Jalisco
Sin paredes, ni pizarrón, ni recreo
Gracias a los avances tecnológicos en materia de comunicación, la enseñanza tradicional ha evolucionado al punto de volver prescindibles las aulas y la presencia física del maestro frente al alumno.
Ahora que la Internet se ha convertido en una aliada de la educación, quienes han acudido a esta opción académica revisan sus puntos a favor y en contra.
Hasta el día que la directora del plantel donde laboraba le mandó llamar para tratar con ella un asunto muy serio, María Elena Calvo López vivía con la certeza de haber encontrado su vocación y se alegraba de poder subsistir con el salario que su oficio, como maestra de preescolar, le proporcionaba. A pesar del carácter urgente del citatorio, la maestra no abrió puertas a las conjeturas y confiando en la armoniosa relación laboral que había comenzado diez años atrás, enfrentó la circunstancia con la tranquilidad de quien se sabe acogida, estimada y valorada por su excelente desenvolvimiento docente. Mas, el rostro adusto de quien hasta entonces fuera su jefa le previno que algo con ella no andaba muy bien, y que la charla a la que fue convocada no se deslizaría por los relajados cauces habituales. Intuyó, entonces, que aquella no era una reunión para tratar asuntos cotidianos sobre los programas de estudio, el consumo de materiales o el comportamiento de un alumno. Así que, retribuyendo la solemnidad con que la directora la recibió, tomó asiento frente a ella para ser notificada que, a partir del siguiente ciclo escolar, cuyos preparativos comenzarían en dos semanas más, María Eugenia, no obstante su puntualidad, dedicación y buen desempeño reflejado en la evaluación semestral que la institución realizaba en coordinación con los padres de familia, quedaba fuera de la plantilla de maestros.
“Me comunicaron que, en tanto no tuviera yo un título de licenciatura, no podría recuperar mi trabajo, porque la Secretaría de Educación Pública ya no admite maestros con un rango menor, no importa los años de experiencia que se tengan”, comenta la profesora quien, ni tarda ni perezosa, buscó poner remedio a su desventajosa situación. “Mi real problema era quedarme sin trabajo, porque de él dependemos mi madre y yo, pero tuve la buena fortuna de que una de las maestras que trabajaba en otra escuela me consiguió el puesto de bibliotecaria que, aunque con un sueldo menor al que tenía, me ha permitido sostenerme y, sobre todo, me da tiempo de hacer una licenciatura por la vía virtual. No soy vieja (33 años), pero sí lo suficiente para acudir a una escuela regular, pagando una colegiatura para la que no me alcanzaría y disponiendo de un tiempo que no tengo. Me informé sobre la universidad virtual y aquí estoy, dándole duro a los trabajos y actividades que me dejan y estoy a punto de terminar, con la idea de tener una licenciatura que me respalde”.
Alejandro Mojica Martell, de 45 años, reflexiona sobre su experiencia como alumno virtual: “Son 30 meses los que llevo conviviendo, prácticamente todos los días, con compañeros que no conozco visualmente, pero con los que he llegado incluso a pelearme, discutir y pasar buenos momentos. En este tiempo, sólo he conocido en persona a tres compañeros, a un asesor y a un coordinador, pero no me ha hecho falta nadie más. La educación virtual, donde la Internet se convierte en nuestra aula, me ha permitido gracias a la Universidad de Guadalajara, continuar con mi deseo de prepararme de una mejor forma y completar mis estudios, algo que hasta hace algunos años parecía imposible”.
Mojica, a punto de ingresar al sexto semestre de la Licenciatura en Educación, comenta que la educación virtual llegó de manera tan sorprendente como la aparición de la computadora o, en su momento, como la llegada de la energía eléctrica y el invento del foco. “La educación formal era el único camino de enseñanza viable para algunos, y aunque no ha sido desbancado, ya tiene una fuerte competencia y se convirtió en una oportunidad ideal para los que habíamos dejado de pensar en completar nuestra enseñanza. Ingresar a esta carrera en un ambiente virtual me ha permitido expresar todos los sentimientos que provoca el ir a la universidad, sin moverme más allá del área que abarca un escritorio y una silla. A cinco semestres de haber comenzado y a doce meses de llegar al final, debo admitir mi sorpresa por los logros obtenidos. Estudiar una carrera universitaria, luego de abandonar los estudios tras concluir una carrera técnica, a finales de los 70, fue para mí un proyecto cerrado, imposible de pensar en reanudarlo 26 años después, y mucho menos sin asistir a un aula. Como frase trillada, si alguien me hubiera asegurado que esto iba a suceder, lo hubiera tachado de loco, por lo que mi primera afirmación en torno a las experiencias vividas en el ambiente virtual de educación es que se trata de una bella locura”.
