Suplementos
La obediencia es una virtud moral, y se adquiere con esfuerzo y perseverancia
No basta la fe ni la voluntad para salvarse, es necesario seguir el camino dictado por Jesucristo
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA:
Ezequiel 18, 25-28
“Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”.
SEGUNDA LECTURA:
San Pablo a los Filipenses 2, 1-11
“Tengan los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios”.
EVANGELIO:
San Mateo 21, 28-32
“Los publicanos y las prostitutas nos llevan la delantera en el camino del Reino de Dios, porque ellos sí creyeron”.
GUADALAJARA, JALISCO (28/SEP/2014).- Como lo anunciaron antes los profetas, Jesús el Hijo de Dios entró manso y humilde a Jerusalén, la ciudad de David, montado en su borrico, y ya no volvería a recorrer aldeas y ciudades.
Mientras tanto, un día “entrando en el templo, se le acercaron los sacerdotes y los ancianos”.
Ellos se tenían por buenos, se preciaban por virtuosos y no lo eran. El Señor quería que se convirtieran.
Para ellos y los que siguieron después, y los de este siglo XXI que presumen de ser buenos cristianos y ostentan credencial de virtuosos, Cristo dijo una parábola.
Breve narración limitada a tres personajes, con dos cortos diálogos, un mínimo de palabras y dos desenlaces.
Esta es: “Un hombre tenía dos hijos y fue a ver al primero y le ordenó: 'Hijo, ve a trabajar hoy en la viña'; él le contestó: 'Ya voy, señor' pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: 'No quiero ir', pero se arrepintió y fue".
Ser fieles cumplidores de la ley no es fácil, porque a la hora de la verdad, ser dócil, ser obediente, cuesta, y más cuando están cerca y son atractivos otros intereses.
Obedecer a Dios, obedecer al padre, a la madre, al maestro, siempre será difícil; por lo mismo, siempre es virtud.
Con frecuencia los padres se quejan de sus hijos, “ya no saben obedecer”, que “antes, si”. En verdad, la historia es la misma; entonces y ahora ha estado en crisis la obediencia, porque es más fácil dejarse llevar por los propios gustos que sujetarse a la autoridad, al criterio y a la voluntad ajenos.
La obediencia es una virtud moral, y se adquiere con esfuerzo y perseverancia. El motivo de la obediencia es el amor a Dios y al prójimo.
El cuarto mandamiento de la Ley de Dios recuerda continuamente a los hijos que el respeto a su padre y a su madre es precepto divino y no hechura humana. Que los padres de familia les han transmitido a sus hijos el don de la vida, y a sus hijos les han dado amor y cuidados, los han alimentado, vestido, educado y defendido, y los han hecho crecer en edad, en sabiduría y en gracia.
La obediencia a los padres, a los mayores, a las autoridades, no es simplemente sujetarse a voluntad ajena, sino que ha de ser siempre un acto de amor.
Fariseos del siglo XXI, aunque bautizados cristianos, con una conducta que no es compatible con el verdadero cristianismo, porque muchas veces, como aquellos fariseos, carecen de vida interior y de conciencia personal.
Muchos pecadores y muchas pecadoras se arrepienten y se les adelantan en el Reino de Dios.
José Rosario Ramírez M.
Ejército de enfermos “curados”
¿A qué se refiere Jesús cuando menciona que los publicanos y las prostitutas nos llevan la delantera en el camino del Reino de Dios? Una pregunta que puede no tener respuesta, pero que al momento en que reflexionamos el contexto histórico de aquellos tiempos, podemos pensar que Jesús llega a devolver la dignidad a los que pensaban no valían nada, es Jesús quien los hace personas nuevamente y que sí, los reconoce como pecadores e imperfectos, pero también como hijos de Dios.
Uno de los ejemplos tangibles que podemos tener en estos tiempos es el de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, también conocida como Los Jesuitas.
Dios siempre tiene los medios perfectos para llegar a las personas, y con este Santo no fue la excepción. Haciendo referencia a la pregunta inicial, la vida de este Santo era desgarradora y vana, envuelta en vicios y su plenitud se encontraba en el reconocimiento de los hombres, de lo mundano; era movido por el éxito, el orgullo y la soberbia mundana.
San Ignacio de Loyola fue un hombre que dejó de pelear para ser un rey humano y convertirse en la búsqueda del rey eterno, cambió sus vestidos de soldado por la figura de penitente peregrino con una experiencia solitaria y convertirse en un hombre de estudios.
