Ideas

Una de vampiros

Anoche, al filo de las dos de la mañana escuché gritos en el edificio de junto a mi casa. Gritos de mujer.

Al poco tiempo las luces rojas y azules de una patrulla iluminaron la noche contrerense, al sur de la Ciudad de México.

No estuve allí, pero hoy por la mañana, antes de ir a mi oficina, el vecino de la tiendita, en susurros me lo contó todo. Y yo, les paso al costo la singular historia. Sin omitir detalle.

La mujer que gritó y por la cual llegaron los vigilantes de la ley hasta nuestro territorio, juraba y perjuraba que había visto un vampiro rondando por las azoteas. Y que no era la primera vez.

Parece que los dos policías sonrieron demasiado y ella los amenazó con acusarlos con el comandante de la zona, compadre de un amigo. Les dijo que era un vampiro-humano y que aparecía y desaparecía. Nunca lo vio de frente, tan sólo su sombra larga y terrible. El par de desvelados vecinos que salieron a mirar, se metieron de nuevo a sus casas, eso sí, muertos de la risa. La dama, con tubos de plástico azules en la cabeza y bata rosa de franela, estaba indignada y de un portazo regresó a su departamento.

Dicen que resignados, los dos policías, armados con sendas linternas, recorrieron durante largo rato azotehuelas, bardas, terrenos baldíos, sin dar con un rastro del escurridizo vampiro.

Y me imaginé a los nuevos vampiros que rondan el imaginario colectivo y que no se parecen en nada a aquellos que poblaban mis pesadillas cuando niño. Los de ahora, por culpa de la saga de Crepúsculo, son metrosexuales, juegan basquetbol en la prepa y manejan coches de último modelo. Los de antes, como Drácula, eran perversos, asesinos, chupadores de sangre y daban harto miedo.

Hasta aquí todo es “normal”. Los vampiros, unos u otros, como todos sabemos, siempre han sido más rápidos que nuestra policía. Pero el vecino de la tiendita sabe de un trágico final en esa búsqueda y me pidió que no divulgara el secreto. Pero lo siento en el alma, él debería saber que no hay que contarle secretos a un periodista.

Así que, con la pena, les tengo que informar que los policías vieron una sombra pasar de una casa a la otra, le marcaron el alto y se identificaron según marca el canon de la corporación.

A la sombra le valió sorbete y siguió su camino.

Dispararon al unísono.

La sombra se desplomó desde el segundo piso hasta una huerta de higos.

Parece ser que recogieron el cuerpo y lo encajuelaron.

Mi vecino vio todo desde una rendija, en silencio, sobrecogido.

Y me dice también, temblando de miedo, que no era un vampiro. Los policías mataron un ángel, alto rubio y con dos alas blancas y enormes que tuvieron que descoyuntar para poder meter en la cajuela.

Tenía un tiro en la frente. Sonreía beatíficamente.

Parece ser que lo fueron a echar a los tiraderos de basura del Cerro del Judío.

Los oyó decir, francamente preocupados, en bisbiseos, de la posibilidad de haber caído en pecado mortal.

Lo cuento solamente para fines prácticos.

Les ruego que no disparen nunca sobre un vampiro.

Quedan poquísimos…

 

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