Suplementos
Jesús es el pan que da vida
'El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed', dice el Señor
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA
Éxodo (16,2-4.12-15):
“He oído murmurar a los israelitas. Habla con ellos y diles: “Al atardecer comeréis carne, y por la mañana comeréis hasta quedar satisfechos. Así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios”.
SEGUNDA LECTURA
Carta del apóstol San Pablo a los Efesios (4,17.20-24):
“En el nombre del Señor os digo y encargo que no viváis más como los paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos”.
EVANGELIO
Evangelio según San Juan (6,24-35):
Jesús les contestó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.”
GUADALAJARA, JALISCO (02/AGO/2015).- La vida del cristiano es continua ascensión hasta llegar al encuentro con Dios, su principio, su creador. El cristiano no va en descenso hacia la tumba, va cada día más arriba y la santidad es la aventura de subir.
San Juan de la Cruz, de profunda espiritualidad y elevada inspiración poética, ha dejado para la humanidad su cántico espiritual, un poema en 39 estrofas. Es la cúspide doctrinal y literaria de la obra de este poeta, el de mayor altura en el renacimiento español del siglo XVI.
Para escalar y llegar a la cumbre del Monte Carmelo, San Juan de la Cruz pone tres etapas, a las que el llamo vías: la vía purgativa, que es despojarse de todo lo que impida subir. Los caminos anchos y cómodos: dinero, poder, gozos, gustos, llevan hacia abajo. Para subir, San Juan de la Cruz pone una condición: desnudez y pobreza del espíritu.
Luego sigue la vía iluminativa, para que el caminante no se deje engañar por otras luces, falsas, fugaces, y sólo sea guiado por Cristo. Y en la cumbre la vía unitiva, la unión del alma con Cristo, gloria y alegría.
Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan. Jesús no invitó a ninguno de los escribas y fariseos, que siempre le exigían una señal del cielo, sino que llamó a los apóstoles y para confirmarlos en la fe hizo que aparecieran Moisés y Elías.
Se formó entonces una nube que los cubrió con su sombra y de esta nube salió una voz que decía “este es mi Hijo amado. ¡escúchenlo! Al transfigurarse en su presencia, con la nube y con la voz del Padre se han de disipar de sus mentes toda duda: el que han seguido desde que los sacó de su oficio de pescadores es verdaderamente el Mesías, el Hijo de Dios.
Cuando bajaban de la montaña Jesús les mando que no dijeran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Este mandato es a la vez un anuncio: “resucitará de entre los muertos”, y si va a resucitar, primero deberá morir.
¡Y tener que guardar silencio hasta que todo acontezca!
Esta es la profunda lección del seguimiento a Cristo: creer, esperar, amar y pasar por el tiempo para ir a la eternidad. Más el paso por la vida terrenal ha de ser oír la palabra y luego cumplirla. Cumplieron, guardaron silencio. Ya llegarían el tiempo y los días de hablar.
José Rosario Ramírez M.
Alimentarse para compartir la Fe
El maná se debe a la secreción de insectos que viven sobre ciertos tamariscos; y las codornices son las que vuelven hacia África en primavera, después de haber emigrado en otoño a Europa para posarse en la península del Sinaí.
Estos pasajes bíblicos ponen en manifiesto la preocupación constante de Dios hacía cada uno de nosotros. En un estado de vida de esclavitud que se vivía en el pueblo de Israel, a pesar de que los habitantes se quejaban por no tener el alimento que tanto deseaban, el Señor muestra su poder y predilección y les otorga el alimento anhelado. Dios nunca abandona a su pueblo, su providencia siempre se hace latente.
Pablo en la carta al pueblo de Éfeso, reitera que una vez que sea ha tenido una experiencia autentica y viva de Dios, el cristiano no puede vivir como pagano, es decir aquellos que vivían “alejados de la vida de Dios, con comportamientos vergonzosos”; por el contrario, tienen que ser capaces de generar vida, en una sociedad que anhela paz política, social e interior. Sin embargo, la predicación del evangelio parte de los valores éticos, lo cual marcará la diferencia de otros grupos, incluso religiosos.
