Estos primeros tiempos del siglo XXI están arrojando situaciones sociales y políticas que de ninguna manera se avisoraron durante el curso de la pasada centuria, y claro, nos referimos al caso concreto que estamos presenciando en la lucha política por alcanzar la nominación de la candidatura por el Partido Demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, puesto clave, fundamental para todo aquello que se refiera al manejo, en un primer plano, de las políticas que dirigen y merman las relaciones internacionales de todo tipo, color y sabor.
En primer término, el hecho de que por dicha nominación hayan estado en la lucha, una mujer, Hillary Clinton, además ex primera dama de ese país, y por otra parte, el senador por Illinois, Barak Obama, como si fuera poco, negro, o para decirlo de manera más suave de color, quiere decir simple y llanamente, que se trata de un avance democrático formidable en lo que se refiere a ambos casos, que ponen de relieve maduración de ese pueblo, formado por una extraña mezcolanza de razas de todo el mundo, pues ya se acepta claramente la participación femenina, y también, el fin de lo que significaba la segregación racial, en especial para todos aquellos ciudadanos estadounidenses, basada principalmente por el color de la piel.
No ha sido ciertamente, un logro fácil el hecho de que un político de piel oscura esté participando en una contienda tan importante para los propios Estados Unidos y para el resto del mundo. Esto obedece a los impactos de los grandes cambios logrados desde hace tiempo, y en especial también podría atribuirse a otros hechos concretos y específicos.
En otras palabras, han sido fuerzas que implican poder social tanto económico como político, sin olvidar el peso de los factores psicológicos. Es el resultado de la lucha en serio de muchos líderes negros, -Martin Luther King, Malcolm X, y la fuerza del “poder negro”, entre otros más.
Entre esas fuerzas, causa directa o indirecta de ese gran cambio y de la profunda transformación experimentada, se señalan, la industrialización, el progreso tecnológico, la movilidad del propio pueblo estadounidense; la prosperidad económica alcanzada en los últimos decenios, pese a las crisis; la organización y educación de los grupos minoritarios negros, en este caso, una mayor conciencia cívica del propio pueblo ante la opinión pública mundial, los efectos de la Segunda Guerra Mundial, Vietnam, y más recientemente, Iraq, y Afganistán, así como la propaganda y el esfuerzo educativo a favor de una mayor igualdad en el ámbito de los derechos civiles.
Ha habido, pues, un proceso profundo en lo que se refiere a la dinámica social que ha influido directamente sobre ese problema, que al parecer era irresoluble e irreconciliable. Sonaba a algo así como utópico y afrentoso el que un ciudadano de origen negro, pero nacido en los Estados Unidos, aspirara con llegar a la Casa Blanca. Ahora ya no es tan mítico menos utópico.
Está por verse la respuesta de la organización de la oposición blanca en los estados sureños y sus vinculaciones con otras fuerzas políticas del norte de ese país.
La lucha electoral, ahora que ya prácticamente está claro quién será nombrado candidato demócrata para competir con el candidato del Partido Republicano en los próximos comicios a efectuarse en los primeros días de noviembre de este año, Obama, en principio, tiene posibilidades, pero no hay que soslayar el peso político de los grandes electores representados por los fabulosos intereses económicos que impactan e integran el actual mundo globalizado. Ahí Obama pudiera tener un traspiés, y si este político llegara a la meta anhelada, ciertamente podría haber muchos cambios, porque precisamente el cambio ha sido su bandera de campaña.
MANUEL LÓPEZ DE LA PARRA / Periodista.
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