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'Señor, sálvame'

El miedo hizo titubear la fe de Pedro, pero no la convicción de poder ser salvado por Jesús

LA PALABRA DE DIOS

• PRIMERA LECTURA:

Primer libro de los Reyes 19, 9a. 11-13a

“Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!”.

• SEGUNDA LECTURA:

San Pablo a los Romanos 9, 1-5


“Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento”.

• EVANGELIO:

San Mateo 14, 22-33


“Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua, pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: ‘Señor, sálvame’”.

GUADALAJARA, JALISCO (10/AGO/2014).- En este domingo  décimo nono ordinario del año, el evangelista San Mateo presenta una escena de la vida de Cristo, en la que Él y sus 11 compañeros fueron testigos y parte.

Para que  los discípulos, todavía titubeantes e indecisos, se definieran, afianzaran su fe, les dio una prueba: una angustia, y luego la alegría, el consuelo, la certeza de quién era su Maestro y el gozo de estar a su lado.

Después del milagro de la multiplicación de los panes, ya casi de noche, Jesús “mandó a sus discípulos subir a la barca y precederle en la otra orilla, mientras Él despedía a la gente”.

Los dejó alejarse, en tanto “Él subió a un monte apartado, para orar”. La barca se había alejado mucho de la tierra y era azotada por las olas, pues el viento le era contrario.

Ya muy entrada la noche, como entre las tres y las cuatro de la mañana, después de horas de miedo y de zozobra, de lucha contra el viento, contra la tormenta, contra las encrespadas olas enloquecidas, “Jesús vino a ellos caminando sobre el mar”. Al verlo ellos andar sobre las olas, se turbaron y decían: “es un  fantasma”. A los apóstoles llegó la voz consoladora de Jesús: “no tengan miedo, soy yo”.

La Iglesia lleva casi 21 siglos de luchar contra vientos adversos, contra olas embravecidas.

Cristo infunde confianza —“no tengan miedo”—, la Iglesia ha de estar en perpetua lucha contra las fuerzas del mal, pero con la certeza de que la entrañable presencia de Cristo los hace valientes.

Pedro, al reconocer a su Maestro caminando en las encrespadas olas, le pidió: “Señor, si eres tú, mándame a ir a ti sobre las aguas”.

Fue una petición audaz. Jesús le dijo: “ven”, y aquel se echó al agua, pero le entró el miedo. Su fe todavía era poca, inmadura, irresponsable, subdesarrollada… y fracasó. Al sentir la fuerza  del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y grito: “Señor, sálvame”.

El Evangelio de este domingo convoca a tomar o retomar el hilo del tema ”salvación”, interrumpido o menoscabado muchas veces por fugaces intereses, por infidelidades, por orgullo del hombre, por falta de entrega, por comodidad. Cristo quiere que todos se salven.

Los primeros cristianos le daban frecuentemente a Cristo el nombre de Salvador, para expresar la esperanza y la alegría de que su muerte y su resurrección fueron el precio de la salvación de todos.

La presencia de Cristo ahora, en medio del pueblo, es presencia salvadora. Es el gran  consuelo, es la garantía de la salvación; es el mediador entre los hombres pequeños, limitados, contingentes, débiles y el Padre todopoderoso.

Ahora pertenece a las generaciones jóvenes subir a la barca a encontrar a Cristo, porque Él es amor, alegría, paz.

José Rosario Ramírez M.

• No es un rescatista

La idea de salvación se expresa en hebreo con toda una serie de raíces que se refieren a la misma experiencia fundamental: salvarse uno es verse sustraído a un peligro en que estaba expuesto a perecer. Según la naturaleza del peligro, el acto de salvar tiene afinidad con la protección, la liberación, el rescate, la curación, y la salvación la tiene con la victoria, la vida, la paz.

A partir de tal experiencia humana y utilizando los términos mismos que la expresaban, explicó la revelación los aspectos más esenciales de la acción de Dios en la Tierra: Dios salva a los hombres, Cristo es nuestro Salvador, el Evangelio aporta la salvación a todo creyente.

Este es un término clave, la salvación es central en el discurso bíblico, ya que la idea de un Dios que salva a sus fieles es común a todas las religiones. Pero la experiencia histórica del pueblo de Dios le da una coloración particular que explica por una parte su empleo en la escatología profética.

Jesús se presenta como Salvador mediante actos significativos. Salva a los enfermos curándolos, salva a Pedro caminando sobre las aguas y los discípulos sorprendidos por la tempestad.

Jesucristo aporta a los hombres una salvación mucho más importante que la solamente física; la pecadora se salva porque le perdona sus pecados. Para ser salvados es necesario acoger con fe el Evangelio, y con él a Jesucristo. Ya que Él vino a estar entre nosotros para salvar lo que estaba perdido, para salvar al mundo y no para condenarlo.

El miedo puede sustraernos de la acción de Jesucristo y llevarnos a dejar de verlo y confiar plenamente en Él, por dar mayor valor al miedo que a la fe, por lo cual como Pedro, muchas veces podemos hundirnos, por falta de fe, pero también sería bueno como él, gritar con firmeza: “Señor, sálvame”.

