“Votar o no votar...” (Y)

“...He ahí el dilema”.
Como en el aria de “La Calumnia”, de “El Barbero de Sevilla”, la idea de acudir a las urnas, por supuesto que sí, el próximo 5 de julio, como corresponde a todo ciudadano consciente y responsable, pero hacerlo para anular deliberadamente el voto, como una expresión de repudio a la manifiesta incapacidad de los partidos —de todos los partidos— para “capacitar cuadros” y proponer candidatos que en el desempeño de sus cargos demuestren capacidad y honradez para el servicio público, comenzó como “un vientecillo asaz gentil”. Al paso del tiempo, el rumor fue in crescendo. Hoy, una vez que se ha propagado por doquier y probablemente haya hecho impacto en todas las conciencias, puede decirse que ha alcanzado la estridencia de una explosión, “como un cañonazo”.
—II—
La opción, como tal, se explica por sí misma... Cuando el ciudadano común advirtió, a mediados de la década de los noventa, que las reformas a la ley electoral, sumadas al hartazgo de los ciudadanos por las sistemáticamente incumplidas promesas de campaña de los candidatos priistas y al resentimiento por las recurrentes crisis económicas, creyó que se abría la puerta para lo que durante décadas parecía utópico: que panistas y perredistas, críticos contumaces de las administraciones priistas y abanderados (verbales) de la moralización de la política, llegaran al poder. Así se gestó “el cambio”...
Los ciudadanos asumieron ejemplarmente el costo de su decisión: respaldaron las pifias iniciales de los nuevos gobernantes; las atribuyeron a su “novatez”: ¿Cómo podían saber gobernar, si los priistas jamás les permitieron aprender a hacerlo?... Les ratificaron el mandato, pues.
—III—
Y fue ahí donde la puerca torció el rabo. Primero, panistas y perredistas aprendieron a “gobernar”... a la manera priista. Demostraron estar hechos del mismo barro: tan ineficientes y tan deshonestos como sus antecesores. Segundo, el esquema priista se desmoronó. El ex “invencible” no fue capaz de levantarse de la lona. Los demás partidos “chicos” siguieron siendo lo que siempre han sido: parásitos del Presupuesto. Los oportunistas de la política —que son legiones— entendieron rápidamente de qué lado del pan estaba la mantequilla y corrieron a cobijarse bajo la buena sombra del panismo... ¿Las convicciones?... ¿Los principios?... ¿La ideología?... Señor, seamos prácticos: con eso no se come.
(Mañana, con la venia del lector amable, continuamos con el tema).

JAIME GARCÍA ELÍAS
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