Trigo sin paja
Los gobernantes poseídos de soberbia no requieren de consejeros ni amigos leales para orientar con prudencia su actuación pública. No los necesitan. Sus propias concepciones y decisiones políticas no están a discusión: son edictos para cumplirse, no para ser discutidos. Cuidado con los émulos del marqués de Croix, que sentenció: “El pueblo está para obedecer y no para opinar de los altos asuntos del Gobierno”. Luis XIV (“El Estado soy yo”) ,muerto hace 293 años, aún alienta entre nosotros.
El biólogo inglés Richard Dawkins ha hablado de una epidemia de ignorancia voluntaria y virtuosa. Se trata de una enfermedad que infecta la mente. Quienes padecen este malestar sienten la necesidad de creer en algo sin base en prueba o razón que fundamente su credo (dogma). Creen que el carácter misterioso de una convicción es, en sí mismo, algo bueno; la certificación de su altísimo significado. Los católicos —dice el intelectual inglés— creen que el vino puede convertirse en sangre, fenómeno al que llaman misterio; y creen que llamar a algo “misterio” lo resuelve todo.
El nacionalismo es la cultura de los ignorantes, una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo, que hace de la pertenencia a una abstracción colectivista —la nación— el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo. Si hay un Continente donde el nacionalismo ha hecho estragos, es América Latina. Ésa fue la ideología en que vistieron sus atropellos y exacciones todos los caudillos que nos desangraron en guerras internas y externas, el pretexto que sirvió para dilapidar cuantiosos recursos en armamentos (lo que permitió las grandes corrupciones) y el obstáculo principal para la integración económica y política de los países latinoamericanos.
Nadie está más vacío que aquél que está lleno de sí mismo.
El sinarquismo anti-juarista, hoy refugiado en el partido más conservador de México, ha buscado afanosamente cargos de elección popular, cumpliendo mandas religiosas e invocando a Dios su protección y amparo. El 19 de diciembre de 1948 fueron los mismos que encapucharon a Juárez, el héroe emblemático de México, en el monumento erigido a su memoria.
Año con año en los inicios de la Cuaresma, una voz admonitoria, grave e inquietante, nos recuerda que somos polvo y que al polvo hemos de volver (polvus eris et polvus reverteris). Si estamos conscientes de nuestra vida efímera, ¿qué necesidad hay que se nos recuerde que a la nada retornaremos y que al polvo indefectiblemente hemos de volver?
FLAVIO ROMERO DE VELASCO / Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras.
Correo electrónico: r_develasco22@hotmail.com