Yo, la peor
Un personaje inabarcable como el de Sor Juana Inés de la Cruz siempre será un enigma para los lectores de su obra, y una gran tentación para aquellos que se atreven a escribir sobre su vida.
Mónica Lavín, con Yo la peor, ha ido con trazo firme delineando a una Sor Juana que asombra por su dureza, por su empecinamiento, por su aguda capacidad para leer en los otros la intención; pero también Lavín extiende en las páginas de su novela histórica a una monja de carne y hueso que siente la alucinación por la inteligencia, que asume con distancia voluntaria la fuerza de la mirada dulce de los hombres, y que, como mujer, se ve obligada a esquivar con astucia la sordidez de la prepotencia masculina, al mismo tiempo que se muestra desnuda con la totalidad de su cuerpo esbelto y turgente como una forma convencional de soportar la vida.
La vida de Sor Juana sin embargo, no es el centro de atracción de la novela, sino la condición femenina que aflora en cada una de las personajes. La presencia y la ausencia de los hombres en los cuerpos de las mujeres como detonante para que el lector se inmiscuya en una intimidad de alcobas, donde el recorrido no es el de la carne, más bien el del pensamiento que invade a cada una de ellas: en la extensión infinita de la cama de la viuda se despliegan los mejores diálogos con un muerto, cuyo aroma sigue penetrando la habitación y es la única respuesta posible al deseo contenido y a la palabra dicha.
Hay en las atmósferas creadas por Lavín las siluetas de mujeres, unas españolas otras criollas y una más esclavas negras y muy pocas mestizas, el intercambio de “sentires”, la exposición y exhibición de cómo la mujer percibe y ejecuta en lo privado y en lo social; su actitud frente a lo moral y ante los juegos del poder.
Hablar de una disección de los roles de géneros sería vano y falso. Permitir la ambigüedad entre feminismo y defensa por la equidad de géneros sonaría con verdad, a artificialidad. Mónica Lavín entrega en Yo, la peor, una novela donde Sor Juana más allá de sus inconmensurables virtudes se ve rodeada de una diversidad casi clínica, de conductas que amasan, exaltan y representan la vida común de una época, pero que al mismo tiempo hacen lo mismo hoy día.
Como parte del Primer Festival Lecturas de Otoño que tuvo el acierto de implementar el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes junto con el apoyo de 20 instancias más, Mónica Lavín, personalmente, comparte esta noche a la Sor Juana que decidió construir en “Yo, la peor”, en el Museo Regional.