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Si alguno quiere seguirme…

El seguimiento de Cristo es siempre un llamado a la conversión, y ésta es cambio, renuncia, verdadera generosidad; o sea, una total entrega

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de la Sabiduría (9,13-18):

“Los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó”.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a Filemón (9b-10.12-17):

“Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como Cristiano”.

EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (14,25-33):

“El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.

GUADALAJARA, JALISCO (04/SEP/2016).- Porque el hombre es libre, Jesús, el Hijo de Dios, invita, pero no impone su autoridad para que lo sigan.

La Iglesia, sacramento de salvación, es una muchedumbre que camina siguiendo los pasos de Jesús.

En este domingo, el evangelista San Lucas narra que “En aquel tiempo caminaba con Jesús una gran muchedumbre”.

Lo seguían porque era un profeta poderoso en obras y en palabra, y muchos de ellos habían sido favorecidos por los sorprendentes milagros que brotaban de sus manos, o porque todavía esperaban algo de Él.

En el caminar de ese día hizo un alto para dejar caer sobre ellos, para ellos, para todos, una enseñanza luminosa con proyección hasta el fin último del hombre, creado por Dios para ser eterno y eternamente feliz.

Habló de otra manera de caminar, que es vivir. Porque cada minuto, cada hora, cada día, es algo que atrás se deja para ya no volverlo a tener, pues adelante, y siempre adelante, es la dirección de esto que como vida se conoce.

Y la mejor manera de caminar —de vivir— es seguir a Cristo. Mas Él solamente invita. Cada ser humano lleva en su mano el timón de su propia nave. Seguirá a Cristo quien quiera seguirlo.

Este es el profundo misterio de la justificación. Cómo, en un asunto tan grave como es la propia salvación, entra en juego, en forma determinante, la libertad del hombre: si él quiere y si así lo quiere, poner luego los medios para lograr su salvación.

El seguimiento de Cristo es siempre un llamado a la conversión, y ésta es cambio, renuncia, verdadera generosidad, o sea lo mismo que total entrega.

No es marchar tras Cristo y así obtener ventajas económicas o sociales. El verdadero seguimiento es por la convicción de que Cristo es el camino. Es duro seguir a Cristo. Quien afirme que es fácil, es señal de que no lo ha seguido en verdad, porque antes debe llegar un desprendimiento. Si padres, hermanos, riquezas, compromisos sociales, impiden el seguimiento, entonces, aunque sangre el corazón, el verdadero seguidor apartará de sí cuanto le impida caminar. San Ignacio de Loyola dejó en la “Ley del tanto cuanto”, una norma de profunda sabiduría. Es decir todas las cosas en torno del alma, tomarlas en tanto ayuden al bien íntimo; o apartarse de ellas en cuanto sean una barrera, un lastre o algo que desvíe de ir hacia el fin último, que es llegar a Dios.

¿Qué hombre conoce los designios de Dios? ¿Quién es el que en verdad comprende lo que Dios quiere de él?

La verdadera sabiduría está en la contracorriente, que es seguir el camino de Jesús; saber posponer otros intereses; hacer una auténtica escala de valores y asegurar primero lo primero.

El Evangelio de este domingo induce al cristiano a entrar dentro de sí, a examinarse; a ver si su seguimiento de Cristo es de verdad, y a hacer un balance espiritual de su vida.

Cristo pone una parábola con dos personajes: el que quiere construir una torre, y el que organiza un ejército para ir a la guerra. Uno y otro primero tendrán que medir sus fuerzas, o sea contar los recursos con que cuentan. Así en el gran negocio de la salvación, la vigilancia interna —mirar hacia dentro de uno mismo— no sólo es oportuna, sino necesaria.

Ser discípulo de Cristo es participar con el Maestro del realismo supremo de su condición humana. El hombre no se separa de ninguna manera de su condición terrestre, pero está plenamente habilitado para dar consentimiento a su propia condición.

José Rosario Ramírez M.

Reflexionar de la vida como razón de la fe...

Las lecturas de hoy nos invitan a una opción radical de Amor a Dios por encima de toda atadura y limitación. Nos revelan, además, una tremenda herramienta: La Sabiduría, la única capaz de salvarnos a nosotros, los seres humanos, y a nuestras mentes y corazones.

Es un error pretender ser “discípulos” de Jesús sin detenerse nunca a reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos, y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas y responsables, capaces de crear conciencia de las razones de su fe.

Las dos imágenes que emplea son muy concretas. Nadie se pone a “construir una torre” sin tomarse un tiempo para reflexionar sobre cómo debe actuar para lograr acabarla. Sería un fracaso empezar a “construir” y no poder llevar a término la obra iniciada. El Evangelio que propone Jesús es una manera de “construir” la vida. Un proyecto ambicioso, capaz de transformar nuestra existencia. Por eso no es posible terminar viviendo de manera evangélica sin detenerse a reflexionar sobre las decisiones oportunas a tomar en cada momento.

También es claro el segundo ejemplo. Nadie se enfrenta de manera inconsciente a un adversario que le viene a atacar con un ejército mucho más poderoso, sin reflexionar previamente si aquel combate terminará en victoria o será un suicidio. Seguir a Jesús es enfrentarse contra los adversarios del reino de Dios y su justicia. No es posible luchar a favor del reino de Dios de cualquier manera. Se necesita lucidez, responsabilidad y decisión.

En los dos ejemplos de Jesús se repite lo mismo: los dos personajes “se sientan” a reflexionar sobre las verdaderas exigencias, los riesgos y las fuerzas con que han de contar para llevar a cabo su cometido. Según Jesús, entre sus seguidores, siempre será necesaria la meditación, el debate, la reflexión. De lo contrario, el proyecto cristiano puede quedar inacabado.

Es un error en la Iglesia de Jesús ahogar el diálogo e impedir el debate. Necesitamos más que nunca reflexionar y deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy los seguidores de Jesús. No seguir trabajando como si nada pasara. “Sentarnos” para pensar con qué fuerzas hemos de construir el reino de Dios en la sociedad moderna. De lo contrario nuestra evangelización será una “torre inacabada”.

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