• Libres de miedo


Durante mucho tiempo se desvirtuó nuestra religión llenándola de tabúes y temores, de ideas falsas y de ídolos, y, aunque se ha evolucionado, ha habido cambios, particularmente gracias a la celebración del Concilio Vaticano II, todavía se arrastra con muchos de esos atavismos, pues persisten, y desafortunadamente no son pocos quienes utilizan el miedo para lograr sus fines, así sean estos 'muy santos y bien intencionados'; por mencionar algunos: los papás que infunden miedo en sus hijos para que se porten bien y sean buenos hijos; los profesores que con amenazas esperan que sus alumnos sean más responsables y cumplidores;  y hasta algunos sacerdotes o guías espirituales que, suscitando miedos en sus feligreses, buscan que estos cambien su forma de vivir y se apeguen más a su religión y a su Iglesia.

Y, en realidad, lo que hacen no es otra cosa que proyectar sus propios miedos, de los cuales o no han querido o no han podido liberarse, porque quizá ni siquiera son conscientes de ellos, y causan en los demás daños, heridas, traumas, etc.

Así pues, una falsa concepción de la religión, al igual que el mundo, los acontecimientos, las personas, las circunstancias y muchos factores más, ha influido para que la mayoría de los seres humanos sean presas del miedo y vivan aterrorizados permanentemente, contradiciendo al Evangelio en el que se encuentran múltiples exhortaciones y advertencias a no temer y a no dejarse dominar por el miedo; tal es el caso del pasaje evangélico de este domingo, en el que, ante el miedo a los fantasmas, Jesús les dice a los discípulos: "No tengan miedo; Yo soy"; y de la misma manera nos lo dice para toda ocasión y para todo aquello que nos cause o provoque ese sentimiento negativo. Y si lo afirma, es que sí podemos ser liberados de todos ellos. Y para lograrlo, basta con:

> Ser conscientes de que los tenemos, de que estamos programados para ellos y de las causas que los provocan, reconocerlos y aceptar nuestra realidad con humildad.

> No confiar en nuestros sentimientos que muchas veces son engañosos, ni tampoco en aquellas personas que los suscitan en nosotros, sino confiar única y absolutamente en Dios, como lo tendría que haber hecho Pedro (según el Evangelio de hoy) y no dudar, ya que su miedo, consecuencia de no confiar en Jesús y en sus palabras, provocó que se empezara a hundir en el agua.

> Pedirle al Señor todos los días, el don de la confianza en Él y el de la liberación de todos nuestros miedos, de sus causas y consecuencias.

De esta manera podremos atacar de raíz este tipo de esclavitud tan extendida en el mundo.

Francisco Javier Cruz Luna

• Todo es posible para quien tiene fe.

Desde que el mundo es mundo, los seres humanos han actuado absurdamente, y conforme pasan los tiempos, en vez de mejorar lo sensato, el absurdo crece.

Y pensar que los humanos fueron creados por Dios a su imagen y semejanza y que a todos nos dio la capacidad y la calidad para elevarnos a planos superiores, donde podemos escalar niveles que nos acercan a ese ideal divino que el Creador soñó al poner a los humanos como centro y eje de todo el mundo.

Esto y mucho más podemos reflexionar al escuchar en el Evangelio que la fe puede hacer los mayores milagros, y que en el momento que la fe falla todo se desmorona y se hunde como quien camina sobre el agua.

Hay quienes se figuran que la fe es una fantasía, y quienes consideran que vivir de fe es tontería, ¿y qué vemos en torno? Precisamente que cuando falla la fe, se pierde el camino y se desliza por la insensatez más absurda.

Hoy por hoy, lo que debemos hacer es reflexionar con seriedad y volver al camino de la fe, que muy bien nos lo ha marcado Jesucristo nuestro Señor al darnos en su Evangelio las pautas para vivir una vida verdaderamente humana y que se eleva hasta lo divino.

Esto lo sabemos, lo hemos escuchado infinidad de veces y nunca serán suficientes mientras no tengamos una actitud de conversión que es lo único que nos puede hacer vivir verdaderamente en la dinámica del milagro.

El mismo milagro que sostuvo a los santos, el mismo milagro que hizo a Pedro caminar sobre el agua. Milagros que pueden repetirse en nuestros días si encontramos cómo vivir la auténtica fe, en Dios Padre, en Jesucristo nuestro Salvador y en el Espíritu Santo que vive todavía en el corazón de todo el que está dispuesto a superar la duda existencial.

ORACIÓN

Señor Jesús, muchas veces se me va la vida tras mariposas de colores, o en pos de espejismos que atraen fuertemente mi atención.

Pero la fe que tú me pides, la que me ofreces y me das, está a otros niveles.

Si yo tuviera fe y la viviera integralmente y de corazón, así como Tú me has enseñado, mi corazón y mi vida tomarían otro rumbo, y juntando esta fe sincera con la fe de mis hermanos, hasta el mundo cambiaría.

Porque lo que Tú quieres es caridad, tolerancia, no violencia, no dominio ni altanería, sino bondad, misericordia y amor como el que Tú nos has dado…

Ayúdanos Señor a entender a vivir tu enseñanza para hacer brillar la vida, para construir en vez de destruir, para compartir en vez de oprimir. Enséñanos a ser como Tú, Señor.

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