Un tanto agobiado por la cercanía del cierre de semestre, cuando los trabajos finales de las ocho asignaturas que cargó a su plan de estudios no admiten demora en su entrega, Mojica se confiesa satisfecho: “Podría señalar que, acostumbrado a tratar gente de manera virtual, luego de algunos años de trabajo en la radio, donde la mayoría de las veces sólo somos una voz para el radioescucha, diría que reafirmé muchas cosas y aprendí otras más del fenómeno de la comunicación y la virtualidad que, aunque parezca contradicción, existe y la educación le está sacando provecho”.
Los tiempos cambian… y los modos también
Es un hecho que los avances tecnológicos en el campo de la información y la comunicación han venido transformando los procesos sociales, particularmente los educativos. Aunque muchos defienden la enseñanza tradicional como el mejor camino para gestionar el aprendizaje, cada vez son más quienes se convencen de que ésta debe replantearse, no sólo para aprovechar los rudimentos que impone la modernidad, sino para satisfacer las demandas de una sociedad laboralmente comprometida y económicamente activa que no dispone del tiempo o la conveniente ubicación geográfica para asistir a la universidad de manera presencial.
“Contra lo que muchos piensen —cuenta Ana Belén Sánchez, estudiante virtual de una maestría, a sus 24 años de edad—la virtualidad tiene todas las ventajas que le quieras ver y, realmente, muy pocas cosas en contra. Es obvio que quien acude a una universidad con más intenciones de socializar que de estudiar, se sienta un tanto frustrado porque la educación a distancia impone una dinámica diferente, de más disciplina personal y sin distractores sociales. Curiosamente, aunque casi todos en cierto medio están familiarizados con la computadora, la navegación en Internet, la comunicación distante por medio del chat y las múltiples herramientas que la red mundial pone en nuestras manos, abundan quienes piensan que el estudio virtual no vale igual que la asistencia a un salón. Se les figura que si no hay quién pase lista, exponga una clase, haga exámenes de memoria y ponga una calificación, el aprendizaje no es efectivo. Pero estoy segura que más pronto de lo que imaginamos, la mitad de la población estudiantil del mundo estará inscrita en alguna carrera o posgrado por Internet”.
Como maestro pionero del sistema virtual en la Universidad de Guadalajara, el maestro en Educación Raúl Fabricio Torres comparte su visión del tema; “Creo que por los sistemas virtuales se están recuperando estudiantes que, de otra manera, no habrían podido cursar una carrera universitaria. Entre las múltiples ventajas que encuentro en esta modalidad está la versatilidad que concede en el uso del tiempo y los recursos. Aquí los cursos no son estáticos; se pueden enriquecer constantemente porque es posible disponer de recursos que serían impensables en un aula tradicional. Pero el alumno virtual necesita disciplina, motivación y disposición para aprender solo, mediante la dirección de un asesor. En este sistema se cumple cabalmente el paidocentrismo que señala que el responsable de todo es quien aprende, porque no hay quien enseñe. La figura del profesor enseñante desaparece; aquí es propio decir que el maestro es un mero asesor. La única desventaja, si se puede considerar como tal, es la carencia de socialización: La educación es un proceso social, pero por la propia naturaleza de la modalidad, esta condición es limitada”.
Camino por recorrer
“La universidad virtual fue para mí la única manera de cursar la carrera que mi situación familiar me impidió realizar en mi juventud”, expresa una alumna que pide reservar su nombre, pero no duda en confesar los 54 años que tiene de edad y el orgullo que le provoca haberse puesto en el camino indicado para obtener un título universitario. “De no haber sido por un sistema como éste, yo habría acarreado esa frustración por los años que me queden, máxime cuando sigo muy activa en el terreno intelectual, por medio de la docencia y la escritura. Aquí trabajas a tu propio ritmo, estableces tus horarios, puedes acceder a la plataforma en cualquier lugar y hora, cuentas con orientación personalizada y no gastas tiempo y dinero en desplazamientos. Como alumno, desempeñas un papel muy activo como agente de tu propia formación. Creo, sin embargo, que a los propios maestros de sistemas virtuales les falta avanzar en su propia adaptación a ellos, porque muchos intentan hacerte trabajar a la manera tradicional, atendiendo más la forma que el fondo, pidiéndote que trabajes en equipo o que las tareas sean presentadas como si estuvieran impresas en papel. Creo que no todos mis asesores virtuales están muy conscientes de que estos sistemas son una revolución que demanda nuevas estructuras y actitudes. Hasta ahora, después de cuatro semestres como alumna de la UdeG virtual, son las únicas desventajas que le he visto”.
