Tragahumos
Tragahumo es el apodo cursi de los bomberos. Es tan cursi como decirle vital líquido al agua; vialidad a una calle; recinto a un edificio; llamarle la esférica a una pelota; usar humanidad como sinónimo de cuerpo, etcétera, ese montón de palabras domingueras que los periodistas hemos inventado con la pésima excusa de no repetir palabras o dárselas de muy “leidos” para esconder lo lerdo.
Los verdaderos tragahumos no son los bomberos: ellos son bomberos y punto, una profesión digna pero sobre todo agradecible. Los tragahumos somos los ciudadanos que circulamos por esta noble y leal ciudad (forma cursi de decir Guadalajara), pero sobre todo los peatones y ciclistas que vamos por las calles tragándonos el humo de los camiones.
Hace años, cuando los camiones contaminaban más, al menos el humo era más negro (el diesel salía casi sólido de los escapes de los camiones) se obligó a todas las unidades a tener una chimenea, un tubo de escape hacia arriba. Es cierto, aquellas nubes negras expulsadas con furia por los motores luego caía, o se atoraban es las hojas de los árboles y en la primera lluvia chorreaba el petróleo de las hojas, un espectáculo bastante asqueroso, pero se evitaba que todo aquello entrara directo a los pulmones del peatón, ciclista, motociclista o incluso los automovilistas.
Aunque usted no lo crea, existe una primera capa de contaminantes que no se disipa a una altura de 1.20 metros. Esta capa está generada por el calor y los contaminantes fundamentalmente de los autos, pero también y de manera muy importante por los camiones cuyos motores son más contaminantes y no usan convertidores catalíticos.
Aventar la chimenea de los camiones hacia arriba no resuelve el problema de fondo, pero sí mitiga esta especie de inversión térmica a nivel de piso.
Con el tiempo y el cambio de unidades se olvidó ese pequeño detalle. Hoy los autobuses y minibues “ecológicos” avientan las bocanadas de humo directo a la cara de quienes están en la banqueta o circulan detrás de ellos sin que ninguna autoridad levante la mano.
Las llamadas chimeneas se dejaron de poner en las unidades de transporte público porque era un gasto adicional. Los transportistas decidieron que mejor no se gastaban los mil o dos mil pesos y nadie les reclamó nada.
Los peatones (principalmente los niños) y los ciclistas nos tragamos el humo hasta de lo que es perfectamente evitable, el de los camiones. ¿Por qué desapareció la norma de la chimenea alta para los camiones? Porque a nadie le importa, porque son otros los que se tragan el humo.