí,
ciertamente es un tiempo fuerte muy especial
en el cual podemos pedir con más insistencia,
que vengas a nuestro corazón y a nuestra vida.
Lo pedimos en estos días navideños
con la misma ternura con que esperamos un hijo.
Y sabemos que Tú eres el Hijo eterno de nuestro Padre Dios,
que se nos da en los brazos de la Virgen María
para salvación de todos los seres humanos que,
en cualquier época de la historia, transitamos por este mundo.
Por eso queremos estar presentes y vigilantes pidiéndote:
Paz, bendiciones, alegría y felicidad para todos. Amén
María Belén Sánchez, fsp
PRIMERA LECTURA:
Isaías 63, 16b-17.19b; 64, 2b-7
“Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.”
SEGUNDA LECTURA:
Primera carta de san Pablo a los Corintios 1, 3-9
“Dios nos llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!”
EVANGELIO:
San Marcos 13, 33-37
“Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”.
GUADALAJARA, JALISCO (30/NOV/2014).- Hoy es el primer domingo de adviento. El pueblo de Dios, la Iglesia, en cuatro semanas realiza los preparativos destinados a celebrar con Fe y alegría la primera venida de Cristo, el Verbo de Dios hecho hombre en el seno de María y nacido para salvar a todos los necesitados.
La liturgia del adviento tiene dos características: austeridad y esperanza. Son los preparativos, y por tanto no es el momento de ponerse los vestidos de fiesta, ni de celebrar anticipadamente el glorioso acontecimiento.
El Evangelio de este domingo es una llamada a estar preparados: “velen pues y estén preparados, porque no saben qué día va a venir el Señor”.
El cristiano ha de estar en oración y vigilante siempre. La vigilancia es una actitud de precaución, de previsión, de planeación.
Sólo la Fe compromete al cristiano a vigilar y le da libertad de escuchar a Dios y de obedecer en orden a un fin trascendente, el haber sido hecho a imagen y semejanza de su creador. Fácil es dejarse arrastrar, sin sentir, por el ambiente. Por lo mismo, ha de estar siempre, ahora, vigilante.
Luz y verdad, verdad y luz, son términos convertibles. Donde está la verdad está la luz. Cristo es la verdad, Él es la luz.
La senda de la luz es respuesta sencilla, dócil, a la palabra de Cristo. Es la vida cotidiana de actos sencillos; es el modo de vivir en la luz.
El hombre del siglo XXI busca llenar todas sus aspiraciones, impulso permanente de progreso, en la técnica, en las ciencias, en el desarrollo económico de los individuos y de los pueblos.
Mas la realización plena, según el plan de Dios, no es sólo la construcción de la ciudad terrestre, ya que el momento actual ofrece atractivos para permanecer. Pero el hombre siempre ha de tener presente su condición de itinerante, para no hacer posada permanente en ninguna estación en el tiempo, porque va de paso.
Es el adviento una peregrinación hacia Cristo.
José Rosario Ramírez M.
El árbol de Navidad
Los primeros documentos que nos hablan de la costumbre de colocar en Navidad árboles de abeto o de pino en las casas son del siglo XVII y mencionan a la región de Alsacia, tierra que se encuentra entre Alemania y Francia. Sin duda se alude al árbol de la vida, que debería nutrir a los primeros hombres, y al que, después de la caída, un querubín les impidió acercarse.
Por el nacimiento de Cristo, los hombres renacen y tienen acceso a la plenitud de la vida. Pero Cristo vino no únicamente a salvar a los hombres; vino como cabeza de una nueva creación, vino a renovar todo lo que estaba caído. En su epístola a los Romanos, san Pablo describe cómo toda la creación anhela ser liberada de la esclavitud y de la destrucción y cómo se queja y sufre, tal como una mujer en sus dolores de parto.
No sólo el asno y el buey están al lado del pesebre para reconocer y saludar a su Señor; también el árbol perennemente verde quiere saludar en nombre de la naturaleza renovada a su Señor. En la misa de medianoche de la Navidad entonamos el salmo 95, que nos hace exclamar: “Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo”.
En el año 1223, san Francisco de Asís montó un pesebre viviente entre los árboles de Greccio; con hombres y animales quiso llevar a los fieles el asombro del milagro navideño y a la gratitud. La noche fue iluminada con antorchas y lámparas de aceite. Los corazones se encendieron por un amor que vence a la rutina de la superficialidad. “Navidad, dijo san Francisco, es canto, es júbilo, pero ante todo es meditación y adoración de rodillas”. A esta actitud debe llevarnos la contemplación del árbol de Navidad, el humilde y silencioso compañero y representante de la naturaleza delante del pesebre.
El auténtico Adviento cristiano
Estamos iniciando hoy en la Iglesia, un nuevo año litúrgico, y con él, el tiempo denominado de Adviento, un tiempo que todo aquel que cree, sigue y obedece a Jesucristo, el Señor, debería distinguir muy bien en cuanto su significado, su vivencia y su trascendencia.
