Temas para reflexionar
Hace algunos años, con motivo de las celebraciones de la Guerra de Independencia y de la Revolución, la Iglesia Católica, empeñada en limpiar su pasado reescribiendo la historia, exigió participar oportunistamente en las celebraciones de ambos aniversarios para promover una visión de la historia afín a sus intereses. Obviamente, trataba de reivindicar un hecho histórico, en que intervino, contra las figuras emblemáticas de la insurrección: Hidalgo, el Padre de la Patria y José María Morelos, el insigne talento visionario de aquel movimiento libertino. Ambos fueron excomulgados y degradados por la jerarquía católica de su tiempo. El documento de la excomunión de Miguel Hidalgo, decretada por el obispo Abad y Queipo, es un escrito estremecedor que evidencia la saña inconcebible de un clero inflexible y soberbio. No son pocos los intelectuales que vieron en los propósitos de la Iglesia de participar en las celebraciones de los bicentenarios, una clara obstinación por higienizar su pasado, invocando argumentos legaloides para descalificar el documento de excomunión decretada por el obispo Abad y Queipo, alegando que éste aún no había tomado posesión como obispo de Michoacán, e incluso, porque era hijo natural no podía ejercer el ministerio episcopal… La Iglesia siempre, no de ahora, en cierta manera ha manipulado la historia a través del silenciamiento, la suplantación y la transfiguración de los hechos; reacia a discutirlos, simplemente los descalifica. La excomunión signada por Abad y Queipo, fue ratificada por otros obispos, entre ellos por el obispo de México, Francisco Javier Lizana y Beaumont, y el obispo de Guadalajara, Juan Ruiz y Cabañas, en su edicto del 24 de octubre de 1810, quien, en otra exhortación episcopal, calificó a los insurgentes de apóstatas, cismáticos y opositores a Dios, la Iglesia y la religión… La embestida clerical contra el aborto, y ahora la pretensión de rectificar la historia, amén de otros temas recurrentes como la eutanasia, la libertad de educación, etc. evidencian un claro propósito: una lucha frontal contra el laicismo, para retrotraernos a épocas que debemos considerar como definitivamente separadas… Quienes no conocen la historia, están condenados a repetirla. Los mexicanos no padecemos desmemoria.
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El “Cantar de los Cantares” del bíblico rey Salomón, no se parece en nada a los demás libros de la Biblia. ¿Por qué se encuentra ahí? Salomón cantó a la más mujer de sus mujeres, a su cuerpo y al lecho compartido. Según los rabinos, es una alegoría del amor de Dios por Israel. Según los curas, un jubiloso homenaje a la boda de Cristo con la Iglesia. Pero ningún verso menciona a Dios y mucho menos a Cristo ni a la Iglesia que nacieron mucho después de que el “Cantar de los Cantares” fuera cantado. Más bien parece que este encuentro entre un rey judío y una mujer negra, fue una celebración de la pasión humana y de la diversidad del tono de la piel… “Mejores que el vino son los besos de tu boca”, cantaba esa mujer. Ella cantaba también: “Negra soy, pero bella”, y se disculpaba atribuyendo su color a su trabajo en los viñedos a pleno sol. Sobre todas las interpretaciones, prevalece la belleza de este cantar.
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La polifacética misera es la causa de nuestra drogadicción epidémica. Mientras exista la penuria en el campo donde se produce la droga. Mientras esté enseñoreada una pobreza extrema en los ghettos urbanos donde salen quienes la distribuyen (y acaban por consumirla ellos mismos); mientras exista la miseria moral de las clases enriquecidas que generan la insaciable demanda, el cáncer social del narcotráfico subsistirá.
Así sean aprehendidos uno o 100 tiburones y su fauna de acompañamiento, el problema se acrecentará, porque por cada capo aprehendido, hay 100 tras bastidores esperando su momento estelar.
El patriotismo es la droga más difícil de administrar, ya que cuando la dosis se exagera, actúa como alcaloide embrutecedor.
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