México
Senadores en friega
Esta semana los senadores no han dejado respirar ni han podido respirar ellos ni nos dejan reflexionar sobre lo que están cambiando en el país. ¡Tranquilos! ¡Nos están aventando todo en bola!
Esta semana los senadores no han dejado respirar ni han podido respirar ellos ni nos dejan reflexionar sobre lo que están cambiando en el país. ¡Tranquilos! ¡Nos están aventando todo en bola!
No sabe uno ni qué agarrar: la ley que avala el uso de armas para ministerios públicos, la ley antimonopolios, la regulación contra aseguradoras, la propia reforma política, la reforma contra la obesidad, la ley contra el lavado de dinero, y eso nada más ayer.
No, bueno, nadie está diciendo que las cosas las están haciendo al vapor. La verdad es que hay evidencia de que algunos de los temas se han tratado con la debida prudencia durante más de un año, como la reforma política, que vino, fue, regresó, cambió y está lista para aprobarse tras una larga discusión en la que (hay que decirlo) participaron académicos, funcionarios y hasta sabios eméritos de otros países.
Que el resultado sea el deseable es otra cosa, pero llama la atención esta diarrea legislativa. De plano, los senadores nos están lanzando los resultados como si fuera bolo.
Esto de aprobar en montón las reformas en un solo día, de dejarlas todas listas en una semana no es nada sano, no permite conocer al diablo en los detalles con la calma debida y, sobre todo, evidencia la anacrónica forma de legislar en este país: los cambios se planchan afuera del recinto legislativo y las sesiones ordinarias ya no sirven para argumentar, sólo sirven para avalar los acuerdos previos. Por eso pueden poner cinco temas gordos en un solo día, porque ya ni siquiera se leen en tribuna. (¿Quieren saber cómo le hacen? Así: En votación económica se pregunta si los legisladores están de acuerdo en omitir la lectura del dictamen aprobado. Así le hacen). Y ahí están los bobos que fueron a la sesión porque se discutiría un tema relevante.
Eso pasa en todos los espacios legislativos, y si bien algunos puntos se trabajan con calma en comisiones, es claro que ya se perdió el espacio deliberativo para el que se diseñó eso que se llama los periodos ordinarios de sesiones. ¿Es terrible esta pérdida? Pues no, la verdad no. Pero es un cambio que hay que reconocer para diseñar nuevas formas de trabajo legislativo que permitan a los ciudadanos tener información constante sobre los argumentos a favor o en contra de una modificación sustantiva en el país. Para la reforma política se hicieron foros, se hizo una página de internet y al final el dictamen ya no pudo ser evaluado con calma, pero sí hubo debate. ¿Habrá que hacer una página por tema? Quizá.
Quizá un periodo específico por tema, hasta el final, hasta que se apruebe, para seguirles la ruta. Pero eso sí, esto de que suban a tribuna a decir nada y a aventarnos todo en bola, no funciona.
No sabe uno ni qué agarrar: la ley que avala el uso de armas para ministerios públicos, la ley antimonopolios, la regulación contra aseguradoras, la propia reforma política, la reforma contra la obesidad, la ley contra el lavado de dinero, y eso nada más ayer.
No, bueno, nadie está diciendo que las cosas las están haciendo al vapor. La verdad es que hay evidencia de que algunos de los temas se han tratado con la debida prudencia durante más de un año, como la reforma política, que vino, fue, regresó, cambió y está lista para aprobarse tras una larga discusión en la que (hay que decirlo) participaron académicos, funcionarios y hasta sabios eméritos de otros países.
Que el resultado sea el deseable es otra cosa, pero llama la atención esta diarrea legislativa. De plano, los senadores nos están lanzando los resultados como si fuera bolo.
Esto de aprobar en montón las reformas en un solo día, de dejarlas todas listas en una semana no es nada sano, no permite conocer al diablo en los detalles con la calma debida y, sobre todo, evidencia la anacrónica forma de legislar en este país: los cambios se planchan afuera del recinto legislativo y las sesiones ordinarias ya no sirven para argumentar, sólo sirven para avalar los acuerdos previos. Por eso pueden poner cinco temas gordos en un solo día, porque ya ni siquiera se leen en tribuna. (¿Quieren saber cómo le hacen? Así: En votación económica se pregunta si los legisladores están de acuerdo en omitir la lectura del dictamen aprobado. Así le hacen). Y ahí están los bobos que fueron a la sesión porque se discutiría un tema relevante.
Eso pasa en todos los espacios legislativos, y si bien algunos puntos se trabajan con calma en comisiones, es claro que ya se perdió el espacio deliberativo para el que se diseñó eso que se llama los periodos ordinarios de sesiones. ¿Es terrible esta pérdida? Pues no, la verdad no. Pero es un cambio que hay que reconocer para diseñar nuevas formas de trabajo legislativo que permitan a los ciudadanos tener información constante sobre los argumentos a favor o en contra de una modificación sustantiva en el país. Para la reforma política se hicieron foros, se hizo una página de internet y al final el dictamen ya no pudo ser evaluado con calma, pero sí hubo debate. ¿Habrá que hacer una página por tema? Quizá.
Quizá un periodo específico por tema, hasta el final, hasta que se apruebe, para seguirles la ruta. Pero eso sí, esto de que suban a tribuna a decir nada y a aventarnos todo en bola, no funciona.