ENTRE VERAS Y BROMAS
La diferencia entre un político “a la mexicana” —salvo honrosas y contadas excepciones que, en todo caso, confirman la regla— y un estadista propiamente dicho, consiste en que éste es capaz de vislumbrar los alcances, el impacto social, la trascendencia humana de sus decisiones en el mediano y largo plazo. Aquél, en cambio, es miope.
El político “a la mexicana” calcula las consecuencias de sus decisiones en función de sus intereses y proyectos personales. Como sabe que tiene sus días contados en el puesto que ocupa —un munícipe o un diputado local, por ejemplo, consciente de que hoy está colocado en la parte alta de la Rueda de la Fortuna, pero mañana o pasado estará en la parte baja... si bien le va—, piensa más en la chamba futura que en la presente. De ahí que Vadillo —cartonista de la revista “Siempre!” cuando ésta era la mejor de México— lo representaba como cirquero, agarrado con uñas y dientes al trapecio... pero atento no sólo a la posibilidad, sino a la imperiosa necesidad de lanzarse en pos de otro en cuanto lo tuviera a su alcance.
—II—
Viene al caso lo anterior, por el más reciente capítulo —de ninguna manera el último, desde luego— de la historia del llamado “Proyecto Alameda”... Se trata, como se anunció desde hace casi un año, de la intención de construir la Villa Panamericana para los Juegos de 2011 a inmediaciones del Parque Morelos. Pasados los Juegos, se pretende vender los departamentos y utilizar la experiencia como punta de lanza para el repoblamiento y el consiguiente rescate del Centro Histórico de Guadalajara, hoy por hoy decadente, repelente, semiabandonado y ruinoso; casi inhabitable, para decirlo pronto...
El episodio más reciente: ya hay un proyecto conceptual para la zona..., pero aún no se hacen los estudios de mecánica de suelos que demuestren la factibilidad de los edificios, ni los de impacto ambiental que demuestren que serán habitables.
—III—
En efecto: daría la sensación de que en el pequeñísimo detalle de que los departamentos serán una inversión patrimonial para familias de clase media y de que servirán de morada para seres humanos, no se pensó.
(Como dicen los jóvenes modernos: “¡Ooops...!”).
La diferencia entre un político “a la mexicana” —salvo honrosas y contadas excepciones que, en todo caso, confirman la regla— y un estadista propiamente dicho, consiste en que éste es capaz de vislumbrar los alcances, el impacto social, la trascendencia humana de sus decisiones en el mediano y largo plazo. Aquél, en cambio, es miope.
El político “a la mexicana” calcula las consecuencias de sus decisiones en función de sus intereses y proyectos personales. Como sabe que tiene sus días contados en el puesto que ocupa —un munícipe o un diputado local, por ejemplo, consciente de que hoy está colocado en la parte alta de la Rueda de la Fortuna, pero mañana o pasado estará en la parte baja... si bien le va—, piensa más en la chamba futura que en la presente. De ahí que Vadillo —cartonista de la revista “Siempre!” cuando ésta era la mejor de México— lo representaba como cirquero, agarrado con uñas y dientes al trapecio... pero atento no sólo a la posibilidad, sino a la imperiosa necesidad de lanzarse en pos de otro en cuanto lo tuviera a su alcance.
—II—
Viene al caso lo anterior, por el más reciente capítulo —de ninguna manera el último, desde luego— de la historia del llamado “Proyecto Alameda”... Se trata, como se anunció desde hace casi un año, de la intención de construir la Villa Panamericana para los Juegos de 2011 a inmediaciones del Parque Morelos. Pasados los Juegos, se pretende vender los departamentos y utilizar la experiencia como punta de lanza para el repoblamiento y el consiguiente rescate del Centro Histórico de Guadalajara, hoy por hoy decadente, repelente, semiabandonado y ruinoso; casi inhabitable, para decirlo pronto...
El episodio más reciente: ya hay un proyecto conceptual para la zona..., pero aún no se hacen los estudios de mecánica de suelos que demuestren la factibilidad de los edificios, ni los de impacto ambiental que demuestren que serán habitables.
—III—
En efecto: daría la sensación de que en el pequeñísimo detalle de que los departamentos serán una inversión patrimonial para familias de clase media y de que servirán de morada para seres humanos, no se pensó.
(Como dicen los jóvenes modernos: “¡Ooops...!”).