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'Perdona Señor nuestros pecados'

Las dos condiciones para la oración impetratoria: pedir con humildad y pedir con Fe

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Levítico 13, 1-2.44-46

“Cuando a alguno se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes”.

SEGUNDA LECTURA:

Primera carta de San Pablo a los Corintios 10, 31–11,1

“No dé motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios”.

EVANGELIO:

San Marcos 1, 40-45


“Si quieres, puedes limpiarme. Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio”.

GUADALAJARA, JALISCO (15/FEB/2015).-
Con sencillez y asombro presenta San Marcos un milagro más, en los inicios de la vida pública de Cristo.

Es ahora un leproso el curado, porque la compasión y el poder del Señor dejan limpias las carnes purulentas y doloridas de aquel hombre. Era la lepra una enfermedad entonces incurable. Era la más temida de las enfermedades, y, temerosos de contagiarse, dictaron leyes severas para alejar a los enfermos de ese terrible mal de todo trato con sus parientes y cercanos.

Así, aislado, separado de los suyos, cubierto de llagas, el leproso del que habla San Marcos pensó en Cristo. Había llegado a sus oídos la fama de Jesús de Nazaret. Decía la gente que curaba a los enfermos, que expulsaba a los demonios y que hablaba de cosas tan bellas como nunca antes habían oído.

Las multitudes acudían a oírle, a verlo, a pedirle que los curara, a tocar al menos su manto.

Y el leproso se le acercó a Cristo.

La enfermedad, la lepra, llevó a aquél hombre a infringir la prohibición legal de acercarse a los sanos, y con mucha audacia se postró de rodillas ante Jesús y le dijo: “Si tú quieres, puedes curarme”.

En estas cinco palabras se encierran la intensidad del deseo y la fuerza de la fe, porque cree el leproso que Jesús tiene poder para limpiar sus carnes de esas llagas, y que todo depende de su divina voluntad.

Por eso empieza diciendo: “Si tú quieres”. Son las dos condiciones para la oración impetratoria: pedir con humildad y pedir con Fe.

La perfecta oración mereció una respuesta positiva: “Sí quiero, sana”.

Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio. Así lo atestigua San Marcos, también Mateo y Lucas narran este milagro.

Ya curado el leproso, Cristo le ordena que cumpla una prescripción de la ley de Moisés: “Ve y muéstrate al sacerdote”.

Aquí ya se muestra el orden que establecerá Cristo en su Reino, en la Iglesia, para curar de la lepra del alma a los pecadores.

“Perdona Señor nuestros pecados”. Con estas palabras el pueblo cristiano suplica en la misa de hoy después de la primera lectura. El hombre que sufre acude a Dios, singularmente cuando el peso de su cruz le agobia, o la vergüenza de sus pecados lo llena de temor y angustia.

Es el momento de buscar a Cristo como lo hizo el leproso, sabiendo que alcanzará el perdón y será muy llevadera su cruz.

José Rosario Ramírez M.

La lepra

De esta enfermedad hay una gran cantidad de referencias en las Sagradas Escrituras, y de igual manera un buen número de personas curadas, hemos de decir que éstas se dividen en dos grupos: las curadas naturalmente y aquellas otras que sanaron a través de un milagro, como Naamán, el sirio, en las aguas del Jordán, que es un signo de la benevolencia divina y del poder profético.

Cuando Jesús cura a los leprosos hace latente en ellos el triunfo sobre las llagas que les atormentaban, curando a los hombres, toma sobre sí sus dolencias y las hace propias, restaurando su condición de sanos y limpios. Purificando a los leprosos y reintegrándolos a la comunidad, cancela con un gesto milagroso la separación entre puro e impuro.

En los casos en los cuales aún prescribe el mandato o costumbre de las ofrendas legales, les pide cumplan con ella no como una condicionante para hacer efectivo el milagro recibido, sino como un testimonio, de esta manera los sacerdotes comprobaban el respeto que Jesús tenía a la ley, a la vez que su poder milagroso de realizar aquello que sólo Dios puede.

Junto con otras curaciones, la de los leprosos es, por tanto, un signo de que Él es sin duda el que ha de venir. Cumpliendo las promesas anunciadas, los ciegos ven, los cojos andan, los enfermos quedan sanos.

Así los 12 enviados por él en misión reciben la orden y el poder de mostrar con este signo que el Reino de Dios está presente.

Nuestra sociedad enferma

Son muchos los síntomas, las señales y evidencias de que nuestra sociedad está enferma, de que padece una especie de lepra social

La crisis que vivimos y que cada día se agudiza más, siendo una crisis de fe,  manifiesta muchos de esos síntomas, de esas evidencias.

