Un pasado imborrable
¿Para qué evocar el pasado? Puesto que nadie puede reubicarse en él, sino mentalmente, quizá sólo lo justifique un siquiatra alentando el fin de disfrutar o evitar padecimientos en el futuro. Pues Colin Firth y Nicole Kidman asumieron la tarea de interpretar los personajes centrales de esta recreación de acontecimientos significativos en la historia del siglo XX.
Torturado por el ejército japonés durante su captura, Eric llega a Tailandia a cubrir el compromiso en la construcción de un ferrocarril, El Ferrocarril de la Muerte. Pasados los años, Eric Lomas no supera los ingratos recuerdos, con los que retroalimenta insatisfecho deseo de venganza. Es ahí donde aparece la dama, Patti, y surge el conflicto porque ella conoce el paradero de aquel, quien causó daño a Eric y quien ahora es el objetivo de su venganza.
La realidad es que así ocurrieron los hechos de esta pareja en su vida; hechos forjadores de una barrera mental infranqueable que le impide disfrutar plenamente de la paz, anteriormente perturbada por los sufrimientos de la Segunda Guerra Mundial, década de los años cuarenta, en el Lejano Oriente.
Quien ha vivido la frustración de verse privado de libertad sin la mínima certeza de volver a lo que fue vida normal anterior, en una situación agravada por la tortura, sin garantía alguna, sólo alimentado por la esperanza, conforma el drama descrito en imagen y diálogo, ahora con el fantasma de perder la tranquilidad de pareja a cambio de la satisfacción que otorga la venganza.
El drama expuesto en lejano tiempo y geografía no deja de estremecer a quienes han sufrido o sufren hechos similares, de lo que llegan rumores de la desaparición de un ser querido o noticias ciertas de posterior aparición de cadáveres entre los cuales pueda hallarse aquel. Total, un día perdido en la desesperación.
Dios no guarde de la discordia.