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Pasantías
De las etapas más importantes en los procesos formativos de cualquier profesionista son aquellos primeros años en los cuales uno permite que lo exploten laboralmente con tal de obtener el elixir del saber; para, entonces, a la primera oportunidad, abandonar el barco y de paso robarte a la mitad de la cartera de clientes cobrándoles mucho menos de lo que lo hacía tu patrón.
Sin embargo a la prima Conchis le sucedió algo muy singular. Y es que ella desde adolescente se la pasaba viendo las series de abogados que pasan en la tele y se le hacía muy llamativa esa profesión, motivo por el cual al terminar la prepa hace dos años no quedó duda sobre cual carrera eligió. Y es que la prima ya se veía, atendiendo a clientes atractivos en su oficina ubicada en el vigésimo piso de una de las áreas más exclusivas de la ciudad.
Lamentablemente, por su condición social y las múltiples inequidades del país, la prima no nació en una familia acomodada y sus accesos a conocidos abogados se limitaban a su tío a quien apodaban “La Rata” sin que se supiera por qué, aunque se infería del notable parecido que tenía con el sensei de las Tortugas Ninja. Y así, excluida de su sueño y frenada por la marrez de sus profesores, pues ninguno quiso contratarla, se tuvo que hacer el ánimo y ponerse a chambear con La Rata, dispuesta a exprimir cada gota de sabiduría y convertirse así en una abogada reconocida.
De entrada le llamó la atención que La Rata operara sin oficina establecida, y esto extrañaba pues no parecía que le faltara el dinero, dado que el tío cotidianamente cargaba pacas de billetes de veinte que se veían muy escandalosas, y, por si las de hule, siempre tenía diez mil varos clavados en el zapato para lo que se ofreciera.
La primera chamba que le encomendaron fue ir a llevar una caja de zapatos a Vialidad (que no a Secretaría de Movilidad que esos sí son honestos y además no queremos malenquistarnos) y esperar a que se la regresaran. En el camión notó que la caja iba llena de dinero y de un disco de Rocío Durcal. Pero, dado que iba a ser su primera encomienda decidió callarse la boca y esperar a que se la regresaran, así, cuando vio que el dinero había sido sustituido por un puño de licencias de conducir, comprendió por qué aquél día La Rata estuvo citando gente en el Vips de la Glorieta Colón y sacándoles fotos contra un fondo blanco.
Otra cosa que siempre llamó la atención de la prima era el hecho de que, si bien La Rata tenía muchas gestiones en distintas dependencias, siempre, antes de firmar unos escritos que tenían una ortografía peor que la de Jorge Ortiz de Pinedo (tema que desarrollaremos en un
artículo posterior) se inventaba que le dolían las articulaciones y le pedía a Conchis que mejor firmara ella. Así cuando la prima le decía que si no sería más formal que en el escrito se pusiera el número de cédula profesional del tío, éste decía que las cédulas eran para maricones y para tontos, porque ya así luego te abrochaban, cosas que la prima jamás entendió por qué, pero suponiendo que iba a aprender algo pues lo dejó pasar.
Así estuvo hasta hace un mes en que, acompañando a La Rata a una diligencia, se dio cuenta que ningún abogado que se respetara llegaría al punto de ir a extorsionar a los franeleros de afuera del Consulado Americano intimidándolos con el cinturón en la mano.
Desde ese día, Conchis entendió que no había aprendido nada del tío que no implicara un talento brutal para la coyoteada y de plano abandonó la chamba causando que su mamá se peleara con su hermano, porque no le pagó un solo peso de los quinientos mensuales que le había prometido.
Actualmente la prima está muy emocionada porque le está saliendo una buena oportunidad de negocio en ventas, con la ventaja que le dijeron que ella sería su propia jefa; el detalle es que tiene que desembolsar ocho mil varos para el kit inicial y jalar a cinco personas más. La empresa se ve seria, casi ni parece una pirámide.
Pd. Lo del martes del Atlas estoy seguro que fue por no haber reenviado aquella maldita cadena en 2003. Neta chavos, sean serios, uno no sabe cuándo se van a cobrar las venganzas los maleficios de correos electrónicos.