Ideas

¡Únicamente Ponce lo inspiró!

Por Xavier Toscano G. de Quevedo

El milagroso y admirable Espectáculo Taurino, al que da existencia su Majestad “El Toro Bravo”, es una ceremonia que está envuelta en un enigmático fondo de solemnidad, que manifiesta una elevada expresión del alma —que algunos no alcanzan a entender— y que ha sido através de los tiempos, una fuente inagotable, espejo y gran inspiradora de los genios que han ido dando vida y forma, a las bellas artes.

El tema de la fiesta brava ha mostrado siempre una capacidad poderosa para engendrar obras de arte de colosal valor, de una fuerza impresionante, dotadas de energía plástica y vibrante de un  hondo dramatismo. Los hombres cuando se enfundan un terno de luces y estando frente al toro se transforman poco a poco, y así, van plasmando en el ruedo bellas e irrepetibles imágenes; primero con sus lances de capote, después en cada pase de muleta logran dibujar efímeramente una serie de escenas que quedan grabadas en la mente de los aficionados y de los artistas que las contemplan. Pero no olvidemos nunca, que es el toro el promotor de esta inspiración, de él deriva toda la grandeza de este espectáculo.  

La pintura en la expresión taurina nace en la época de Carlos IV en la iluminación pictórica de Francisco de Goya y Lucientes, que era el pintor oficial de la casa real. Goya dejaría para la perpetuidad la huella e imagen de la fiesta de los toros, como tema principal emanado de su genialidad, de sus paletas y pinceles.

Representan tanto Goya en la historia de nuestra fiesta, que en la plaza de Zaragoza, se encuentra una figura de él, para que sea el genio aragonés, uno más de los aficionados que presencien todas las corridas.

Brincando abruptamente en el tiempo, y dejando atrás seguramente a muchos y muy buenos pintores, llegas hasta el siglo XX, donde la expresión artística alcanza un nivel importantísimo, en las manos y la inspiración del valenciano Roberto Domingo. Es la tierra de Valencia prodiga y generosa en la creación de artistas, y no sólo de escultores y músicos, sino que de igual forma de toreros como Manolo Granero, quien por cierto era además un extraordinario concertista de violín, hasta llegar a la última figura non del torero Enrique Ponce ¿cuánta inspiración hubiera obtenido el maestro  Domingo con Ponce?  Lo cierto es que Roberto Domingo trazó con sus pinceles los momentos más importantes de la lidia, desde la salida del toro al ruedo, hasta que concluía la lidia de éste.

Con la llega de Carlos Ruano Llopis crece más la pintura taurina y se crea al mismo tiempo una escuela del cartelismo taurino. Sus cuadros gozan de la vistosidad, colorido y un realismo, que inclusive se llegó a decir cuando un torero lograba un exquisito lance de capa, o un portentoso amuletazo, que era una obra de Ruano Llopis.

En las pinturas de Ruano se encuentra inmortalizados, todos los momentos significativos de los grandes toreros de la época de oro, tanto españoles como mexicanos; y como un ejemplo recordemos el famoso “pase de las flores” creación del torero nacido en Sepúlveda (Segovia) Victoriano de la Serna y Gil, que realizara el 25 de julio de 1933 ante el toro “Fajito” del Marqués de Saltillo que había brindado a Ruano Llopis. El maestro valenciano dio seguimiento a una escuela de pintores que culminaría en las manos creadoras de Juan Reus.

En estos días, se está cumpliendo una década —el tiempo camina inexorable— de la desaparición en su natal Valencia del último de los grandes cartelistas, el genial Juan Reus. Continuador de un estilo que iniciara con Roberto Domingo, prolongara Ruano Llopis y finalmente llegara a la expresión pictórica de Reus.

El maestro Reus, fue un fiel enamorado de su Majestad el  Toro Bravo —¡faltaba más!— estudioso de su comportamiento de su vida y movimientos en su estado natural, vivía largas horas en las dehesas contemplándolo  y estudiándolo. Vio y plasmó como ningún otro pintor al toro con toda grandiosidad y esplendor.

Sin embargo, muchos años dejó el pintor de asistir a las plazas. No había torero alguno que llenara su inspiración, sólo el toro le daba motivos para plasmar su ingenio en sus lienzos. Veinte años transcurrirían, para que llegara otro valenciano capaz de despertar el alma y la inspiración del artista y así lograr regresar a las plazas. Solamente el ingenio, la plasticidad y perfección de Enrique Ponce —¿quién más pudo ser?— cautivó de nueva cuenta al artista Juan Reus.

Un genio, para otro genio. Por eso no seria descabellado decir que: “para plasmar el alma del torero, es imprescindible que el ingenio del artista sea el de un aficionado, enamorado primeramente del toro bravo”.

¿Será por curiosidad? o ¿acaso por enigmática? Lo cierto es que la atención popular, y la inspiración que ha despertado en los artistas a través de la historia la fiesta brava, nos muestra en cada momento la fuerza que siempre ha ejercido el motivo primordial, eje central y único de éste maravilloso Espectáculo, que es su Majestad El Toro Bravo.

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