Para una psicología de la suegra
El grado de enojo y desesperación que una suegra puede ocasionar en la nuera es de tal dimensión que amerita una reflexión.
De igual manera en el yerno, aunque de distinta manera. Veamos por qué.
Para empezar en nuestra cultura se acentúa más el papel desagradable que juega la suegra que el suegro; la razón es por el mismo modo de ser de muchas mujeres, que, en sus defectos, son más intrusas, criticonas, controladoras y posesivas. En cambio los varones, fuera de su mal humor, autoritarismo y control con el dinero, suelen darle menos importancia y tener poco interés por los temas familiares, por lo que la suegra tiende a estar más presente y cercana a los asuntos de sus hijos (as) y eso facilita el roce con sus respectivas parejas.
Otro evidente factor es que la influencia de la madre es muy directa, evidente y contundente. La del padre está más ligada al dinero y al trabajo. E influye mucho y desespera, especialmente cuando el esposo trabaja para el papá, es decir, con el suegro.
La suegra quiere seguir influyendo en los hijos, siente que es su territorio afectivo emocional. Que desea tanto su bienestar y felicidad, que se siente atraída por la necesidad de vigilar que esto se cumpla. Y cuando intuye, sospecha, capta o lo siente no se aguanta en decirlo, señalarlo y, si es oportuno, hasta reclamarlo. Y claro está que molesta intempestiva y abruptamente al yerno o la nuera, respectivamente.
La madre es la fuente de la vida, es la que ha educado, nutrido y sigue sintiendo que es su responsabilidad la felicidad de sus adorados tesoros. No es fácil que deje esa tarea a la pareja que su hija (o) ha elegido. De alguna manera le gusta estar al día y hacer sentir que ella sigue estando presente con su respectivo poder.
Es cierto que ni los hijos ni los padres cortan el cordón umbilical, y eso los mantiene atados y mutuamente dependientes. Lo que provoca en la pareja un constante malestar por ver al otro, atrapado en su “mamitis”.
El poder emocional de la suegra es tan contundente que no es fácil de sacudirse, ni con la lejanía. Tiene un tino especial para hacer sentir que ella es la más importante y que le hacen más caso a sus sugerencias. Y eso puede irritar a cualquiera.
El sentido de pertenencia sobre los hijos sólo se transforma en sutiles celos y señales de que, en el fondo, ella se sabe el verdadero amor del hijo (a).
De plano, la mejor receta contra la “suegrofobia” es poner distancia, hacer buenas caras y no entrar en rivalidad y competencia con ella, porque de seguro el contrincante pierde.
Una buena estrategia es ayudar a que la pareja se convenza de que madurar es dejar de tener apegos a los padres y a llevar una relación de amor y no de poder.
Y aun así no hay garantía.
La suegra es la suegra. Aunque hay unas increíbles, son la excepción.