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El hijo pródigo

''Porque donde abundó el pecado, sobreabundó la misericordia''

En este cuarto domingo de Cuaresma, tiempo de conversión y reconciliación, este es el tema de reflexión al hablar del hijo pecador, ingrato con su padre Dios. Es además, un tema universal en el tiempo porque continuamente aparecen hijos ingratos; cegados por el egoísmo, enardecidos por las pasiones, que se han apartado del amor del Padre y se han ido lejos. Muchos han perecido en sus vicios y otros tantos, al volver, han encontrado el perdón; han vuelto a caer y se han levantado de nuevo una, dos, mil veces; “porque donde abundó el pecado, sobreabundó la misericordia”. El padre de la parábola no se ha cansado ni se cansará de perdonar.

El padre mandó matar al becerro gordo e invitó a sus amigos para celebrar “el retorno del hijo mío que estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

La conversión exige abrir el corazón; saber reconocerse pecador; encontrar a Dios, que siempre tiene puestos sus ojos de misericordia en el camino en espera del hijo pródigo. Cada pecador es un hijo, y para todos hay perdón y banquete.

Grande fortuna es la del cristiano; contar con un padre tan misericordioso que si no una vez, sino 100 o más veces, se le va el hijo ingrato, y 100 o más vuelve arrepentido, habrá tantos perdones cuantas veces el pecador se anime a volver a pedir perdón, Dios a nadie priva de su libertad; ha preferido multiplicar sus actitudes de perdón, para multiplicar los motivos de festejar el retorno, el arrepentimiento, la conversión. La iglesia, si ha de ser fiel imitadora de su fundador y cabeza que es Cristo, ha de estar siempre abierta al perdón, a la misericordia.

El Maestro dijo: “Misericordia quiero y no sacrificios”.

Si echa una mirada a su propia historia, a su pasado, el creyente ha de reconocer que no una, sino incontables veces, ha sido el hijo prodigo, y cuando ha vuelto siempre ha encontrado misericordia y perdón. Por lo mismo ha de abrirse para ser misericordioso y comprensivo con los demás. “Yo os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia, que por 99 justos que no necesitan de penitencia”.

El hijo que perdió todo

El hijo de esta historia es un compendio de los errores de la humanidad. Se alejó afectivamente de su padre, comenzó a enfocarse en lo que no tenía, en vez de disfrutar de lo que tenía, asumió que encontraría la felicidad en la ausencia de límites, y urdió un plan para lograr su total independencia de la casa paterna.

Con paciencia y astucia de corazón, logró que su padre le diera en vida la parte de la herencia que le correspondería; una vez que lo tuvo todo, huyó de casa y vivió en lo que parecía completa libertad, hasta que las consecuencias de sus obras lo alcanzaron. Mientras tuvo dinero, tuvo amigos; cuando se acabó el dinero, los que se decían sus amigos huyeron, para buscar a otro incauto a quien engañar.

El joven de la historia comenzó a padecer hambre, frío y soledad, y el único consuelo que encontró, fue el de trabajar como cuidador de cerdos, una de las tareas más despreciables y desagradables para un judío. Ahora estaba solo, lejos de su padre, sin dinero, con hambre y en una condición miserable. Retrato de una gran parte de la humanidad actual: con vacío de soledad, lejos de la relación con Dios, anhelando la cantidad de dinero que nunca llegará a obtener, y en una mala relación con la gente que se supone debería amar.

El punto crucial de la historia, es cuando el joven “vuelve en sí”, y a partir de entonces determina regresar a casa de su padre, humillado, pero con el deseo de hacer las cosas de una manera diferente, aceptando que había perdido todo privilegio, pero esperando ser tratado como un empleado en casa de su padre. Para sorpresa suya, el padre le recibe con amor, le perdona y le devuelve los que antes fueron sus derechos, pero que ahora son privilegios que se otorgan por amor. Las cosas habían terminado de la manera que el padre siempre lo soñó.

Quizá el día de hoy, algunos que viven lejos de Dios quieran reconciliarse con Él. Creo firmemente que se sorprenderán al descubrir cuánta justicia, misericordia y amor puede haber en el corazón de Dios para aquellos que se vuelven a Él de todo corazón.

Angel Flores Rivero   iglefamiliar@hotmail.com

Una oración

Señor Jesús, que eres nuestro Dios y Salvador.

Tú con tu vida y ejemplo, con tu palabra y tus hechos nos enseñaste a amar y a perdonar sin límites, sino condiciones ni medidas, como lo haces Tú…

Déjanos mirarte atentamente para aprender de Ti a caminar por la vida amando y a perdonando, porque sólo siguiendo tus pasos podremos llegar,  a través del sufrimiento, a la alegría suprema de la Pascua

María Belén Sánchez, fsp

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