Suplementos

Al que pide se le dará

No se puede predicar que se cree en Dios si no es desde una actitud humilde y modesta

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro de los Reyes 8, 41-43

“Cuando venga un extranjero, escúchenlo”.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 1, 1-2, 6-10


“Si siguiera agradando a los hombres, no sería servidor de Cristo”.

EVANGELIO
Lectura del Evangelio según San Lucas 7, 1-10


“Ni en Israel he encontrado tanta fe”.

GUADALAJARA, JALISCO (29/MAY/2016).- Allí está Jesús de Nazaret. Ha entrado a la ciudad de Cafarnaún. Las multitudes lo rodean. Quieren verlo, quieren escuchar sus enseñanzas, porque Él habla no como los escribas sino como quien es, es el Verbo de Dios, es la palabra del Padre y sus palabras son torrentes de sabiduría divina.

Su presencia ha venido, en la plenitud de los tiempos, a romper el acantonamiento del pueblo de Israel que venían soñando en un Mesías para ellos y sólo para ellos, para los afortunados por ser del pueblo de Dios, de Israel.

Y se sorprenden al escuchar su palabra y contemplar su acción. El Mesías va más allá, mucho más de las fronteras de su pueblo, Es un Mesías universal y su mensaje, la Buena Nueva, es para todos los hombres, para todos los tiempos, para todas las razas, su amor, su misericordia es infinita y universal, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

En el Evangelio de este domingo noveno ordinario del año del evangelista San Lucas presenta una escena en la ciudad de Cafarnaún, la multitud rodea al Maestro ávido de su palabra y de sus acciones milagrosas. Un grupo de ancianos se acerca a Jesús y le pide un favor, una gracia.

Enviados por un extranjero, por un centurión romano, le ruegan vaya y cure a un muchacho, criado del centurión que está a punto de morir.

Ya va en camino a curarlo y el centurión le manda decir Señor no soy digno de que entres en mi casa... basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano.

El centurión no es judío, ha venido de Roma y manda a 100 soldados y si le dice a alguno de sus soldados, ve, él va, si le dice ven, viene, si le dice haz esto, lo hace y él ejercita su autoridad.

Cree que Jesús tiene autoridad sobre la enfermedad y sobre la muerte, por eso su oración es fuerte en fe, es humilde, por eso dice que no es digno del privilegio de otros de recibir al Señor en su casa.

Grande su fe, grande su humildad y más grande la misericordia de Cristo y el muchacho ha sanado.

En este año de 2016 ya ha pasado medio siglo del prodigio del más grande acontecimiento religioso del Siglo XX, el Concilio Vaticano II.

Fue el concilio que rompió murallas, que abrió puertas y ventanas, que rejuveneció a la Iglesia y la hizo entrar en diálogo con los hombres sin mirar razas, ni lenguas, ni castas, ni religiones.

El mensaje fue y es y debe ser el del Cristo con la conciencia de hombre entre los hombres para salvar a todos los hombres con su poder divino, porque es el Hijo de Dios, apertura, generosidad universal y el cristiano de ahora, de estos tiempos ha de ensanchar su corazón con la bandera de la universalidad del Evangelio, universalidad de la redención, universalidad del amor de Cristo.

Es la hora porque todos los hombres por el sólo hecho de ser hombres tienen necesidad de Cristo.

Que no haya fronteras, ni religiosas, ni mentales, ni raciales. La fe es una postura profunda del alma y ha de ser siempre una apertura al misterio de Cristo.

La oración del cristiano como la del centurión ha de ser una vivencia primaria, connatural con capacidad teológica para hablar con Dios.

La oración es la reafirmación del creyente con la certeza de ser escuchado.

Os aseguro que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá.

No os digo que rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere.

Oración Cristocéntrica y con la confianza, se hará no uno, sino muchos portentos de misericordia.

José Rosario Ramírez M.

Humildad como signo de fe auténtica

No se puede  predicar que se cree en Dios si no es desde una actitud humilde y modesta. Quien ha experimentado a Dios, ha de ser reflejo de humildad para sus iguales. En la actualidad los individuos no somos capaces de adorar la grandeza de Dios, no  sabemos aceptar nuestras limitaciones, no hemos aprendido a intuir que la grandeza de Dios está en vivirnos desde la humildad ante él. Cuando el ser humano no es capaz de reconocer la grandeza de Dios, la humildad se convierte en “bajeza”, en desprecio de sí mismo, en algo indigno de ser vivido. La fe parte de la humildad. “Cuando menos te siento, es cuando más te necesito”, esto debería de convertirse en nuestra experiencia diaria, una actitud de saber reconocer el momento en que no “sentimos” la presencia de aquel que nos ha creado.  

Definitivamente que no podemos vivir sin Dios. Dios es la luz, pero al tiempo, pareciera que para muchos es demasiado oscuro. Es cercano, pero “oculto”. Habla, pero en ocasiones hay que sobre llevar su silencio. Cuando se experimenta a Dios, se puede reconocer que es paz, pero su paz que genera intranquilidad e inquietud. Su pureza es tal que al tiempo nos descubre nuestra impureza y fealdad, pero no para juzgarnos y condenarnos, ¡no! La descubre para darnos su misericordia, ayuda y compañía. Así que toda persona que se acerque a Dios con sinceridad de corazón, como lo hizo aquel centurión romano, “Yo no soy digno que entres en mi casa...” Quien se atreve a pronunciar estas palabras desde lo profundo de su corazón, y piensa así de sí mismo, se está acercando a Dios con verdad y dignidad.

Quien se cree digno ante Dios, en realidad está actuando indignamente. Con sus actitudes sólo se aleja de quien es la luz y verdad. Cuando más penetra la persona en el fondo de su corazón, mejor descubre que el único camino para encontrarse con Dios es el camino de la humildad, la sencillez y la trasparencia de corazón. Por eso pidamos a Dios la gracia de conocerlo, escucharlo, abrazarlo y amarlo, desde la humildad, pureza de corazón y la acción.

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