Ética, moral y pasión

¿Qué es ética y que es moral? ¿Son lo mismo o hay que hacer distinciones entre ellas? Hay mucha confusión acerca de esto.

En el lenguaje común y corriente, ética y moral son sinónimos. Así decimos: “Aquí hay un problema ético” o “un problema moral”. Con eso emitimos un juicio de valor sobre alguna práctica persona o social, si ésta es buena, mala o dudosa.

Pero profundizando la cuestión, percibimos que ética y moral no son sinónimos. La ética es parte de la filosofía. Considera concepciones de fondo, principios y valores que orientan a personas y sociedades. Una persona es ética cuando se orienta por principios y convicciones. Decimos entonces que esa persona tiene carácter. En cambio, la moral forma parte de la vida concreta. Trata de la práctica real de las personas que se expresan por costumbres, hábitos y valores aceptados. Es decir; una persona es moral cuando actúa y obra conforme a las costumbres y valores que le fueron establecidos. Pero que eventualmente pueden ser cuestionados por la ética. Una persona puede ser moral (sigue las costumbres) pero no necesariamente ética (obedece a principios). Sucede que esas costumbres (moral) forman el carácter (ética) de las personas. De ahí la importancia de las relaciones familiares para establecer el carácter de las personas. Éstas serán éticas (tendrán principios y valores) si han tenido una buena moral (relaciones armoniosas e inclusivas) en casa.
La mala calidad general de la vida y la creciente violencia en todos los niveles derivan, en gran medida, en una amplia crisis de valores que afectan a los fundamentos de la ética.

La crisis crea la oportunidad de ir hasta las raíces de la ética. Ésta no reside en la razón como Occidente siempre ha pretendido. La razón no es ni el primero ni el último momento de la existencia. Por eso no explica ni abarca todo. Por eso, la experiencia de base no es “pienso, luego existo”, sino “siento, luego existo”. En la raíz de todo no está la razón (Logos), sino la pasión (Pathos). David Goleman dice que en el fundamento de todo está la inteligencia emocional. Afecto, emoción, en una palabra, pasión es un sentir profundo. Es entrar en comunión, sin distancia, con todo lo que nos rodea. Por la pasión captamos el valor de las cosas. Sólo cuando nos apasionamos vivimos valores, y es por esos valores por los que nos movemos y somos.

Pero la pasión está habitada por un demonio. Dejada a sí misma, puede degenerar en formas de gozo destructor. Todos los valores valen, pero no todos valen para todas las circunstancias. La pasión es un caudal fantástico de energía que, como las aguas de un río, necesita márgenes, límites y la justa medida para no ser avasalladora. Y aquí es donde entra la función insustituible de la razón. Es propio de la razón ver claro y ordenar, disciplinar y definir la dirección de la pasión.

CARLOS CORVERA / Analista político.
Correo electrónico: corveracmx@hotmail.com
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