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Por qué reclaman tanto las mujeres

Entre los varones existe un “reclamómetro”. Es decir, una manera de valorar y de medir qué tanto reclama la esposa.

Esta reflexión podría empezar preguntando ¿qué tanto reclaman las mujeres? Pero eso resulta irrelevante puesto que pueden reclamar de cualquier cosa que se les ocurra. Igual les da por reclamar que llegas tarde, que trabajas mucho, que hace falta dinero, que tiras tu ropa, que no quieres ir a casa de su mamá, que tienes demasiado tiempo libre, que te vas a jugar con tus amigos domino, que te gusta el futbol, que no atiendes a los hijos, que ya no eres igual de atento que antes, que roncas mucho, que comes y bebes demasiado, que dices los mismos chistes que antes, que ya no tienes los mismos detalles, que has dejado de ser amigable con su familia, que no te despediste el día anterior, que no la tomaste en cuenta, que fuiste muy agresivo, que no fuiste cariñoso, en fin, todo lo que se les pueda imaginar o sentir en el momento y bajo cualquier circunstancia.

Además puede brotar una nueva queja que de seguro te lleva a una nueva discusión.

Para muchos hombres el que su esposa comience a reclamar es una señal de que algo anda mal, de que se le agota la paciencia o de que crece su frustración y que con alguien se tienen que desquitar. Y ése es, sin duda, el esposo a quien ahora, en vez de atender, hay que darle con lo que se tenga a la mano, al fin y al cabo hacemos tantas tarugadas y tenemos múltiples defectos, que de seguro hay mucha tela de donde cortar.

Lo que pasa es que el cambio es de 180 grados, ya no se fijan en lo bueno y bien que hacemos algunas cosas, sino ahora la atención está puesta en los defectos. Particularmente los que les afectan directamente.

Las mujeres que insisten en reclamar pierden su encanto a los ojos del marido, así se pongan los mejores maquillajes del mundo y luzcan hermosas y “sexys” su boca las condena a la fealdad y lo indeseable.

Es más, muchos caballeros se suelen alejar, sigilosamente y con astucia, de sus latosas y enfadosas mujeres que no paran de expresar que viven inconformes y desagusto con la vida conyugal y familiar.

Es increíble que las reclamonas no se den cuenta de que su boquita las aleja de sus esposos, de que sus necedades asfixien al hombre al que quieren cortejar.

Si tan sólo invirtieran algo de su tiempo de embellecimiento, a cuidar el cómo y lo que dicen a sus cónyuges, otra seria la historia.

Pero no, han de buscar el momento más inapropiado o a última hora para pedir dinero, aclarar algo, dar instrucciones y repetir lo enojadas y molestan que se sienten por incomprendidas y maltratadas, lo cual incrementa el índice del “reclamómetro” y el huidizo varón corra a contar a sus amigos que su mujer ya rompió el récord.
 

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