Es importante reconocer que para compartir la fe, tenemos que acudir a los sacramentos, en especial, celebrar la eucaristía. Jesús es el verdadero pan del cielo. Ahí radica la tradición de la iglesia, en reconocer que sólo él es la fuente de agua viva y el pan que nutre para que demos vida. Tiene un valor meramente teológico, cristo se ofrece al Padre, como el maná para el pueblo actual, no es un símbolo, un signo. Es Él mismo, es la gran medicina y principio de consolidación para el espíritu humano. Es el Dios amor que siempre sale al encuentro del hombre. Así alimentados con el pan de la vida eterna salgamos al encuentro del otro. “¡Ver con los ojos de Jesús, y que Jesús vea con los nuestros!
P. Félix Rougier, M.Sp.S
La obra de Dios
Es común toparse con personas que con la obra, ya sea de caridad o asistencia social que están realizando, lo que en realidad buscan es calmar su conciencia que les reclama cambiar de vida, y creen que haciendo una obra lo están logrando. Otros, cuya mentalidad no deja de ser mercantilista, pretenden hacer una transacción tipo comercial con Dios: Yo te doy, te hago, realizo tal o cual obra, y Tú, a cambio, me das la salvación y con ella todos los bienes espirituales y materiales que te solicite. Para algunos, su motivación principal es el lucimiento ante los demás, para adquirir prestigio y fama de persona buena y desprendida, caritativa y solidaria, etc., y trascender las fronteras de espacio y tiempo, dándole incluso su nombre a la obra. Obviamente ninguna de éstas podrá ser considerada una obra de Dios.
Obviamente no negamos los méritos y beneficios de las acciones filantrópicas de muchos, ni dejamos de reconocerlas; sin embargo, el punto no es ya qué tanto bien se hace, sino si es el bien que el Señor quiere, con los resultados que Él quiere y puede suscitar, y no sólo los obtenidos humanamente, que por más buenos que sean, no dejarán de ser pobres en sí mismos y empobrecidos debido a todo lo que se involucra en una obra en la que se ha mantenido a Dios al margen.
Es por ello que antes de emprender una obra de este tipo, todos debiéramos preguntarnos no tanto qué he hecho y qué puedo hacer por Dios, o en nombre de Dios por los demás, sino ¿qué he dejado, y qué debo dejar que Dios haga por mí? ¿Lo he dejado transformar mi corazón, mis valores, mis intereses, mis intenciones, mis objetivos y metas, mis motivaciones profundas? O simplemente ni siquiera lo he dejado entrar en mi corazón y en mi vida. No olvidemos que ‘nadie da lo que no tiene’ y que ‘el árbol bueno da frutos buenos’; y ¿quién dará mejor fruto: aquel que lo da por sí mismo, por más maravilloso que sea la persona humana, o aquel que es un instrumento del Creador y Señor de la tierra, de las raíces, el tallo, las ramas y los mismos frutos?
Pues bien, la clave de todo esto nos la da el mismo Jesús en el Evangelio que hoy la Iglesia nos propone para reflexionar y poner en práctica. La gente le preguntó a Jesús: "¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?" Jesús respondió: "La obra de Dios consiste en que crean en Aquél que Él ha enviado".
Creer en Jesús, además de creer en su persona, su origen, su misión, consiste en escucharlo, creerle a Él y a su Palabra, confiar en Él, obedecerle sin condiciones y depender totalmente de Él.
Escuchemos a Jesús, creamos y creámosle, confiemos en, obedezcámoslo y dependamos de Él y “viendo nuestras obras la gente dará gloria al Padre” (Cfr. Mt 5, 16).