En su texto “Educación virtual: aulas sin paredes”, el doctor Rafael Emilio Bello Díaz relata que: “Las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones hacen posible la creación de un nuevo espacio social-virtual para las interrelaciones humanas. Este nuevo entorno se está desarrollando en el área de educación, porque posibilita nuevos procesos de aprendizaje y transmisión del conocimiento, a través de las redes modernas de comunicaciones. El espacio virtual, que le llamo aulas sin paredes, cuyo mejor exponente actual es la red Internet, no es presencial, sino representacional; no es proximal, sino distal; no es sincrónico, sino multicrónico, y no se basa en recintos espaciales con interior, frontera y exterior, sino que depende de redes electrónicas cuyos nodos de interacción pueden estar diseminados por diversos países. Por ello, cada vez es preciso diseñar nuevos escenarios y acciones educativas, es decir, proponer una política educativa específica para el entorno cibernético, donde los estudiantes puedan aprender a moverse e intervenir en el nuevo espacio telemático. El acceso universal a esos escenarios y la capacitación para utilizar competentemente las nuevas tecnologías se convierten en dos nuevas exigencias emanadas del derecho a que cualquier ser humano reciba una educación adecuada al mundo en el que vive”.
Disponer de las herramientas que ofrece la nueva tecnología para la creación de aulas virtuales no significa, en opinión del especialista Bello Díaz, que las tradicionales vayan a ser sustituidas. “Las Universidades y escuelas seguirán existiendo. Lo que podría ocurrir es que a los centros académicos se les superpongan redes educativas digitales a través de las cuales se desarrollarían procesos educativos del entorno virtual, complementarios a los entornos reales”.
Investigación y textos: Patricia del Castillo
Hasta el día que la directora del plantel donde laboraba le mandó llamar para tratar con ella un asunto muy serio, María Elena Calvo López vivía con la certeza de haber encontrado su vocación y se alegraba de poder subsistir con el salario que su oficio, como maestra de preescolar, le proporcionaba. A pesar del carácter urgente del citatorio, la maestra no abrió puertas a las conjeturas y confiando en la armoniosa relación laboral que había comenzado diez años atrás, enfrentó la circunstancia con la tranquilidad de quien se sabe acogida, estimada y valorada por su excelente desenvolvimiento docente. Mas, el rostro adusto de quien hasta entonces fuera su jefa le previno que algo con ella no andaba muy bien, y que la charla a la que fue convocada no se deslizaría por los relajados cauces habituales. Intuyó, entonces, que aquella no era una reunión para tratar asuntos cotidianos sobre los programas de estudio, el consumo de materiales o el comportamiento de un alumno. Así que, retribuyendo la solemnidad con que la directora la recibió, tomó asiento frente a ella para ser notificada que, a partir del siguiente ciclo escolar, cuyos preparativos comenzarían en dos semanas más, María Eugenia, no obstante su puntualidad, dedicación y buen desempeño reflejado en la evaluación semestral que la institución realizaba en coordinación con los padres de familia, quedaba fuera de la plantilla de maestros.
“Me comunicaron que, en tanto no tuviera yo un título de licenciatura, no podría recuperar mi trabajo, porque la Secretaría de Educación Pública ya no admite maestros con un rango menor, no importa los años de experiencia que se tengan”, comenta la profesora quien, ni tarda ni perezosa, buscó poner remedio a su desventajosa situación. “Mi real problema era quedarme sin trabajo, porque de él dependemos mi madre y yo, pero tuve la buena fortuna de que una de las maestras que trabajaba en otra escuela me consiguió el puesto de bibliotecaria que, aunque con un sueldo menor al que tenía, me ha permitido sostenerme y, sobre todo, me da tiempo de hacer una licenciatura por la vía virtual. No soy vieja (33 años), pero sí lo suficiente para acudir a una escuela regular, pagando una colegiatura para la que no me alcanzaría y disponiendo de un tiempo que no tengo. Me informé sobre la universidad virtual y aquí estoy, dándole duro a los trabajos y actividades que me dejan y estoy a punto de terminar, con la idea de tener una licenciatura que me respalde”.
