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Destruyó en la cruz el pecado y venció a la muerte con su resurrección

La Iglesia celebra el retorno glorioso del Hijo al Padre,al vencedor que en la plenitud de su gloria deja al tiempo para ir a la eternidad.

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA:

Hechos de los Apóstoles 1, 1-11

“El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo volverá como le han visto marcharse”.

SEGUNDA LECTURA:

San Pablo a los Efesios 1, 17-23

“Todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos”.

EVANGELIO:


San Marcos 16, 15-20

“Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes”.

GUADALAJARA, JALISCO (17/MAY/2015).- Después de seis semanas de cantar y gritar el aleluya, expresión de alegría y de victoria, porque Jesús, el Hijo de Dios, destruyó en la cruz el pecado y venció a la muerte con su resurrección, la Iglesia celebra el retorno glorioso del Hijo al Padre, al vencedor que en la plenitud de su gloria deja al tiempo para ir a la eternidad.

A esta solemne despedida, este final de la vida visible de Cristo, se le da el nombre de Ascensión del Señor.

Hasta hace pocos años se celebraba el jueves, a los 40 días del Domingo de Resurrección, y era uno de los tres grandes jueves del año. Jueves Santo, de Ascensión y de Corpus Christi. La nota característica de la vida de este siglo es la prisa. El nuevo ritmo de apresuramiento, mercantilismo y productividad, motivó el cambio de esta solemnidad al domingo, para propiciar mayor participación de fieles.

Eterno, infinito, omnipotente e inmortal, el Verbo de Dios descendió de la Majestad Divina para asumir, hacer suya la naturaleza humana.

Así ha formado parte en la historia de la humanidad, esa parte en que se manifestó visible, audible, tangible, durante 33 años.

En esos días que transcurrieron entre la resurrección de Cristo y su ascensión, los discípulos fueron fortalecidos para ir después como testigos esforzados. Ellos, convencidos de que la resurrección del Señor fue tan real como su nacimiento, su pasión y su muerte, nunca entraron en dudas, en incertidumbre.

Y luego, ver a Jesús elevarse ante sus ojos, fue motivo de inmensa alegría porque ese prodigio los reafirmó en la certeza de que era el Mesías prometido, esperado que llegó y, terminada su obra, partió.

La Ascensión del Señor —a quien el pueblo cristiano no ve, pero cree en Él— es camino de santidad.

La fe cree lo que no se ve, y más pura y meritoria es la fe cuando cree lo que es negado a los ojos. ¡ Bienaventurados los que han creído!

Creer es esperar.

La Ascensión del Señor es la alegría de que la vida del hombre no está circunscrita al tiempo, va en el tiempo, va a la eternidad.

José Rosario Ramírez M.

No es un adiós

La solemnidad de la ascensión, que se celebra a los 40 días de la resurrección nos presenta en conjunto, un mensaje de esperanza pero que nos compromete, es la certeza de Cristo que triunfa sobre la muerte y victorioso vuelve al Padre, pero a la vez que nos deja con tarea: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio”.

Con esta fiesta, no somos abandonados por Dios, en un valle de lágrimas, somos los continuadores de Jesús, a poner pies en presurosa para vivir lo que hemos recibido del resucitado, por lo mismo los dos ángeles que se presentan en la escena de la ascensión dicen: “¿Qué hacen parados mirando al cielo? El que ahora vuelve al Padre, volverá con nosotros”. En otras palabras, no desperdiciemos el tiempo emprendamos la tarea de vivir el Evangelio en todo momento.

La ascensión de Cristo, nos da la certeza del triunfo definitivo, en donde la resurrección se entiende en todo cuanto es, no es sólo volver a la vida, para que todo siga igual, es vencer a la muerte y al pecado, para volver al Padre, a la casa que se nos ha preparado, no es un eterno retorno, mucho menos una reencarnación que es contrario y aberrante a la resurrección, es la vida en plenitud, con Dios en donde nada falta, no es un adiós, sino la indicación del camino y la certeza del destino a donde se va.

Esta fiesta nos permite entender las palabras que pronunciara el Papa Benedicto XVI al inicio de su pontificado cuando dijo: “Nosotros existimos para mostrar a Dios a los hombres. Tan sólo allí donde se ve a Dios, empieza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios viviente, llegamos a conocer lo que es la vida… No hay nada más hermoso que ser alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. No hay nada más hermoso que conocerle a Él y compartir con otros la amistad con Él”.

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