Son aquellas personas que se arrepienten por los excesos que muchas veces podemos tener en la vida las que trascienden; no una trascendencia humana, sino eterna, él entiende que la vida es demasiado corta para vivir en mediocridad y decide por voluntad poner en marcha el camino al Reino de Dios.
Como San Ignacio, hay miles de personas que han decidido transformar su vida para entregarla al Señor, y no eran ni los más santos, ni las personas más reconocidas, todo lo contrario, como podemos hacer referencia a la cita bíblica. “No son los sanos quienes necesitan al médico, sino los enfermos. Yo no he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores” y es justamente lo que hace Jesús con aquellas prostitutas y aquellos publicanos, los llama al Reino de los Cielos.
Sombría realidad
La clave para llegar a ser un auténtico discípulo de Jesucristo, y por lo tanto auténtico cristiano, es el reconocer, proclamar y vivir su señorío, lo que implica aceptar que Él es nuestro amo, dueño y rey absoluto, de la misma manera, dejar que sea Él quien gobierne y guíe nuestra vida y todas nuestras decisiones y nuestras acciones.
Ante lo que enfrentamos y somos testigos respecto a la vivencia de la fe cristiana en nuestro medio y en nuestra sociedad y país, nos preguntamos ¿Cuál es la realidad de una gran cantidad de hombres y mujeres que son o dicen ser católicos?
Un reflejo de la misma se da en forma por demás evidente en el cómo se vive el domingo, "día del Señor", en el cual, un gran número de personas, hoy por hoy, lo han transformado, más allá de un día de descanso, de convivencia familiar, y de celebrar a Dios, en un día dedicado a la diversión, al esparcimiento, a la socialización con otras personas. Y todo eso no estaría fuera del plan de Dios si no se le estuviera marginando u olvidando totalmente, sin tomársele en cuenta, y nos sólo eso, sino que muchos lo denigran y hasta incurren en sacrilegio, al caer en excesos, en conductas no sólo inapropiadas sino indignas de alguien que se dice cristiano y proclama creer en Dios y en su Enviado, Jesucristo.
¿Entonces, es realmente Jesucristo, el Señor de todos aquellos que, lejos de vivir con Él, de vibrar con Él, acompañándolo en el proceso de su Pasión, Muerte y Resurrección, se dedican tan sólo a la diversión, muchas veces desenfrenada, y se olvidan totalmente de Él? La respuesta cae por su peso.
Es triste y lamentable, pero es una realidad que domingo a domingo se agrava. Ello se debe, fundamentalmente, a la falta de solidez en la fe, por un desconocimiento de Jesús, de su persona, de sus mandatos; es decir, la ausencia de un encuentro personal con Él, y la falta de estudio y profundización de su doctrina y su plan de salvación para todos y cada uno de los seres humanos, unida a la cada vez más agresiva influencia de tantas corrientes paganizantes, desacralizantes, las cuales, haciendo uso de todos los medios posibles, difunden falacias consumistas, hedonistas, materialistas, que han logrado desvirtuar, casi en su totalidad, el origen y la naturaleza de la celebración del domingo, trastocándola y dándole un sentido puramente intrascendente, de diversión, placer, llegando hasta la enajenación. Todo ello agravado por la corriente que se ha infiltrado en nuestra cultura, conocida como individualismo relativista, que no es otra cosa que una manifestación de un egoísmo muy refinado.
El Evangelio de hoy nos reconviene y nos cuestiona acerca de qué clase de hijos somos: ¿de los que con los labios decimos que sí, pero con nuestra conducta respondemos con un rotundo no, porque no vivimos, no ponemos en práctica en nuestra vida el Señorío de Jesús? Si es así, ¡cuidado! Jesús mismo lo advierte: "los paganos y las prostitutas se les adelantarán en el Reino de los Cielos".
Francisco Javier Luna
No basta creer
Lo sabemos: Felicidad se escribe con “FE”, pero es indudable que no es suficiente… esto lo explica con claridad Jesús en el Evangelio cuando habla del cumplimiento a la voluntad de Dios o de llevar a la práctica sus enseñanzas.
Para ejemplificar mejor esto, nos habla de los dos hijos: uno muy bien comportado, pero desobediente, otro medio malcriado, pero que, de buena o de mala gana, hacía lo que el Padre le pedía.