Alejandro Mojica Martell, de 45 años, reflexiona sobre su experiencia como alumno virtual: “Son 30 meses los que llevo conviviendo, prácticamente todos los días, con compañeros que no conozco visualmente, pero con los que he llegado incluso a pelearme, discutir y pasar buenos momentos. En este tiempo, sólo he conocido en persona a tres compañeros, a un asesor y a un coordinador, pero no me ha hecho falta nadie más. La educación virtual, donde la Internet se convierte en nuestra aula, me ha permitido gracias a la Universidad de Guadalajara, continuar con mi deseo de prepararme de una mejor forma y completar mis estudios, algo que hasta hace algunos años parecía imposible”.
Mojica, a punto de ingresar al sexto semestre de la Licenciatura en Educación, comenta que la educación virtual llegó de manera tan sorprendente como la aparición de la computadora o, en su momento, como la llegada de la energía eléctrica y el invento del foco. “La educación formal era el único camino de enseñanza viable para algunos, y aunque no ha sido desbancado, ya tiene una fuerte competencia y se convirtió en una oportunidad ideal para los que habíamos dejado de pensar en completar nuestra enseñanza. Ingresar a esta carrera en un ambiente virtual me ha permitido expresar todos los sentimientos que provoca el ir a la universidad, sin moverme más allá del área que abarca un escritorio y una silla. A cinco semestres de haber comenzado y a doce meses de llegar al final, debo admitir mi sorpresa por los logros obtenidos. Estudiar una carrera universitaria, luego de abandonar los estudios tras concluir una carrera técnica, a finales de los 70, fue para mí un proyecto cerrado, imposible de pensar en reanudarlo 26 años después, y mucho menos sin asistir a un aula. Como frase trillada, si alguien me hubiera asegurado que esto iba a suceder, lo hubiera tachado de loco, por lo que mi primera afirmación en torno a las experiencias vividas en el ambiente virtual de educación es que se trata de una bella locura”.
Un tanto agobiado por la cercanía del cierre de semestre, cuando los trabajos finales de las ocho asignaturas que cargó a su plan de estudios no admiten demora en su entrega, Mojica se confiesa satisfecho: “Podría señalar que, acostumbrado a tratar gente de manera virtual, luego de algunos años de trabajo en la radio, donde la mayoría de las veces sólo somos una voz para el radioescucha, diría que reafirmé muchas cosas y aprendí otras más del fenómeno de la comunicación y la virtualidad que, aunque parezca contradicción, existe y la educación le está sacando provecho”.
Los tiempos cambian… y los modos también
Es un hecho que los avances tecnológicos en el campo de la información y la comunicación han venido transformando los procesos sociales, particularmente los educativos. Aunque muchos defienden la enseñanza tradicional como el mejor camino para gestionar el aprendizaje, cada vez son más quienes se convencen de que ésta debe replantearse, no sólo para aprovechar los rudimentos que impone la modernidad, sino para satisfacer las demandas de una sociedad laboralmente comprometida y económicamente activa que no dispone del tiempo o la conveniente ubicación geográfica para asistir a la universidad de manera presencial.
“Contra lo que muchos piensen —cuenta Ana Belén Sánchez, estudiante virtual de una maestría, a sus 24 años de edad—la virtualidad tiene todas las ventajas que le quieras ver y, realmente, muy pocas cosas en contra. Es obvio que quien acude a una universidad con más intenciones de socializar que de estudiar, se sienta un tanto frustrado porque la educación a distancia impone una dinámica diferente, de más disciplina personal y sin distractores sociales. Curiosamente, aunque casi todos en cierto medio están familiarizados con la computadora, la navegación en Internet, la comunicación distante por medio del chat y las múltiples herramientas que la red mundial pone en nuestras manos, abundan quienes piensan que el estudio virtual no vale igual que la asistencia a un salón. Se les figura que si no hay quién pase lista, exponga una clase, haga exámenes de memoria y ponga una calificación, el aprendizaje no es efectivo. Pero estoy segura que más pronto de lo que imaginamos, la mitad de la población estudiantil del mundo estará inscrita en alguna carrera o posgrado por Internet”.
