Quiero un híbrido ¿vale la pena?
La experiencia es muy agradable. Visitas la estación de servicio con menor frecuencia o cuando lo haces, gastas menos dinero. Y todo esto pasa sin que tengas la necesidad de cambios en tus hábitos de manejo y sin cargar baterías que implican buscar enchufes en todos lados. Los cambios, de hecho, son positivos. Ya que en ocasiones circulas sólo con la fuerza del motor eléctrico, sin vibraciones y con arranque inmediato. Más aún, para los que creen que vivimos en la orilla del Apocalipsis causado por la contaminación producida por los autos —lo que definitivamente no es mi caso— un híbrido tiene el efecto de aliviar la conciencia, precisamente debido al menor consumo de combustible. Son muchas ventajas, que al menos a mí me hacen pensar que no sería nada mal tener un híbrido en la cochera. Pero, en la mayoría de los casos, no vale la pena.
Hay básicamente dos tipos de híbridos en el mercado hoy en día: uno es el “plug in”, es decir, el que requiere que lo conectemos a un enchufe para cargar la batería. Estos ahorran más combustible, pero tienen el inconveniente de implicar un cambio de hábitos y aumentar considerablemente la ya cara cuenta de energía eléctrica. El otro es el más común, que anda con el motor tradicional de gasolina, ayudado por uno eléctrico que se carga con la energía recuperada del mismo auto, sea a través del movimiento o del calor de los frenos, por ejemplo. Este tipo es mucho más realista y adaptado a nuestro día a día.
El híbrido más vendido y conocido de todo el mundo es el Toyota Prius. La marca nipona dio en el clavo con esta apuesta llena de hermosa tecnología y terribles proporciones estéticas. Pero el que no sea bonito es justo una de sus principales virtudes. Porque quien usa un Prius, lo hace para demostrar al resto del mundo el tamaño del sacrificio que es capaz de hacer por el planeta, es decir, anda a diario en un auto feo, caro y lento, con tal de ayudar a disminuir el supuesto “calentamiento global”.
Otras marcas han adoptado estrategias diferentes y adaptado la tecnología híbrida a autos ya existentes. Precisamente por esto no tienen ni remotamente el éxito de Toyota, porque para muchos, lo importante no es conquistar a la chica, sino presumirlo a los amigos después. Es decir, si el mundo no sabe que ando en un híbrido, de nada me sirve tenerlo. Lo que nos lleva a concluir que el amor propio es obviamente mayor que el otorgado a la Tierra.
Presumir sí. Ahorrar, no
Como estoy particularmente seguro que el auto no es el enemigo número uno de la humanidad, no necesito hacer declaraciones públicas de amor a nuestro geoide astro, por esto prefiero a los híbridos que no tienen que gritar a todos mis supuestas intenciones ecológicas.
Uno que me gusta de manera particular es el Ford Fusion Hybrid. Primero, porque me gusta el Fusion en su diseño, sus terminados y su manejo. Y el híbrido mantiene esas fortalezas, mientras logra darme un rendimiento de combustible del orden de hasta 15 km/litro en ciudad. Admitiendo que rodemos 20 mil kilómetros por año y poniendo el consumo siempre en este nivel (15 km/litro), usaremos 1,333 litros de gasolina anualmente, que a un precio de 13.89 pesos por litro, como está la gasolina Premium en este principio de noviembre de 2014, esto representa un gasto de 18,520 pesos.
Pero el Fusion híbrido, en su versión de entrada, tiene un precio de 460 mil pesos. Por el nivel de equipamiento, este auto se compara con el Fusion SE, que cuesta 352 mil pesos. Son 108 mil pesos de diferencia. Si rodamos esos 20 mil kilómetros por año, necesitamos 5.8 años para que la diferencia de consumo pague la distancia entre el precio de ambos. Sin embargo, aún hay que contar con la devaluación, que es mayor en un híbrido debido a la incertidumbre de la gente sobre esta tecnología, principalmente al costo de un eventual reemplazo de las baterías.
Sí, me queda absolutamente claro que, financieramente, tener un auto híbrido no compensa. Pese a esto los europeos llevan años pagando más caro por vehículos que usan diesel para moverse, sin que las cuentas les salgan tampoco. Esto se debe a lo placentero que es ir menos veces a la gasolinera y, por supuesto, presumir a los vecinos, amigos y familiares. Como nadie hace cuentas, sólo mostrarán caras de envidia cuando hables del consumo de tu auto y disfrutar de esas caras puede ser una razón suficientemente válida para comprar un híbrido. Al final lo comido, lo bailado y lo presumido, nadie no los quita.