Para coadyuvar a esa distinción tan necesaria para todo cristiano, vamos a hacer una breve relación que manifieste la contraposición que hace el mundo y sus agentes, a los valores del Adviento cristiano.
En primer lugar, y estando de acuerdo en que el Adviento es para prepararse a la llegada de la Navidad, veamos lo esencial y preguntémonos qué significa la Navidad, y que no es otra cosa que la conmemoración y la actualización del misterio más grande de la humanidad, que es la encarnación y nacimiento de el niño Jesús, quien es Dios hecho hombre, enviado por el Padre para salvar al mundo de su condenación eterna.
Y resulta que el ‘adviento’ del mundo nos habla de un gran mercantilismo, y así aunque exista crisis económica y financiera mundial, muchos, aunque sean artículos menos costosos que en otras ocasiones, harán el gasto para regalar algo, no importando, incluso, si estos resultan útiles o del gusto de los beneficiarios. Ello significa ser presas del consumismo, es decir gastar por gastar, el cual bombardea las conciencias de las personas, a través de anuncios manipuladores por su mensaje.
El ‘adviento’ del mundo, incita, así mismo, a toda clase de abusos y desórdenes en su vida personal, familiar y social, influyendo para hacerles creer que mientras más se coma, más se beba –especialmente bebidas alcohólicas- y, como consecuencia, más se desaten las pasiones humanas, se vive y se disfruta más la Navidad.
En contraposición, el auténtico Adviento, el que celebramos o deberíamos de celebrar los cristianos significa un tiempo de preparación en todas las dimensiones, pero de manera especial la espiritual, ya que esperamos a un Dios, no que ya vino y se fue, sino que viene constantemente a nuestra vida y por ello nuestra actitud en esta espera debe ser, entonces, estar firmes, no dejarse llevar por las falsas ideologías y los errores del tiempo, no sucumbir a la tentación del paraíso en la tierra, no perder nunca de vista la patria definitiva, los ojos fijos en la eternidad.
Un ingrediente de la firmeza deberá ser la vigilancia, según nos lo recomienda el Señor en el Evangelio de hoy. Vigilar para que no pase inadvertido el momento de Dios. Vigilancia que debe unirse con la sobriedad: ser sobrio es no abusar de las cosas de este mundo, no echar raíces demasiado profundas en esta tierra, porque este mundo es finito.
Francisco Javier Cruz Luna
Ya estamos en Adviento
Cada año nos preparamos a la Navidad con mucha anticipación, pero por si se nos olvida, ya la publicidad se encarga de recordarlo; si bien, no siempre en forma muy acertada, ya que entre tantos mensajes comerciales se esfuma a veces lo principal. A veces ni se acuerdan de que la fiesta es precisamente por Jesús.
Mirando hacia nuestra realidad presente tenemos que percatarnos que estamos iniciando un tiempo muy importante que se llama ADVIENTO y quiere decir: “ya viene” ¿quién? Sin duda el Señor Jesús. Cuando esperamos una visita importante, es evidente que preparamos en la casa un lugar, y que estamos contando los días para recibirle en la forma más adecuada y hasta festiva.
Cuando se trata de la venida del Señor Jesús, sabemos en realidad que ya vino una vez, pero que su llegada se ha vuelto un eterno presente, para todos aquellos que quieren abrir el corazón y recibirlo. Por eso no se trata de esperarlo en el último día de nuestra vida, sino en cada momento de nuestro hoy, porque Él siempre está presente.
La liturgia nos invita a velar y a estar vigilantes, para que cuando llegue no nos encuentre distraídos… y son tantas cosas las que nos sacan de órbita, muchas apoyadas por la publicidad comercial que, en resumidas cuentas, nada tiene que ver con nuestra idiosincrasia, sino que la hemos adoptado por novelería, por moda o por imitación.
Sería bueno preguntarnos de verdad y sinceramente sobre el sentido profundo de nuestro Adviento, o sea de nuestra preparación a la Navidad para que no se nos esfume todo en un cansancio inútil y que no se nos escape un tiempo tan maravilloso como humo vano.
Ahora estamos a tiempo, hoy podemos hacer que nuestra Navidad sea algo verdaderamente hermoso, porque todo lo que viene de Dios es un auténtico milagro.
Oración
Señor Jesús, estamos iniciando un nuevo Adviento,
y en realidad no es que tan sólo esta época del año
sea cuando vienes a nosotros; aunque sí,
ciertamente es un tiempo fuerte muy especial
en el cual podemos pedir con más insistencia,
que vengas a nuestro corazón y a nuestra vida.
Lo pedimos en estos días navideños
con la misma ternura con que esperamos un hijo.
Y sabemos que Tú eres el Hijo eterno de nuestro Padre Dios,
que se nos da en los brazos de la Virgen María
para salvación de todos los seres humanos que,
en cualquier época de la historia, transitamos por este mundo.
Por eso queremos estar presentes y vigilantes pidiéndote:
Paz, bendiciones, alegría y felicidad para todos. Amén
María Belén Sánchez, fsp