Guerra sangrienta

En los últimos días, la nota informativa principal tiene la misma temática sangrienta: los muertos y heridos derivados de la auténtica guerra frontal que han entablado las fuerzas del orden público del Estado mexicano: Ejército, Marina, gabinete de seguridad pública del Gobierno federal y de gobiernos estatales, en contra de ese enemigo de las mil cabezas: el crimen organizado con componente primordial dado por los capos del narcotráfico.
A veces pareciera que la batalla en contra del crimen organizado encabezado por los traficantes de la droga es cuento de nunca acabar. Las sociedades de los países donde se cultiva y produce el estupefaciente se desgastan infructuosamente en su lucha permanente en contra de esta lacra, en la cual muchos de los ciudadanos de dichos países que aún son objeto de una absurda “certificación” de parte del Gobierno del principal país comprador y consumidor, mueren víctimas de la violencia que en sí mismo desatan las luchas internas y externas de las mafias.
Otros ciudadanos sucumben ante las tentaciones planteadas por los corruptos métodos utilizados por estos seres viles, y otros son esclavizados en sus cuerpos y en sus espíritus por esos productos traficados por aquellos mercaderes que lo único que buscan es el lucro desmedido; el poder económico, político o de fuerza, sin importarles convertir a niños y jóvenes sanos, en auténticas piltrafas humanas.
De ahí que en esta guerra nacional contra el narcotráfico no podamos quedarnos estáticos disfrutando de victorias indudables, como las que se han venido dando por la acción heroica de muchos héroes anónimos que destruyen sembradíos de enervantes o capturan con riesgo de su vida a enviciadores de niños y jóvenes a través de la droga.
Mientras se mantenga la actitud demagógica e hipócrita de países poderosos en su carta blanca al consumo de estupefacientes, la heroica labor desarrollada por el Ejército y las fuerzas del orden público de países como el nuestro, que sirven de trampolín para aquellos otros con consumo auspiciado, será esfuerzo inconcluso, con la consiguiente pérdida de vidas humanas como la de tantos héroes que en el dilema de plata o plomo, han acabado sus días tristemente abatidos por las balas de los sembradores de crimen y esclavitud.
Pero será también peligro inminente para esas otras vidas humanas de todas las clases sociales que son ya víctimas dentro de nuestro propio país, de ese consumo de drogas que anteriormente se exportaban al vecino del Norte y que están propiciando en gran medida el incremento de violencia urbana, de pandillerismo juvenil, de asaltos y secuestros al por mayor, de robos de autopartes o de automóviles completos, todo ello con vistas a conseguir ese dinero que reclama urgentemente la necesidad de aplicarse esa dosis sin la cual ya no se puede vivir.
Se mantendrá asimismo latente el peligro de que funcionarios policiacos, militares y jueces pasen a engrosar la nómina de los coptados por las grandes mafias, al preferir esa plata ofrecida, en vez del plomo con que murieron los héroes de esta guerra.

JUAN DE LA BORBOLLA R. / Catedrático universitario.
Correo electrónico: jborboll@up.mx
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