Hay quienes consideran que el Evangelio es obsoleto, y que es mejor escuchar a pensadores más actuales, y resulta que, aunque sea desde otra perspectiva dicen ''lo mismo''.
Ciertamente las cosas cambian, el mundo evoluciona, la técnica avanza, pero el corazón del ser humano es y será siempre el mismo. Los muchos conocimientos sobre el mudo y la vida, no han logrado transformar el ser y el sentir de la humanidad.
Seguimos siendo rencorosos, resentidos, violentos, vengativos… egoístas, envidiosos y… mejor ahí le paro.
Por eso necesitamos todavía la conversión que nos haga pensar y amar como el Señor Jesús nuestro Salvador.
No basta con creernos la gran cosa… hay que ver si de verdad practicamos lo que se nos enseña en el Evangelio.
A propósito de esto me viene a la memoria Toña, una señora que conocí: No era lo máximo, divorciada, con trabajo esporádico y no muy apreciada por la gente que acaso no la conocía bien, pero sí por sus vecinos y amistades cercanas, que sabían de su bondad, sencillez y cariño. Un día, la mujer que vivía frente a su casa cayó y se lesionó gravemente, Toña la atendió solícitamente, llamó una ambulancia y estuvo al cuidado hasta que se la llevaron al hospital. Cuando creyó haber cumplido, atravesó la calle para ir a su casa, y sin más, la arrolló un camión que pasaba fuera de ruta a toda velocidad y Toña, la mujer bondadosa, quedó muerta al instante.
A esto se refiere el Señor cuando dice que acaso algunos que no son muy piadosos, pero que saben amar y hacer el bien desinteresadamente tendrán prioridad a la hora de entrar en el Reino.
ORACIÓN
Señor Jesús, yo creo en Ti, pero quiero ser y hacer como los santos, que además de creer también supieron practicar lo que llevaban en el corazón.
Quiero que mi Padre Dios reconozca mi corazón porque lo vea parecido al tuyo.
Te pido cada día que me ayudes a entender lo que me pides y que me des la capacidad de reconocer lo que debo hacer en cada momento.
Te lo pido por medio de la Virgen Santísima que fue la más fiel cumplidora de la voluntad de Dios. Amén
María Belén Sánchez, fsp
PRIMERA LECTURA:
Ezequiel 18, 25-28
“Cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida”.
SEGUNDA LECTURA:
San Pablo a los Filipenses 2, 1-11
“Tengan los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios”.
EVANGELIO:
San Mateo 21, 28-32
“Los publicanos y las prostitutas nos llevan la delantera en el camino del Reino de Dios, porque ellos sí creyeron”.
GUADALAJARA, JALISCO (28/SEP/2014).- Como lo anunciaron antes los profetas, Jesús el Hijo de Dios entró manso y humilde a Jerusalén, la ciudad de David, montado en su borrico, y ya no volvería a recorrer aldeas y ciudades.
Mientras tanto, un día “entrando en el templo, se le acercaron los sacerdotes y los ancianos”.
Ellos se tenían por buenos, se preciaban por virtuosos y no lo eran. El Señor quería que se convirtieran.
Para ellos y los que siguieron después, y los de este siglo XXI que presumen de ser buenos cristianos y ostentan credencial de virtuosos, Cristo dijo una parábola.
Breve narración limitada a tres personajes, con dos cortos diálogos, un mínimo de palabras y dos desenlaces.
Esta es: “Un hombre tenía dos hijos y fue a ver al primero y le ordenó: 'Hijo, ve a trabajar hoy en la viña'; él le contestó: 'Ya voy, señor' pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: 'No quiero ir', pero se arrepintió y fue".
Ser fieles cumplidores de la ley no es fácil, porque a la hora de la verdad, ser dócil, ser obediente, cuesta, y más cuando están cerca y son atractivos otros intereses.
Obedecer a Dios, obedecer al padre, a la madre, al maestro, siempre será difícil; por lo mismo, siempre es virtud.
Con frecuencia los padres se quejan de sus hijos, “ya no saben obedecer”, que “antes, si”. En verdad, la historia es la misma; entonces y ahora ha estado en crisis la obediencia, porque es más fácil dejarse llevar por los propios gustos que sujetarse a la autoridad, al criterio y a la voluntad ajenos.
