México

Algo Huele mal en la política mexicana

Cuando los partidos políticos impiden que la actuación de los representantes sea transparente a los ciudadanos, pervierten uno de los valores esenciales de la democracia

Algo Huele Mal en Dinamarca, reflexionó Hamlet, al enterarse de la extraña muerte de su padre. La sospecha se confirmó, pues luego su fantasma le reveló haber sido asesinado. Después de conocer una parte de la verdad de los pactos entre Beatriz Paredes y César Nava, podemos decir que algo huele muy mal en los partidos. El crimen es la simulación para hacer de lado la opinión ciudadana. Ocultar el reparto indebido de privilegios a una clase política, de todos los partidos, cada vez más desacreditada.

Los acuerdos han sido una parte vital de la actividad de los gobernantes. Se les ha considerado cuestiones de honor. Con la sola palabra empeñada bastaba. Eran pactos enderezados a obtener resultados de un valor superior para los ciudadanos. En este caso no hay ningún valor superior defendible, y lo que es peor, es la sospecha de que hay mucho más de lo que sabemos. Y que se buscará ocultar a toda cosa, haciendo uso de los mecanismos de control.

Cuando los partidos políticos impiden que la actuación de los representantes sea transparente a los ciudadanos, pervierten uno de los valores esenciales de la democracia. En el mundo democrático contemporáneo este fenómeno se denomina generalmente como corrupción de la partidocracia. Contra esto, ha surgido la necesidad de limitar las facultades de los partidos y facilitar la participación de los ciudadanos en forma más directa. El referéndum, el plebiscito y los candidatos independientes son figuras que contribuyen a esta tendencia.

El pacto descubierto es muestra de un poder real que se impone a la realidad legal. Los partidos le imponen la agenda política al país que no coincide ni con la de los ciudadanos, ni con la agenda económicamente deseable, con el beneplácito del Gobierno. Se trata de la disputa pactada de poder y privilegios.

El resultado es la discordia; En el PAN entre quienes siguen a Nava y quienes mantienen principios morales más profundos. En el PRI entre la presidenta con sus diputados, los senadores de Manlio y los muchachos de Peña Nieto.  Ahí la historia está por escribirse. En el PRD pasa lo mismo; pero lo más grave es la división entre los dirigentes de partido y los ciudadanos. Se ha perdido el principio de la confianza.

Pactar la entrega de votos en las cámaras o la entrega electoral está en delgado límite de la inmoralidad y la ilegalidad. Ante esto, la opinión pública informada es el principal censor del ejercicio del poder como un hecho real. Ahora vemos que se ha pervertido la realidad para convertirla en espectáculo vacío de valores. Porque la verdad no es la que es sino la que la gente percibe. Abierta la puerta a un catálogo de simulaciones que ocultan una verdad inconfesable. Por eso nos produce repugnancia, porque todos sabemos que detrás de todo esto, algo está podrido en las entrañas del sistema político mexicano.

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