Francisco Javier Cruz Luna
PRIMERA LECTURA
Éxodo (16,2-4.12-15):
“He oído murmurar a los israelitas. Habla con ellos y diles: “Al atardecer comeréis carne, y por la mañana comeréis hasta quedar satisfechos. Así sabréis que yo soy el Señor vuestro Dios”.
SEGUNDA LECTURA
Carta del apóstol San Pablo a los Efesios (4,17.20-24):
“En el nombre del Señor os digo y encargo que no viváis más como los paganos, que viven de acuerdo con sus vanos pensamientos”.
EVANGELIO
Evangelio según San Juan (6,24-35):
Jesús les contestó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo. ¡Mi Padre es quien os da el verdadero pan del cielo! Porque el pan que Dios da es aquel que ha bajado del cielo y da vida al mundo.”
GUADALAJARA, JALISCO (02/AGO/2015).- La vida del cristiano es continua ascensión hasta llegar al encuentro con Dios, su principio, su creador. El cristiano no va en descenso hacia la tumba, va cada día más arriba y la santidad es la aventura de subir.
San Juan de la Cruz, de profunda espiritualidad y elevada inspiración poética, ha dejado para la humanidad su cántico espiritual, un poema en 39 estrofas. Es la cúspide doctrinal y literaria de la obra de este poeta, el de mayor altura en el renacimiento español del siglo XVI.
Para escalar y llegar a la cumbre del Monte Carmelo, San Juan de la Cruz pone tres etapas, a las que el llamo vías: la vía purgativa, que es despojarse de todo lo que impida subir. Los caminos anchos y cómodos: dinero, poder, gozos, gustos, llevan hacia abajo. Para subir, San Juan de la Cruz pone una condición: desnudez y pobreza del espíritu.
Luego sigue la vía iluminativa, para que el caminante no se deje engañar por otras luces, falsas, fugaces, y sólo sea guiado por Cristo. Y en la cumbre la vía unitiva, la unión del alma con Cristo, gloria y alegría.
Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan. Jesús no invitó a ninguno de los escribas y fariseos, que siempre le exigían una señal del cielo, sino que llamó a los apóstoles y para confirmarlos en la fe hizo que aparecieran Moisés y Elías.
Se formó entonces una nube que los cubrió con su sombra y de esta nube salió una voz que decía “este es mi Hijo amado. ¡escúchenlo! Al transfigurarse en su presencia, con la nube y con la voz del Padre se han de disipar de sus mentes toda duda: el que han seguido desde que los sacó de su oficio de pescadores es verdaderamente el Mesías, el Hijo de Dios.
Cuando bajaban de la montaña Jesús les mando que no dijeran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Este mandato es a la vez un anuncio: “resucitará de entre los muertos”, y si va a resucitar, primero deberá morir.
¡Y tener que guardar silencio hasta que todo acontezca!
Esta es la profunda lección del seguimiento a Cristo: creer, esperar, amar y pasar por el tiempo para ir a la eternidad. Más el paso por la vida terrenal ha de ser oír la palabra y luego cumplirla. Cumplieron, guardaron silencio. Ya llegarían el tiempo y los días de hablar.
José Rosario Ramírez M.
Alimentarse para compartir la Fe
El maná se debe a la secreción de insectos que viven sobre ciertos tamariscos; y las codornices son las que vuelven hacia África en primavera, después de haber emigrado en otoño a Europa para posarse en la península del Sinaí.
Estos pasajes bíblicos ponen en manifiesto la preocupación constante de Dios hacía cada uno de nosotros. En un estado de vida de esclavitud que se vivía en el pueblo de Israel, a pesar de que los habitantes se quejaban por no tener el alimento que tanto deseaban, el Señor muestra su poder y predilección y les otorga el alimento anhelado. Dios nunca abandona a su pueblo, su providencia siempre se hace latente.
Pablo en la carta al pueblo de Éfeso, reitera que una vez que sea ha tenido una experiencia autentica y viva de Dios, el cristiano no puede vivir como pagano, es decir aquellos que vivían “alejados de la vida de Dios, con comportamientos vergonzosos”; por el contrario, tienen que ser capaces de generar vida, en una sociedad que anhela paz política, social e interior. Sin embargo, la predicación del evangelio parte de los valores éticos, lo cual marcará la diferencia de otros grupos, incluso religiosos.