La obediencia es una virtud moral, y se adquiere con esfuerzo y perseverancia. El motivo de la obediencia es el amor a Dios y al prójimo.
El cuarto mandamiento de la Ley de Dios recuerda continuamente a los hijos que el respeto a su padre y a su madre es precepto divino y no hechura humana. Que los padres de familia les han transmitido a sus hijos el don de la vida, y a sus hijos les han dado amor y cuidados, los han alimentado, vestido, educado y defendido, y los han hecho crecer en edad, en sabiduría y en gracia.
La obediencia a los padres, a los mayores, a las autoridades, no es simplemente sujetarse a voluntad ajena, sino que ha de ser siempre un acto de amor.
Fariseos del siglo XXI, aunque bautizados cristianos, con una conducta que no es compatible con el verdadero cristianismo, porque muchas veces, como aquellos fariseos, carecen de vida interior y de conciencia personal.
Muchos pecadores y muchas pecadoras se arrepienten y se les adelantan en el Reino de Dios.
José Rosario Ramírez M.
Ejército de enfermos “curados”
¿A qué se refiere Jesús cuando menciona que los publicanos y las prostitutas nos llevan la delantera en el camino del Reino de Dios? Una pregunta que puede no tener respuesta, pero que al momento en que reflexionamos el contexto histórico de aquellos tiempos, podemos pensar que Jesús llega a devolver la dignidad a los que pensaban no valían nada, es Jesús quien los hace personas nuevamente y que sí, los reconoce como pecadores e imperfectos, pero también como hijos de Dios.
Uno de los ejemplos tangibles que podemos tener en estos tiempos es el de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, también conocida como Los Jesuitas.
Dios siempre tiene los medios perfectos para llegar a las personas, y con este Santo no fue la excepción. Haciendo referencia a la pregunta inicial, la vida de este Santo era desgarradora y vana, envuelta en vicios y su plenitud se encontraba en el reconocimiento de los hombres, de lo mundano; era movido por el éxito, el orgullo y la soberbia mundana.
San Ignacio de Loyola fue un hombre que dejó de pelear para ser un rey humano y convertirse en la búsqueda del rey eterno, cambió sus vestidos de soldado por la figura de penitente peregrino con una experiencia solitaria y convertirse en un hombre de estudios.
Son aquellas personas que se arrepienten por los excesos que muchas veces podemos tener en la vida las que trascienden; no una trascendencia humana, sino eterna, él entiende que la vida es demasiado corta para vivir en mediocridad y decide por voluntad poner en marcha el camino al Reino de Dios.
Como San Ignacio, hay miles de personas que han decidido transformar su vida para entregarla al Señor, y no eran ni los más santos, ni las personas más reconocidas, todo lo contrario, como podemos hacer referencia a la cita bíblica. “No son los sanos quienes necesitan al médico, sino los enfermos. Yo no he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores” y es justamente lo que hace Jesús con aquellas prostitutas y aquellos publicanos, los llama al Reino de los Cielos.
Sombría realidad
La clave para llegar a ser un auténtico discípulo de Jesucristo, y por lo tanto auténtico cristiano, es el reconocer, proclamar y vivir su señorío, lo que implica aceptar que Él es nuestro amo, dueño y rey absoluto, de la misma manera, dejar que sea Él quien gobierne y guíe nuestra vida y todas nuestras decisiones y nuestras acciones.
Ante lo que enfrentamos y somos testigos respecto a la vivencia de la fe cristiana en nuestro medio y en nuestra sociedad y país, nos preguntamos ¿Cuál es la realidad de una gran cantidad de hombres y mujeres que son o dicen ser católicos?
Un reflejo de la misma se da en forma por demás evidente en el cómo se vive el domingo, "día del Señor", en el cual, un gran número de personas, hoy por hoy, lo han transformado, más allá de un día de descanso, de convivencia familiar, y de celebrar a Dios, en un día dedicado a la diversión, al esparcimiento, a la socialización con otras personas. Y todo eso no estaría fuera del plan de Dios si no se le estuviera marginando u olvidando totalmente, sin tomársele en cuenta, y nos sólo eso, sino que muchos lo denigran y hasta incurren en sacrilegio, al caer en excesos, en conductas no sólo inapropiadas sino indignas de alguien que se dice cristiano y proclama creer en Dios y en su Enviado, Jesucristo.
