Suplementos
'Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida', dice el Señor
Cristo se ofrenda para que los hombres tengan vida eterna
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de los Proverbios (9,1-6):
“Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia”.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios (5,15-20):
“Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.”.
EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (6,51-58):
“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.
GUADALAJARA, JALISCO (16/AGO/2015).- El hombre ha llegado a ser dueño de casi todo el Universo y sin embargo no ha podido encontrar la paz; no ha dado con la fuente de la verdadera alegría. Es dueño de los secretos de la ciencia; domina la técnica; ha multiplicado los medios para ser feliz, con máquinas y recursos, en un precipitado ir, a veces sin pensar ni a dónde, ni porqué ni para qué.
No se puede recorrer este tiempo llamado vida sin tener un sentido claro de la razón por la que se va; y es entonces el momento de encontrar a Cristo y en Él, por Él y con Él tener el alimento del alma, porque el hombre es anuncio de muerte y el remedio lo da Cristo a la humanidad hambrienta de pan para el alma.
El cuerpo y la sangre del Señor significan el alimento sustancial no para el sentido, sino para abrirse existencialmente a Dios y así liberarse el hombre del encierro funesto, de ser esclavo de sí mismo y al mismo tiempo abrirse hacia los demás.
La vida que Cristo vino a traer a la Tierra no se alimenta con manjares materiales, pero necesita de un alimento para ser alimento del espíritu.
La vida del cuerpo sin la vida del espíritu no tiene sentido, porque el hombre hecho, creado a imagen y semejanza de su creador, es espiritual. No es solamente un cuerpo, es además alma inmortal y anhela la vida eterna. Ha de comer la carne y beber la sangre de Cristo para tener vida eterna.
Con esta repetida expresión verdadera comida, verdadera bebida, el Señor quiere de una vez y para siempre que se excluya cualquier otra interpretación meramente simbólica.
Ha de quedar muy claro que Él se dará con su cuerpo como comida verdaderamente y como bebida con su sangre verdaderamente.
Más claro no se podía hablar.
De esa fe, más de 20 siglos de fe del pueblo cristiano son la respuesta. Desde la última cena, el pueblo cristiano se ha nutrido con ese pan, que es Cristo, en un sagrado banquete que se ha celebrado siempre, en todas partes, por los hombres de toda raza, cultura y nación.
Para todos, Cristo, oculto bajo la misma apariencia de un pedazo de pan, ha sido alimento, fortaleza, consuelo, alegría, prenda de vida eterna, gozo y vínculo de unidad y amor para el pueblo peregrinante.
José Rosario Ramírez M.
Realización, felicidad plena
Las lecturas de este domingo nos dan un mensaje totalmente clave para nuestra vida cristiana. En el Libro de Proverbios se presentan siete acciones: Construir, adornar, matar, preparar, poner, enviar y mandar.
Dios nos llama para que seamos capaces de construir vidas felices, adornadas con su presencia tangible en cada acto de amor que realizamos con nosotros mismos y con los demás. Es decir, matando cada una de las actitudes que nos alejan de nuestros semejantes. De ahí que Pablo recuerda en su carta enviada a la comunidad de Éfeso, que el bien y el mal existen; todo hombre tiene como regalo la libertad para elegir su rumbo. Para llegar a la realización personal es necesario examinar todo bajo el criterio de la verdad y la rectitud.
Quien es capaz de analizar su propia vida (discernir), podrá rechazar aquello que le daña, incluso cuando sea placentero, y optará por lo que le favorece, de esta manera se podrá cumplir el proyecto del Padre sobre nosotros; la realización y felicidad plena.
La invitación del Padre siempre va a partir del verbo santificar, es decir, posee un sujeto divino; Dios. Su invitación es personalizada, quiere que cada una de nuestras decisiones, incluso las más personales, adopten su presencia, a fin de que entendamos cómo de Él procede todo, la fuerza que da resultado a nuestros, deseos incluso el mismo germen de estos deseos; el pan y el hambre.
En el Evangelio una vez más Jesús le da importancia al contacto con los otros; por ello constantemente su vida nos habla de la intimidad que tiene con los semejantes a través de compartir el pan, Él se entrega a los otros sin medida, nadie puede llegar a un banquete sin invitación. Dios directamente nos construye la invitación hacia la felicidad; adorna nuestro camino en cada compartir con los otros; prepara el banquete; y nos envía a ser multiplicadores de su presencia. El Padre crea, el Hijo acompaña y el Espíritu Santo guía. De la vivencia del hoy vendrá el mañana. Todo ser humano tiene que aprovechar al máximo el momento presente.
PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de los Proverbios (9,1-6):
“Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia”.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios (5,15-20):
“Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.”.
EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Juan (6,51-58):
“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.
GUADALAJARA, JALISCO (16/AGO/2015).- El hombre ha llegado a ser dueño de casi todo el Universo y sin embargo no ha podido encontrar la paz; no ha dado con la fuente de la verdadera alegría. Es dueño de los secretos de la ciencia; domina la técnica; ha multiplicado los medios para ser feliz, con máquinas y recursos, en un precipitado ir, a veces sin pensar ni a dónde, ni porqué ni para qué.
No se puede recorrer este tiempo llamado vida sin tener un sentido claro de la razón por la que se va; y es entonces el momento de encontrar a Cristo y en Él, por Él y con Él tener el alimento del alma, porque el hombre es anuncio de muerte y el remedio lo da Cristo a la humanidad hambrienta de pan para el alma.
El cuerpo y la sangre del Señor significan el alimento sustancial no para el sentido, sino para abrirse existencialmente a Dios y así liberarse el hombre del encierro funesto, de ser esclavo de sí mismo y al mismo tiempo abrirse hacia los demás.
La vida que Cristo vino a traer a la Tierra no se alimenta con manjares materiales, pero necesita de un alimento para ser alimento del espíritu.
La vida del cuerpo sin la vida del espíritu no tiene sentido, porque el hombre hecho, creado a imagen y semejanza de su creador, es espiritual. No es solamente un cuerpo, es además alma inmortal y anhela la vida eterna. Ha de comer la carne y beber la sangre de Cristo para tener vida eterna.
Con esta repetida expresión verdadera comida, verdadera bebida, el Señor quiere de una vez y para siempre que se excluya cualquier otra interpretación meramente simbólica.
Ha de quedar muy claro que Él se dará con su cuerpo como comida verdaderamente y como bebida con su sangre verdaderamente.
Más claro no se podía hablar.
De esa fe, más de 20 siglos de fe del pueblo cristiano son la respuesta. Desde la última cena, el pueblo cristiano se ha nutrido con ese pan, que es Cristo, en un sagrado banquete que se ha celebrado siempre, en todas partes, por los hombres de toda raza, cultura y nación.
Para todos, Cristo, oculto bajo la misma apariencia de un pedazo de pan, ha sido alimento, fortaleza, consuelo, alegría, prenda de vida eterna, gozo y vínculo de unidad y amor para el pueblo peregrinante.
José Rosario Ramírez M.
Realización, felicidad plena
Las lecturas de este domingo nos dan un mensaje totalmente clave para nuestra vida cristiana. En el Libro de Proverbios se presentan siete acciones: Construir, adornar, matar, preparar, poner, enviar y mandar.
Dios nos llama para que seamos capaces de construir vidas felices, adornadas con su presencia tangible en cada acto de amor que realizamos con nosotros mismos y con los demás. Es decir, matando cada una de las actitudes que nos alejan de nuestros semejantes. De ahí que Pablo recuerda en su carta enviada a la comunidad de Éfeso, que el bien y el mal existen; todo hombre tiene como regalo la libertad para elegir su rumbo. Para llegar a la realización personal es necesario examinar todo bajo el criterio de la verdad y la rectitud.
Quien es capaz de analizar su propia vida (discernir), podrá rechazar aquello que le daña, incluso cuando sea placentero, y optará por lo que le favorece, de esta manera se podrá cumplir el proyecto del Padre sobre nosotros; la realización y felicidad plena.
La invitación del Padre siempre va a partir del verbo santificar, es decir, posee un sujeto divino; Dios. Su invitación es personalizada, quiere que cada una de nuestras decisiones, incluso las más personales, adopten su presencia, a fin de que entendamos cómo de Él procede todo, la fuerza que da resultado a nuestros, deseos incluso el mismo germen de estos deseos; el pan y el hambre.
En el Evangelio una vez más Jesús le da importancia al contacto con los otros; por ello constantemente su vida nos habla de la intimidad que tiene con los semejantes a través de compartir el pan, Él se entrega a los otros sin medida, nadie puede llegar a un banquete sin invitación. Dios directamente nos construye la invitación hacia la felicidad; adorna nuestro camino en cada compartir con los otros; prepara el banquete; y nos envía a ser multiplicadores de su presencia. El Padre crea, el Hijo acompaña y el Espíritu Santo guía. De la vivencia del hoy vendrá el mañana. Todo ser humano tiene que aprovechar al máximo el momento presente.