Pergeño VÍCTOR E. WARIO A ver, a ver, vámonos entendiendo. No es fácil comprender el discurso de algunos funcionarios que hacen uso de recursos públicos cuando se meten en el embrollo de hablar acerca de la libertad de expresión o de las responsabilidades de los medios de comunicación. Suelen pontificar, dar cátedra, marcar lineamientos a los comunicadores, pero poco hablan de la realidad, de lo que hacen, de lo que dejan de hacer y de lo que impiden hacer a otros.Metido en ese espinoso ámbito, el gobernador Emilio González Márquez armó su propio púlpito el jueves pasado, en una reunión de sistemas públicos de radio y televisión y, luego de algunos malabares conceptuales (por decirles de algún modo), soltó uno más de sus envalentonados retos: que los medios digan la verdad completa. Para no dejar margen a la interpretación sobre sus palabras, reproduzco un par de párrafos de su discurso, tomado de la página oficial del Gobierno del Estado.“Un objetivo de estas comunidades integradas, participativas, solidarias, es que también estén informadas, porque si no hay una información puntual de lo que ocurre, luego entonces la gente no participa, y lo peor que puede ocurrir es un divorcio de la persona hacia su comunidad, por falta de credibilidad, y aquí los sistemas y el Gobierno son medios, no son fines, son medios. Y por ello, el valor que debe prevalecer es la verdad, y una característica de la verdad es que debe ser completa.“Cómo vamos a tener una comunidad que participa, si la noticia es que una de éstas (solicitudes de información al Gobierno) no se cumplimentó, y por ésta una (sic) que no se cumplimentó se le otorga a Jalisco el calificativo de opaco; sí queremos, sí queremos sistemas que no se rijan por cuántos ejemplares voy a vender hoy, y necesito vender más que ayer, y por lo tanto necesito ser más llamativo; sí queremos sistemas que hablen de la verdad con objetividad”.Una cosa es el discurso público y otra son las estrategias que siguen los políticos para tratar de implantar sus verdades en el público a través de los medios, y eso es entendible. Pero no es admisible que desde una tribuna unilateral, el gobernador exija que se diga siempre la verdad completa, cuando es claro que sus “operadores” se dan a la tarea de impedir que ésta se conozca tal cual, como ocurrió tras el inolvidable discurso del Banquete del Hambre, la noche del 23 de abril, cuando se buscó a toda costa que las grabaciones hechas al muy comunicativo Emilio no fueran reproducidas por los medios.Nomás por poner un ejemplo, porque la tentación autoritaria de los funcionarios públicos, cuando ejercen el poder y tienen en sus manos el manejo de recursos públicos, es muy grande. A toda costa tratan de imponer la agenda informativa, se creen el centro del universo, amagan con asignar o retirar presupuestos a los medios y buscan, a toda costa, silenciar cualquier expresión que no les favorezca. No es que el gobernador sea el único ejemplo de estas políticas que se identifican con lo peor de las épocas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) dominante, avasallador, censor. VÍCTOR E. WARIO / Periodista.Correo electrónico: vwario@informador.com.mx