¿Entonces, es realmente Jesucristo, el Señor de todos aquellos que, lejos de vivir con Él, de vibrar con Él, acompañándolo en el proceso de su Pasión, Muerte y Resurrección, se dedican tan sólo a la diversión, muchas veces desenfrenada, y se olvidan totalmente de Él? La respuesta cae por su peso.
Es triste y lamentable, pero es una realidad que domingo a domingo se agrava. Ello se debe, fundamentalmente, a la falta de solidez en la fe, por un desconocimiento de Jesús, de su persona, de sus mandatos; es decir, la ausencia de un encuentro personal con Él, y la falta de estudio y profundización de su doctrina y su plan de salvación para todos y cada uno de los seres humanos, unida a la cada vez más agresiva influencia de tantas corrientes paganizantes, desacralizantes, las cuales, haciendo uso de todos los medios posibles, difunden falacias consumistas, hedonistas, materialistas, que han logrado desvirtuar, casi en su totalidad, el origen y la naturaleza de la celebración del domingo, trastocándola y dándole un sentido puramente intrascendente, de diversión, placer, llegando hasta la enajenación. Todo ello agravado por la corriente que se ha infiltrado en nuestra cultura, conocida como individualismo relativista, que no es otra cosa que una manifestación de un egoísmo muy refinado.
El Evangelio de hoy nos reconviene y nos cuestiona acerca de qué clase de hijos somos: ¿de los que con los labios decimos que sí, pero con nuestra conducta respondemos con un rotundo no, porque no vivimos, no ponemos en práctica en nuestra vida el Señorío de Jesús? Si es así, ¡cuidado! Jesús mismo lo advierte: "los paganos y las prostitutas se les adelantarán en el Reino de los Cielos".
Francisco Javier Luna
No basta creer
Lo sabemos: Felicidad se escribe con “FE”, pero es indudable que no es suficiente… esto lo explica con claridad Jesús en el Evangelio cuando habla del cumplimiento a la voluntad de Dios o de llevar a la práctica sus enseñanzas.
Para ejemplificar mejor esto, nos habla de los dos hijos: uno muy bien comportado, pero desobediente, otro medio malcriado, pero que, de buena o de mala gana, hacía lo que el Padre le pedía.
Hay quienes consideran que el Evangelio es obsoleto, y que es mejor escuchar a pensadores más actuales, y resulta que, aunque sea desde otra perspectiva dicen ''lo mismo''.
Ciertamente las cosas cambian, el mundo evoluciona, la técnica avanza, pero el corazón del ser humano es y será siempre el mismo. Los muchos conocimientos sobre el mudo y la vida, no han logrado transformar el ser y el sentir de la humanidad.
Seguimos siendo rencorosos, resentidos, violentos, vengativos… egoístas, envidiosos y… mejor ahí le paro.
Por eso necesitamos todavía la conversión que nos haga pensar y amar como el Señor Jesús nuestro Salvador.
No basta con creernos la gran cosa… hay que ver si de verdad practicamos lo que se nos enseña en el Evangelio.
A propósito de esto me viene a la memoria Toña, una señora que conocí: No era lo máximo, divorciada, con trabajo esporádico y no muy apreciada por la gente que acaso no la conocía bien, pero sí por sus vecinos y amistades cercanas, que sabían de su bondad, sencillez y cariño. Un día, la mujer que vivía frente a su casa cayó y se lesionó gravemente, Toña la atendió solícitamente, llamó una ambulancia y estuvo al cuidado hasta que se la llevaron al hospital. Cuando creyó haber cumplido, atravesó la calle para ir a su casa, y sin más, la arrolló un camión que pasaba fuera de ruta a toda velocidad y Toña, la mujer bondadosa, quedó muerta al instante.
A esto se refiere el Señor cuando dice que acaso algunos que no son muy piadosos, pero que saben amar y hacer el bien desinteresadamente tendrán prioridad a la hora de entrar en el Reino.
ORACIÓN
Señor Jesús, yo creo en Ti, pero quiero ser y hacer como los santos, que además de creer también supieron practicar lo que llevaban en el corazón.
Quiero que mi Padre Dios reconozca mi corazón porque lo vea parecido al tuyo.
Te pido cada día que me ayudes a entender lo que me pides y que me des la capacidad de reconocer lo que debo hacer en cada momento.
Te lo pido por medio de la Virgen Santísima que fue la más fiel cumplidora de la voluntad de Dios. Amén
María Belén Sánchez, fsp