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La voz

La voz distingue a las personas, al grado que muchas veces sin verles, y con sólo oírles, somos capaces de identificarles, lo cual sólo se puede lograr si he tenido repetido encuentros con el que emite la voz

GUADALAJARA, JALISCO (21/ABR/2013).-

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52


“La Palabra del Señor se difundía por toda aquella región”

SEGUNDA LECTURA:

Apocalipsis 7, 9. 14b-17

“El Cordero que está en medio del trono los apacentará y los conducirá a fuentes de agua viva, y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos”

EVANGELIO:

San Juan 10, 27-30


“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”

REFLEXIONANDO LA FE

Jesús unido al Padre

En el Credo confesamos nuestra fe en Cristo, que «subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre». ¿Qué significa esto para nosotros? Ya al comienzo de su subida a Jerusalén, Jesús ve también esta otra «subida» al cielo con la que culmina su «éxodo» de esta vida, pero sabiendo que la vuelta a la gloria del Padre pasa por la cruz, por la obediencia al designio divino de amor por la humanidad.

También nosotros hemos de saber que entrar en la gloria de Dios exige la fidelidad cotidiana a su voluntad, aun a costa de sacrificios y del cambio de nuestros programas. El íntimo coloquio de Jesús con el Padre antes de la Pasión nos enseña, además, cómo la oración nos da la fuerza de ser fieles al proyecto de Dios. Después, Jesús asciende a los cielos bendiciendo, un gesto sacerdotal para mostrar que, desde el seno del Padre, intercede siempre por nosotros. Él nos ha abierto el paso para llegar a Dios, y nos atrae hacia él, nos protege, nos guía e intercede por nosotros. Mirar a Jesucristo, que asciende a los cielos, es una invitación a testimoniar su Evangelio en la vida cotidiana, con la vista puesta en su venida gloriosa definitiva.

Nuestro camino como creyentes ha de ser al igual que Jesús unidos al Padre en el fiel cumplimiento de su voluntad, en la manifestación cotidiana del amor reflejado en nuestro prójimo, porque solo así se podrá hablar de una auténtica y viva fe.

¿Quién es?


Jesús se define como el buen pastor que conoce y llama a sus ovejas, y como puerta del redil, que es la puerta de la esperanza, porque es capaz de dar al hombre el bien absoluto: la salvación.

Pero todo este amor y esfuerzo de parte de Jesús no tendría ningún efecto, si no fuera escuchado o su voz no fuera proclamada, por lo cual para nosotros es sumamente alentador escuchar y reconocer su voz que es verdadera y tranquilizadora, y al escucharlo caminar en comunión en pos de los derroteros que nos llevan a su meta que es la salvación.

Si Jesús se hace por nosotros un pastor que llama, nosotros debemos tener la humilde docilidad de disponer nuestros oídos para oír su voz. Si se hace puerta, debemos disponernos a entrar por él sin miedo y sin vacilación.

¿Qué dice?

Jesús al definirse como el buen pastor, identificarse con el Padre en la unidad, no lo hace con la intención de entablar un distancia o una autoridad prepotente, sino una cercanía que favorezca la escucha que sólo se da desde la intimidad, para que al atenderlo sepamos qué es lo que nos dice.

Al presentarse como buen pastor, implícitamente nos dice que es el Mesías, para decirnos que nos conoce, nos ama y que está dispuesto a dar su vida por nosotros, ese es su gran mensaje.

El reconocimiento de su voz, y la comprensión de su mensaje, nos lleva a la pertenencia, del mismo modo que el Hijo pertenece al Padre y el Padre pertenece al Hijo, en esta unidad nos hacemos participes y pertenecientes a Dios.

¿Qué nos pide?

Al igual que Pablo y Bernabé, en la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos pide, después de escuchar y reconocer la voz del buen pastor, emprender el camino de la misma misión de Jesús, de la cual nosotros somos emisarios: la salvación de todos los hombres, lo que implica que al igual que Pablo y Bernabé, debemos reconocer que somos elegidos y enviados por el Espíritu Santo, para proclamar de igual manera: “La buena nueva de la promesa hecha a los padres se ha cumplido con la resurrección de Jesús”.

Lo que se nos pide no está exento de dificultades, pero no estamos solos, por lo cual nos ha de alentar más su presencia que las contrariedades, porque como dice el profeta: “se en quien he puesto mi confianza”.

La palabra que se proclama, que es y sigue siendo la misma voz, aun cuando tenga diferentes tesituras, como tantos sean los enviados, sigue siendo la misma voz y si se proclama con fidelidad, seguirá siendo reconocida por los hombres de nuestro tiempo, porque su voz es eterna, ya que es “el mismo, ayer, hoy y siempre”.

Todos somos enviados a manifestar los signos del buen pastor entre nuestros hermanos, pero firmes en su palabra y como claros testigos de su voluntad, para no distorsionar su mensaje, y mucho menos encauzar erróneamente a los que han sido llamados. Porque sus palabras son tan efectivas ayer como hoy: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.

DESDE LAS LETRAS

El buen pastor


Pastor que con tus silbos amorosos

me despertaste del profundo sueño,

Tú que hiciste cayado de ese leño

en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,

pues te confieso por mi amor y dueño,

y la palabra de seguirte empeño,

tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, pastor, pues por amores mueres,

no te espante el rigor de mis pecados,

pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados,

pero ¿cómo te digo que me esperes,

si estás para esperar los pies clavados?

Lope de Vega

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