En todas partes se cuecen habas, y por eso no nos extrañó lo que se dice de Leonel Cota Montaño (1958) allá en La Paz, Baja California Sur, donde estableció su feudo desde hace tiempo.
Aprovechó a las mil maravillas su ingreso al Partido Revolucionario Institucional (PRI), y más cuando fue diputado de este partido que abandona en 1998, para ser el candidato a gobernador por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), donde ganó las elecciones para ser gobernador de 1999 a 2005. Desde entonces, es amigo político de López Obrador, a quien lo llevaba a ver las ballenas. Antes de concluir su sexenio dejó el cargo de gobernador para iniciar su campaña por la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRD y ganarle a Camilo Valenzuela.
Uno de los mayores síntomas de la grave enfermedad del poder es la corrupción, y tal parece que lo aprendió desde que estuvo en el PRI. Era el único mecanismo posible de hacerse de una fortuna que le permitiera ejercer su vida política. Otro síntoma es crear una red de cómplices en la carrera por el poder, como la que estableció en su ciudad natal, como gobernador primero y luego con sus parientes en la alcaldía que, entre otras cosas, le permite el manejo de los documentos que amparan justamente el objetivo primero.
La Paz, Baja California Sur, es una ciudad que ha crecido lentamente. Ahora tiene 260 mil habitantes, cuenta con un puerto a donde llegan los barcos de Petróleos Mexicanos (Pemex) para la termoeléctrica y los transbordadores de Topolobampo. Recientemente puede haber un polo de desarrollo, paralelo al de Los Cabos, con la marina de Costa Baja. Enfrente de la bahía de La Paz hay una especie de islote inhabitable, al que le dicen El Mogote, que tiene dos o tres características extrañas: una, la mejor manera de comunicarse es vía marítima; dos, la temperatura en ese territorio sube varios grados más que en La Paz, lo que lo hace sofocante; tres, en invierno sopla del Norte justo en ese terreno un viento helado, cuando nadie lo desea.
Pero ahí hizo su gran negocio el señor Cota Montaño, que como gobernador logró comprar 165 hectáreas a un dólar el metro cuadrado (un millón 650 mil dólares), para venderlo a un presta nombres a nueve dólares y que ahora construye varios edificios —en un especie de Infonavit para gringos—, con lo que hace un negocio de 800%, o sea de 13.2 millones de dólares de utilidad en la primera etapa, mientras que ejercía el poder —sin que nadie diga nada abiertamente, tal como se veía en Guadalajara en los años ochenta— y que le ha servido para bombear de las arcas de la nación, a las suyas propias y a las de su feudo, para poder luego quemarlos en su actividad como político. Pero éste es un hombre que dice estar al servicio de las causas populares que abandona primero al PRI porque era la única opción y tenía el monopolio del poder.
MARTÍN CASILLAS DE ALBA / Escritor y cronista.
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