Ayer... y hoy

El Churiquis

—Qué tal mi letrado, ¿cómo se encuentra?, ya hacía muchos ayeres que no tenía el gusto de “mirarme”; ¿estaba preso, o lo desterraron por lo que dice cuando escribe?.
—No Churiquis, estoy de bien “pa’arriba”, nada me duele y salvo el mal de arrugas, aquí estamos todavía peleándole a la vida, y usted ¿cómo la lleva?
—Muy bien, aquí nomás pensando y fumando pipa, ¿y su amor, la sello rojo?
—No me habla, está enojada conmigo.
—¿Pues qué le hizo?
—Yo nada.
—A lo mejor por eso es el enojo, pues ve que no le hace nada y ya no da color, y ¿qué piensa?
—Pues como dijo el filósofo: “Si pienso, luego vivo”
—Pero eso lo dijo un filósofo, no el filoso, cuando expresó: “Pienso, luego existo”.
—Pues como sea, mi vida va a cambiar y lo estaba esperando para contarle, ¿tiene tiempo de oírme?
—Seguro, a los cuates siempre los escucho, y a los no cuates también.
Y siguió la plática:
—Fíjese que hice un trabajito, cuidé unas borregas y me pagaron 40.00 pesos, con 20 fui a comer y con los otros 20 compré un cachito del Melate y ¿qué cree? ¡Que le pego!, no al mero gordo, como el señor de Hacienda, pero sí a una pachocha.
—Y ahora ¿qué va a hacer?
—Pues ahora sí, a disfrutar la canija vida, ya voy a poder comer con manteca y sin que me apure el mentado colesterol, ya estoy tomando ácido folclórico.
—Será ácido fólico.
—Eso, y ya que agarre fuerzas pienso hacer lo que mi amigo el que se encontró el entierrito en el corral de su casa, quiero irme a Uruapan a conocer al nuevo Papa, a Roma y a dar gracias.
—Churiquis, su amigo fue a Europa, no a Uruapan.
—Pues allá quiero ir, a brincar el charco, y chico se me va ser para tomarme un buche de agua.
—¿Y qué es lo que quiere conocer?
—Primero “El palacio del alambre”.
—Churiquis, es La Alambra en España, el lugar donde los reyes moros se entregaban a sus placeres.
—Enseguida quiero que me lleven al museo “Del parado”.
—Es el museo del Prado, también en el mismo país.
—Y quiero conocer el país de los azahares.
—¿Cuál es ése?
—Pues el país donde gobernó una tal Catalina la Grandota.
—Mi amigo, es Rusia y es el país de los zares, no el de los azahares.
—Es que se me lengua la traba y no puedo pronunciar bien.
—Pues qué bueno, calcule el cansancio, pues las piernas que lo llevarán a esos lugares son las mismas piernas que lo tienen que traer.
—Ya lo he pensado, pero ahora que se cayó el burro quiero conocer la ciudad donde dicen que sus calles son de agua.
—No Churiquis, las calles son canales y se llama Venecia, en Italia, y le quiero recordar que el que mucho ve... poco recuerda, por eso en un viaje a veces ver menos significa más.
—Pues le agradezco sus consejos y le deseo que siga bien hasta que regrese.
—No se mortifique, Churiquis, aquí voy a estar y como respuesta a que todavía existo, algunas veces me río, otras sólo me sonrío y es cuando me pongo a escribir estas letras y así, sin siquiera tomarnos una, se terminó la plática.

ADOLFO MARTÍNEZ LÓPEZ / Escritor.

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