Con qué ligereza se les quita la vida a otras personas, y con qué ligereza se trata el asunto en muchos medios de comunicación, y realmente alarmante, con qué ligereza y naturalidad, y con una nula capacidad de asombro, muchos ya se han acostumbrado a ver y escuchar las noticias terribles que día a día se nos dan, y ni se inmutan. De igual manera, con qué irresponsabilidad e ignorancia, ya sea culpable o no, se está manejando e influyendo en el criterio de la población el asunto del asesinato de millones de seres humanos indefensos por medio de la práctica del aborto.

Verdaderamente alarmante es la penetración en todos los ambientes, con personas de todas las edades, clases sociales, niveles económicos y culturales, de la distribución y venta de enervantes y drogas en general, llegando a ser una verdadera carga para las familias, la sociedad y el país entero.

La facilidad con la que los niños, adolescentes, jóvenes y adultos, acceden a todo tipo de degradación en la dimensión sexual de la persona humana: desde la pornografía hasta el poder inmiscuirse personalmente y “a todo color” en esas prácticas, ante la gran oferta de ‘servicios’  que hoy se ofrecen.

Podríamos continuar con una larga lista, mas creemos que tenemos con esa “muestra” de la realidad, a la que hemos llamado por su nombre y no con motes que quieren disimular lo serio y grave que son esas manifestaciones de la misma.

Las preguntas que surgen ante todo esto también podrían ser muchas, tales como: ¿Qué se está haciendo al respecto? ¿Se quiere en realidad atacar estos problemas o tan sólo se tienden cortinas de humo, o se dan aspirinas para el dolor de cabeza, soslayando esa lepra tan perniciosa? ¿En dónde está la verdadera solución a todo esto y más?

El Evangelio de este domingo nos revela no sólo la solución, sino a Aquél que es la solución y no sólo a estos problemas, a estas realidades, sino a toda la vida del ser humano: Jesucristo, el Hijo Único de Dios, Dios y Hombre verdadero, al que el Padre envió, justamente para salvar al hombre de la esclavitud de todo pecado y de quien lo suscita.

Jesús, al sanar al leproso, lo hace integralmente, de forma tal que no sólo quedó libre de toda atadura física, mental, espiritual, sino que se convirtió en un servidor de Él, demostrando con ello, una vez más, que para Él no había imposibles.

¿A quién acudes tú, hermano(a) ante tus problemas, tus enfermedades, tus esclavitudes, tus angustias, tus dolores y sufrimientos? ¿A tantos falsos profetas que te ofrecen soluciones falsas, que lejos de ayudarte te hunden más, o al verdadero profeta  y enviado de Dios, a Jesús, quien, por lo demás, ha demostrado hasta el cansancio que basta con que haya un poquito de fe en los corazones para que Él haga maravillas?

Ya viene la Cuaresma


Un tiempo especial de gracia y bendición se avecina. Dentro de breves días estaremos ya entrando por la puerta grande del Miércoles de Ceniza.

Este día todo mundo va a la Iglesia, porque el rito es muy sugerente, porque a algunos tal vez les parece que con eso ya han cumplido… pero ese es sólo el inicio. La Cuaresma se extiende  hasta la Pascua.

Y la forma de vivir este tiempo privilegiado es también diferente para cada persona. Algunos lo toman muy en serio, otros como pretexto para consumir mariscos, y a lo mejor algunos para una verdadera conversión.

Y lo que verdaderamente significa Conversión es un cambio radical, desde lo más íntimo del ser, dejando todo lo que ata, lo que crea impedimentos interiores en la mente y en el corazón; un cambio que lleve a vivir verdaderamente en libertad.

Como el leproso que se acercó a Jesús para pedirle que cambiara su situación de enfermo, de marginado, de excluido y para que hiciera de él una persona digna, que pudiera presentarse ante todos con la frente alta y hablar libremente sin trabas y sin miedo.

El leproso del cual nos habla hoy el Evangelio es exactamente un reflejo de nuestra propia persona.

Aunque, ciertamente, a ninguno de nosotros nos gusta que nos llamen leprosos ni que nos excluyan de sus círculos o que rehúyan nuestra amistad, porque no somos gente muy recomendable.

De hecho, más sinceridad se requiere para aceptar que a través del tiempo mucho polvo se ha pegado en el corazón y que no siempre hemos actuado de la mejor forma, ni podemos mostrarnos ante Dios y ante los demás con transparencia y con autenticidad.

También en este tiempo se hace un llamado  fuerte a renovar la fe, porque el Señor Dios quiso manifestarse a la humanidad en Cristo Jesús, lo menos que podemos hacer nosotros para salvarnos es acercarnos a Él.

Entonces la actitud más sensata es acercarse al Señor y decirle con todo el corazón la siguiente oración:

Señor, si quieres, puedes limpiarme,
puedes curar la lepra de mis egoísmos,
de mis mentiras, de mi falsedad.
Señor, si Tú quieres,
puedes volverme tan limpio
como cuando salí de tus manos
y me diste la oportunidad de vivir libremente.
Esa libertad, que no siempre
he aprovechado bien, ni de la mejor forma.

María Belén Sánchez, fsp

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