Es importante reconocer que para compartir la fe, tenemos que acudir a los sacramentos, en especial, celebrar la eucaristía. Jesús es el verdadero pan del cielo. Ahí radica la tradición de la iglesia, en reconocer que sólo él es la fuente de agua viva y el pan que nutre para que demos vida. Tiene un valor meramente teológico, cristo se ofrece al Padre, como el maná para el pueblo actual, no es un símbolo, un signo. Es Él mismo, es la gran medicina y principio de consolidación para el espíritu humano. Es el Dios amor que siempre sale al encuentro del hombre. Así alimentados con el pan de la vida eterna salgamos al encuentro del otro. “¡Ver con los ojos de Jesús, y que Jesús vea con los nuestros!
P. Félix Rougier, M.Sp.S
La obra de Dios
Es común toparse con personas que con la obra, ya sea de caridad o asistencia social que están realizando, lo que en realidad buscan es calmar su conciencia que les reclama cambiar de vida, y creen que haciendo una obra lo están logrando. Otros, cuya mentalidad no deja de ser mercantilista, pretenden hacer una transacción tipo comercial con Dios: Yo te doy, te hago, realizo tal o cual obra, y Tú, a cambio, me das la salvación y con ella todos los bienes espirituales y materiales que te solicite. Para algunos, su motivación principal es el lucimiento ante los demás, para adquirir prestigio y fama de persona buena y desprendida, caritativa y solidaria, etc., y trascender las fronteras de espacio y tiempo, dándole incluso su nombre a la obra. Obviamente ninguna de éstas podrá ser considerada una obra de Dios.
Obviamente no negamos los méritos y beneficios de las acciones filantrópicas de muchos, ni dejamos de reconocerlas; sin embargo, el punto no es ya qué tanto bien se hace, sino si es el bien que el Señor quiere, con los resultados que Él quiere y puede suscitar, y no sólo los obtenidos humanamente, que por más buenos que sean, no dejarán de ser pobres en sí mismos y empobrecidos debido a todo lo que se involucra en una obra en la que se ha mantenido a Dios al margen.
Es por ello que antes de emprender una obra de este tipo, todos debiéramos preguntarnos no tanto qué he hecho y qué puedo hacer por Dios, o en nombre de Dios por los demás, sino ¿qué he dejado, y qué debo dejar que Dios haga por mí? ¿Lo he dejado transformar mi corazón, mis valores, mis intereses, mis intenciones, mis objetivos y metas, mis motivaciones profundas? O simplemente ni siquiera lo he dejado entrar en mi corazón y en mi vida. No olvidemos que ‘nadie da lo que no tiene’ y que ‘el árbol bueno da frutos buenos’; y ¿quién dará mejor fruto: aquel que lo da por sí mismo, por más maravilloso que sea la persona humana, o aquel que es un instrumento del Creador y Señor de la tierra, de las raíces, el tallo, las ramas y los mismos frutos?
Pues bien, la clave de todo esto nos la da el mismo Jesús en el Evangelio que hoy la Iglesia nos propone para reflexionar y poner en práctica. La gente le preguntó a Jesús: "¿Qué necesitamos para llevar a cabo las obras de Dios?" Jesús respondió: "La obra de Dios consiste en que crean en Aquél que Él ha enviado".
Creer en Jesús, además de creer en su persona, su origen, su misión, consiste en escucharlo, creerle a Él y a su Palabra, confiar en Él, obedecerle sin condiciones y depender totalmente de Él.
Escuchemos a Jesús, creamos y creámosle, confiemos en, obedezcámoslo y dependamos de Él y “viendo nuestras obras la gente dará gloria al Padre” (Cfr. Mt 5, 16).
Francisco Javier Cruz Luna