Sólo en Dios he puesto mi confianza
El Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de este mundo
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de Isaías (49,14-15):
“Yo no te olvidaré”.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (4,1-5):
“Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón”.
EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo (6,24-34):
“Nadie puede estar al servicio de dos amos”.
GUADALAJARA, JALISCO (26/FEB/2017).- “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se les darán por añadidura”.
Algunos han llamado al tiempo litúrgico ordinario “Ciclo de los Santos”, porque en ese fluir de semanas se van celebrando las conmemoraciones y fiestas de los que han dado testimonio con su vida de caridad, de humildad, de fe, y son los confesores, las vírgenes y los que por la causa de Cristo han derramado su sangre, o sea los mártires. Unos y otros se han esforzado por vivir el Evangelio; unos Y otros han sido seguidores de Cristo, se han negado a sí mismos, han echado sobre sus hombros la propia cruz, han ayudado a otros más débiles a soportar alguna penosa situación de su vida, y han recibido el perdón porque fueron misericordiosos y serviciales con sus semejantes. Desde la Iglesia primitiva, la de los primeros frescos años, ya los cristianos veneraban a esos héroes de la fe, ya recogían las ropas empapadas en sangre de los que, en el circo romano, gloriosamente habían confesado su fe en Cristo, ante un pueblo enloquecido por un emperador obstinado en borrar de la Historia el nombre del cristiano. En 20 siglos de cristianismo se ha enriquecido el número de santos y de santas, en todos los países, con diferentes características de edad, sexo y circunstancias.
En su Primera Carta a los Corintios, San Pablo ha iluminado con su doctrina el admirable misterio de la Iglesia, en la que a todos los bautizados los baña un solo Espíritu, e insiste que uno solo es el Espíritu, pero se manifiesta en el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, en distintos carismas; apóstoles, profetas y una larga lista de dones, gracias de Dios a las que han respondido los santos con la respuesta única e irrepetible de cada uno, según su tiempo, sus circunstancias y, desde luego, los propios carismas, los que han dado ese sello, mas todos de Cristo y en su seguimiento.
“Sólo en Dios he puesto mi confianza...”
Con el salmo 61 el pueblo cristiano responde a la Primera Lectura del profeta Isaías, con una promesa del Señor al pueblo de Israel: “Yo nunca me olvidaré de ti.” y en el Evangelio, Cristo, bondadoso y misericordioso, les dice a quienes lo rodean: “No se preocupen por el día de mañana”. Dios sabe mejor lo que cada uno necesita. Dios a nadie desampara. Dios es Padre. Más a veces suele acontecer que este hombre del Siglo XXI no sólo quiere lo necesario o lo útil, sino que trae la fiebre del consumismo y quiere lo superfluo, los hijos, todo lo que anuncia la televisión. Y en su jerarquía de valores busca y quiere primero lo que debe ser lo último “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se les darán por añadidura”, dijo Jesús a sus discípulos. Los que buscan a Dios de nada carecen. “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta”. Santa Teresa.
El Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya 20 siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana. La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”. Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Sólo algunos ejemplos. “No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.
Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”. “La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
Como ha dicho él mismo: “Este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.