Asalto al bosque


POR NORBERTO ÁLVAREZ ROMO


Que nuestra ciudad tenga todavía (con su gran volumen de habitantes y presurosa actividad económica) en pleno siglo XXI un bosque como el de La Primavera es de reconocerse como un milagro de alta providencia, único en el mundo; todavía. Por esto inquieta el tosco gesto súbito y anticuado del actual Gobierno del Estado para suspender al director ejecutivo del bosque así nomás; sin explicaciones, propuestas, aclaraciones y lo que es peor, sin nunca haber llegado a entender la naturaleza misma de las áreas naturales protegidas que pretende gobernar.

Haciendo honor a quien honor merece, habrá que reconocer, elogiar, el trabajo excelente de protección y fomento que a través de los últimos años se han realizado para el Bosque La Primavera. Mediante su heroica labor y empeño entusiasta, siempre cuesta arriba y contracorriente, Salvador Mayorga y su equipo humano han sido ejemplares protectores y promotores de nuestro gran bosque metropolitano.

En México, las áreas naturales protegidas oficialmente, como el caso de La Primavera, representan una estrategia de conservación de los recursos naturales imprescindible para nuestro bienestar actual y para el de las futuras generaciones. Estas áreas privilegiadas normalmente se encuentran en zonas aisladas donde todavía no se ha sufrido mucho el impacto grave causado por la intervención de actividades humanas y donde hay mucho valor natural aún por conservar. Sin embargo, si bien no son frecuentes, sí son de especial interés las zonas naturales relacionadas con núcleos urbanos y áreas productivas. Este es el caso de la ciudad metropolitana de Guadalajara que cuenta con un extenso patrimonio natural a su alrededor del cual el bosque sobresale por su grandeza prístina frente la gran barranca contaminada del Santiago y el sucio y decadente Lago de Chapala.

El 7 de diciembre de 1934 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la declaratoria de Zona de Protección Forestal para varios montes situados en los alrededores de la población de Guadalajara, Jalisco que, entre otros, incluye los montes del Bosque La Primavera. Han transcurrido ya 78 años desde que se reconoció oficialmente la importancia de proteger el patrimonio natural que rodea a la ciudad; y poco ha sobrevivido la urbanización.

Ahora más que nunca la sociedad metropolitana debemos interesarnos por lo que pasa con nuestro Bosque La Primavera y reconocer que es un riquísimo patrimonio natural y espacio para disfrutar, gozar, querer, proteger, visitar, aprender y madurarnos como ciudad. El incendio de esta semana es una llamada de atención; la separación de su director una alarma de precaución por lo que se está cocinando. Algo no huele bien.

Durante mucho tiempo, el crecimiento urbano desordenado en nuestra ciudad se ha caracterizado por darle la espalda a sus paisajes naturales. Este es un muy buen momento para reconocer el valor indiscutible que este bosque nos ofrece. Si bien un milagro es raro, lo es más hacerlo perdurar.

A los árboles del bosque hay que protegerlos en vida, no en memoria. Una vez pasada la catástrofe (que en griego significa comerse lo bello) lo mejor que se puede hacer es no estorbar el proceso natural de regeneración y solamente apoyar lo que la naturaleza ya sabe hacer mejor por sí sola: emerger de las cenizas; reales y figurativas.

La avaricia por hacer el bien no deja de ser avaricia. El problema de proteger al bosque nunca ha estado dentro del bosque, sino está en quienes lo rodean, esperando asaltarlo.

NORBERTO ÁLVAREZ ROMO/ Presidente de Ecometrópolis, A.C.

Correo electrónico: nar@megared.net.mx
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