Como maestro pionero del sistema virtual en la Universidad de Guadalajara, el maestro en Educación Raúl Fabricio Torres comparte su visión del tema; “Creo que por los sistemas virtuales se están recuperando estudiantes que, de otra manera, no habrían podido cursar una carrera universitaria. Entre las múltiples ventajas que encuentro en esta modalidad está la versatilidad que concede en el uso del tiempo y los recursos. Aquí los cursos no son estáticos; se pueden enriquecer constantemente porque es posible disponer de recursos que serían impensables en un aula tradicional. Pero el alumno virtual necesita disciplina, motivación y disposición para aprender solo, mediante la dirección de un asesor. En este sistema se cumple cabalmente el paidocentrismo que señala que el responsable de todo es quien aprende, porque no hay quien enseñe. La figura del profesor enseñante desaparece; aquí es propio decir que el maestro es un mero asesor. La única desventaja, si se puede considerar como tal, es la carencia de socialización: La educación es un proceso social, pero por la propia naturaleza de la modalidad, esta condición es limitada”.
Camino por recorrer
“La universidad virtual fue para mí la única manera de cursar la carrera que mi situación familiar me impidió realizar en mi juventud”, expresa una alumna que pide reservar su nombre, pero no duda en confesar los 54 años que tiene de edad y el orgullo que le provoca haberse puesto en el camino indicado para obtener un título universitario. “De no haber sido por un sistema como éste, yo habría acarreado esa frustración por los años que me queden, máxime cuando sigo muy activa en el terreno intelectual, por medio de la docencia y la escritura. Aquí trabajas a tu propio ritmo, estableces tus horarios, puedes acceder a la plataforma en cualquier lugar y hora, cuentas con orientación personalizada y no gastas tiempo y dinero en desplazamientos. Como alumno, desempeñas un papel muy activo como agente de tu propia formación. Creo, sin embargo, que a los propios maestros de sistemas virtuales les falta avanzar en su propia adaptación a ellos, porque muchos intentan hacerte trabajar a la manera tradicional, atendiendo más la forma que el fondo, pidiéndote que trabajes en equipo o que las tareas sean presentadas como si estuvieran impresas en papel. Creo que no todos mis asesores virtuales están muy conscientes de que estos sistemas son una revolución que demanda nuevas estructuras y actitudes. Hasta ahora, después de cuatro semestres como alumna de la UdeG virtual, son las únicas desventajas que le he visto”.
En su texto “Educación virtual: aulas sin paredes”, el doctor Rafael Emilio Bello Díaz relata que: “Las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones hacen posible la creación de un nuevo espacio social-virtual para las interrelaciones humanas. Este nuevo entorno se está desarrollando en el área de educación, porque posibilita nuevos procesos de aprendizaje y transmisión del conocimiento, a través de las redes modernas de comunicaciones. El espacio virtual, que le llamo aulas sin paredes, cuyo mejor exponente actual es la red Internet, no es presencial, sino representacional; no es proximal, sino distal; no es sincrónico, sino multicrónico, y no se basa en recintos espaciales con interior, frontera y exterior, sino que depende de redes electrónicas cuyos nodos de interacción pueden estar diseminados por diversos países. Por ello, cada vez es preciso diseñar nuevos escenarios y acciones educativas, es decir, proponer una política educativa específica para el entorno cibernético, donde los estudiantes puedan aprender a moverse e intervenir en el nuevo espacio telemático. El acceso universal a esos escenarios y la capacitación para utilizar competentemente las nuevas tecnologías se convierten en dos nuevas exigencias emanadas del derecho a que cualquier ser humano reciba una educación adecuada al mundo en el que vive”.
Disponer de las herramientas que ofrece la nueva tecnología para la creación de aulas virtuales no significa, en opinión del especialista Bello Díaz, que las tradicionales vayan a ser sustituidas. “Las Universidades y escuelas seguirán existiendo. Lo que podría ocurrir es que a los centros académicos se les superpongan redes educativas digitales a través de las cuales se desarrollarían procesos educativos del entorno virtual, complementarios a los entornos reales”.
Investigación y textos: Patricia del Castillo